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Opinión - Días de ira. Por Rosa María Artal

La imprenta de Tetuán de donde salían los cromos antiguos de futbolistas y se tiraron 90.000 portadas de Dover

El universo de Ediciones Deportivas ALG fue muy extenso

Luis de la Cruz

Madrid —

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Uno de los secretos mejor guardados de los barrios son las historias que se ocultan en sus espacios industriales, sin escaparates que dejen ver sus historias al paseante, sin flujo constante de los vecinos atravesando sus umbrales. Un patrimonio material (en forma de maquinaria o de los propios edificios) e inmaterial (de saberes e historias) del que hoy traemos un ejemplo con un pie antes de ayer y otro en los engranajes de la cultura popular que más apelan a nuestras nostalgias más puras: la infancia y la música.

El distrito de Tetuán tiene un rico tejido de pequeñas naves, algunas casi centenarias, que se mezclan con el caserío del barrio y donde hoy desaparece un tejido de talleres del que apenas quedan los mecánicos. En el número 31 de la calle de San Raimundo (Bellas Vistas, en Tetuán) existe uno de estos discretos edificios con (aún) unos cuantos hermanos en el barrio. Una casita compacta de 1930 de piso bajo y primera planta; con portón de garaje y almacén. Durante años, albergó una imprenta, como tantas en el barrio, que conocimos por un post de 2018 del productor musical Carlos Galán: Offset ALG Ediciones deportivas.

En realidad, sus denominaciones legales cambiaron con lo años. En los últimos 50 se llamó  ALG - Madrid y Suministros Gráficos ALG; en los 60s Graficas A L G, Offset Ibérico, Ediciones Deportivas ALG y Offset E. D. / A.L.G, entre otras denominaciones. El ALG que invariablemente aparece en todas ellas debía corresponder a las siglas de Adolfo López González, a quien en los primeros setenta encontramos aún al frente del negocio. 

Su tipo de actividad era “publicaciones diversas” y en esa variedad cupieron, entre otras cosas, algunos de los álbumes de cromos y portadas de discos que han construido el imaginario colectivo de nuestra sociedad.

Buscando en páginas de coleccionismo y de segunda mano es sencillo toparse con álbumes y cromos editados por Ediciones Deportivas ALG. Álbumes de cada equipo que incluían jugadores históricos y sus alineaciones. Preciosos libretos apaisados que se vendían a 2 pesetas y albergaban 90 cromos de 5x7 cm. U otros con los diferentes equipos de la liga, similares a los que todos hemos manejado en los recreos.

El historiador del fútbol Bernardo Salazar fue uno de los niños que hizo la colección de la liga de 1948. Le quedó solo un hueco por rellenar: el jugador del Españ¡nyol Alfredo Pizzinato. El nombre le obsesionó durante años, sin conseguir encontrar ninguna alineación del equipo blanquiazul donde figurara el nombre del futbolista. En el texto del álbum se leía:

“Italiano. Edad, veintinueve años. Delantero centro y extremo izquierda, indistintamente. Jugó con el equipo de Italia en la Olimpiada de Berlín. Defendió varias temporadas los colores del Ambrosiana, y formó ala con el famoso Piola, también internacional. Durante la guerra formó en el ejército de su país. Después pasó a Luxemburgo, donde actuó de entrenador. Después pudo llegar a España y enterado el Espanyol logró hacerle contrato a partir de la temporada 1948-49, cuando llevaba un año y medio sin actuar”.

Salazar encontró la respuesta ( y el propio cromo)  muchos años después, a través de un historiador del Espanyol que escribió la increíble historia del enigmático Pizzinato (luego Salazar lo contó en la Revista Líbero). 

En realidad, el tal Pizzinato se había presentado en la frontera con Francia y había declarado ante la policía ser futbolista y haber defendido los colores ilustres que luego consignaría el álbum de cromos. Según su versión, se había exiliado por su adscripción política fascista. El club de Sarriá se hizo con sus servicios, el régimen estuvo encantado de recuperar a un luchador anticomunista desnutrido para la causa del balón y los diarios deportivos le hicieron sitio a Pizzinato. Pasó los meses de verano a cuerpo de rey en las instalaciones del club perico y evitando tocar mucho el balón. En octubre la cosa no daba más de sí y el italiano se vio obligado a confesar: no tenía ni idea de jugar al fútbol.

Pero volvemos a la imprenta de donde salió el cromo perdido del futbolista que nunca lo fue. Buceando un poco en la base de datos musical Discogs uno se percata de la intensa actividad alrededor del mundo del disco que se dio en la calle de San Raimundo. Bambino, Los Bravos, Los Relámpagos, colecciones de música clásica, María Dolores Pradera, Pete Seeger, Locomotoro, Valentina y el capitán Tang, Palito Ortega o Sylvie Vartan, entre otros centenares de artistas, fueron retratados en los discos cuyas carpetas se imprimían allí. Incluso los LPs de algunos artistas que fueron vecinos de Tetuán, como Los Botines (el grupo en el que estuvo Camilo Sesto antes de su carrera en solitario) o Rocío Durcal imprimieron sus creatividades en ALG.

Y regresamos al artículo de Carlos Galán Subterfuge con el que comenzábamos el nuestro, en el que contaba que Subterfuge y otras compañías independientes (Munster, Elefant...) encontraron en la vieja imprenta de Tetuán al fabricante para sus portadas, lo que hizo que las tabernas de alrededor se convirtieran en centro de encuentro y reunión de los entonces jóvenes empresarios del disco. Es de imaginar que la eclosión del indie debió hacer reverdecer las planchas de la imprenta: se tiraron noventa mil portadas de Devil Came To Me de DOVER.

El post de Galán no repara en detalles entrañables sobre el funcionamiento de la casa durante aquellos años, bajo el mando de un tal Señor Piñeiro, que había empezado de botones en la empresa:

La imprenta estaba dirigida con mano férrea, por el Señor Piñeiro, importante recalcar el matiz de Señor porque de esa manera se dirigían a él todos sus trabajadores y también nosotros estábamos obligados a dirigirnos a él así, orden que acatábamos sin rechistar porque el respeto que Piñeiro nos imprimía, y nunca mejor dicho, era absoluto. Jamás sonreía, jamás de su boca salió un comentario positivo y cada vez que llevabas un nuevo trabajo, literalmente rezábamos porque las medidas fueran las correctas y todo estuviese ajustado al protocolo que él marcaba. Un error en esto podía suponer un rapapolvo que siempre finalizaba, con un cigarro amarrado con destreza a la comisura de su boca, con un “No me haga usted perder tiempo” que te dejaba paralizado.

El artículo termina con una referencia cariñosa al Señor Piñeiro, que llamó personalmente a Carlos Subterfuge con motivo de su jubilación para agradecerle sus contactos y decirle que a partir de ese momento podía llamarle, sencillamente, Piñeiro.  No hemos podido saber en qué año cerró la empresa pero sí que el edificio donde estuvo ALG Ediciones deportivas tiene los días contados. Una resolución de mayo de 2023 dio luz verde a la demolición del inmueble de 1930 para construir un bloque de siete viviendas con piscina. Que lo que se lleva la piqueta, al menos, quede en los pies de imprenta de los viejos cromos y los discos de varias generaciones.

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