La Casa del Barco: el microcosmos en la periferia madrileña donde creció Santiago Carrillo
Una de las casas más fotografiadas y conocidas de Tetuán es la conocida como Casa Barco, en el número 3 de la calle de los Leñeros. Edificada sobre una cuña en la esquina de dos calles, su peculiar forma recuerda a la popa de un barco y como tal está decorada, con un timón y olas encrespadas en los bajos de sus paños.
Pero hubo, no muy lejos de allí, otra Casa del Barco en Tetuán, también conocida popularmente con este nombre por su silueta naval. Nos habla de ella Santiago Carrillo en su libro La Segunda República. Recuerdos y reflexiones, ejercicio biográfico en el que dedica un capítulo a recordar sus vivencias en Bellas Vistas y, concretamente, en aquella Casa del Barco. Wenceslao Carrillo, padre de Santiago y dirigente del PSOE y la UGT, se trasladó a Madrid con su familia desde Asturias en 1923 para incorporarse a la redacción del periódico El Socialista. Santiago Carrillo se convirtió, así, en un niño de ocho años en la periferia madrileña. Sitúa la casa en el número 25 de la calle doctor Federico Rubio y Gali (aunque entonces se llamaba del Paseo de la Dirección), un inmueble grande cuyo vecindario tenía una composición muy obrera.
Cuando Carrillo volvió a España del exilio francés, en 1976, peregrinó al barrio de Bellas Vistas, donde había vivido de joven, y se reencontró con el inmueble aun en pie, aunque le costó reconocerlo rodeado como estaba de otros edificios que en sus tiempos no existían. Desde Somos Tetuán hemos intentado buscar aquella casa, pues la calle Doctor Federico Rubio y Gali ha sufrido varios cambios de numeración, pero por el momento no hemos podido identificarla (si es que siguiera en pie).
Carrillo la conoció en los veinte y primeros treinta y la describe “construida en medio de un mar de descampados, solares y huertos, cerca del Canalillo y del arroyo Abroñigal”. Su familia vivía en el entresuelo y, aunque había diversidad ideológica en la barriada, abundaban los vecinos de las distintas opciones de la izquierda política. En el piso tercero de la casa vivía Cayetano Redondo (redactor jefe de El Socialista) y en las cercanías la familia Almela Meliá, hijo adoptivo de Pablo Iglesias.
“Resultaba que al llegar a la Casa del Barco el camino de polvo llamado ”avenida“ y ”paseo“ hacía una pequeña cuesta, y al subirlo las mulas, fatigadas, se tomaban un pequeño descanso; era el momento en que los volqueteros tenían que estimular a sus caballerías a retomar el paso con una retahíla de las blasfemias más imaginativas –o más soeces, según se mire– que jamás haya escuchado después, ni siquiera en el guerra civil”, describe Carrillo.
Al menos en la memoria del dirigente comunista, la Casa del Barco albergaba 82 viviendas –“ella sola, un mundo”–donde las familias se apretaban por alquileres de unas 25 pesetas. La composición del vecindario estaba compuesta, decía, por obreros tranviarios, albañiles, pintores de brocha gorda, peluqueros, empleados modestos del municipio (“que expresaban su superioridad social poniéndose a diario corbata”), alguna cabaretera, una prostituta y algunos tenderos del barrio, como el zapatero o el de la tahona.
Carrillo habla de una comunidad periférica que pasaba sus días, en parte, al margen de la ciudad, o al menos mirando mucho hacia dentro. “De este micromundo solo salían hacia la urbe los hombres que tenían trabajo, quienes todas las mañanas temprano salían hacia la glorieta de Cuatro Caminos, de donde el tranvía o el metro los llevaba a sus quehaceres”. Las mujeres, por su parte, como mucho visitaban el contiguo Tetuán de las Victorias, donde conseguían carne barata “a condición de burlar el fielato”.
Junto a la Casa del Barco estaba la Campa de Felipe, donde las vecinas sacaban las sillas a la tarde con las labores de la colada y la costura, cuidaban de los pequeños de otras vecinas, maldecían al usurero de la tienda de comestibles o hablaban de los acontecimientos políticos más destacados.
Los hombres se reunían en la taberna del señor Mariano y los niños vivían la magia del descubrimiento entre descampados y caminos que llevaban al campo, por los que podían pasar el Puente de los Franceses e ir a bañarse a una poza del Manzanares, incluso. Jugaban al fútbol en los solares y frecuentaban al médico de la mutualidad obrera, que venía desde fuera del barrio para tratar a los tuberculosos.
Santiago Carrillo estudió en el Grupo Escolar Cervantes, en la Glorieta de Cuatro Caminos, un centro pionero para los niños de clase trabajadora del que el político guarda un gran recuerdo, igual que de sus maestros Ángel Llorca o Justa Freire. En el documental Ángel Llorca. El último ensayo contaba que los niños de la barriada permanecían en el colegio muchas horas después de terminar las clases: “Nos hubiéramos quedado a dormir si hubiéramos tenido cama”. Sin embargo, pronto tuvo que dejar la escuela y emplearse como aprendiz en una imprenta.
El joven Carrillo, que había empezado a escribir en El Socialista en 1930, sintió que su barrio “pese a su aislamiento, formaba parte de un todo” a raíz de la fiesta por la proclamación de la República, el 14 de abril. Hubo celebración en la calle y en la taberna de Mariano. Carrillo habla también de la politización del vecindario durante los años republicanos. Algunas de aquellas mujeres que se reunían en la Campa del Felipe, cuenta, correrían a escobazos por Jerónima Llorente a las damas catequistas que habían acudido en el 34 al barrio para comprar votos a cambio de colchones o dinero; y muchos de sus vecinos estarían en la toma del Cuartel de la Montaña dos años después, aunque eso no lo presenció porque estaba preso en la Modelo por su participación en la revolución del 34.
La vida militante de Santiago Carrillo, como joven dirigente socialista y, sobre todo, líder comunista, dio mucho de sí hasta su muerte en 2012. Hoy hemos querido dejar constancia de lo que su memoria de la Casa del Barco nos cuenta de aquel rincón obrero del barrio de Bellas Vistas.
Actualización: si bien nosotros no fuimos capaces de establecer con seguridad el número actual comparando la numeración de la que habla Carrillo con el parcelario de la época, nos escriben para informarnos que se corresponde con el actual número 49 del actual av del Doctor Federico Rubio y Galí. Nos cuentan también que entre los vecinos se sigue conociendo como casa barco.
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