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“En Catalunya ambos bloques han usado de manera torticera y arrojadiza el tema de la lengua”

Albert Costa, investigador y profesor en la Universidad Pompeu Fabra.

Aitor Guenaga

Albert Costa (Barcelona, 1970) es un experto en algo tan difícil de entender -y tan sugerente a la vez- como la forma en la que las personas esculpimos en nuestro cerebro el lenguaje. Precisamente, acaba de presentar en Euskadi un libro sobre esta realidad, pero referida a las personas que conocen dos idiomas, los bilingües. En 'El cerebro bilingüe, la neurociencia del lenguaje' (Editorial Debate), Costa trata de dar respuesta a todas esas preguntas, lugares comunes y, en parte, leyendas que arrastra la adquisición del lenguaje -en este caso de dos lenguas- por parte de los humanos.

La Torre de Babel se podría decir que es la peor de las maldiciones bíblicas.

Claro. La Torre de Babel tiene que ver con que los hombres se volvieron demasiado potentes y, para que no se entendieran, el magnífico Dios decidió que dejaran de entenderse entre ellos multiplicando las lenguas. Y lo que muestra eso es la potencia que tiene el lenguaje como herramienta social para que nos permita comunicarnos y crear básicamente sociabilidad. Sería improbable pensar en un mundo con comercio, por ejemplo, si no hubiera lenguaje. 

Se le nota fascinado por el lenguaje, por cómo se esculpe el mecanismo, el sistema del habla en el cerebro humano.

Cualquier aprendizaje esculpe el cerebro, y lo hace básicamente de dos maneras: creando diferentes circuitos cerebrales y también incrementando la cantidad de conexiones en ciertas áreas cerebrales, lo que llamamos la sustancia gris y la sustancia blanca, por decirlo de alguna manera. Si aprendemos a tocar el violín o a andar en bicicleta habrá partes del cerebro que cambien. En el caso del lenguaje, esculpe el cerebro de una manera muy significativa, muestra lo que se llama la plasticidad cerebral: cómo el cerebro va captando el mundo y va representando esos aprendizajes. Una memoria declarativa, la de los hechos, de la mayoría de las palabras, por ejemplo que yo te diga los ingredientes de una paella. Y otra es la memoria procedimental, que es la que tiene que ver con cómo hacer las cosas, en el ejemplo, con cómo hacer la paella. El lenguaje implica ambas memorias.

¿Cómo conviven dos lenguas en una misma cabeza?

La selección natural ha ido orientando el cerebro de tal manera que parecería que está especializado en coger dos lenguas y representarlas más o menos en las áreas cerebrales. Eso no quiere decir, por ejemplo, que en su caso el euskera esté en la parte derecha del cerebro y el castellano en la izquierda. Hay un solapamiento muy grande en las partes del cerebro que se encargan de ambas lenguas. Cuando la persona es altamente competente en la segunda lengua las estructuras cerebrales son muy similares.

En realidad hay más personas bilingües de lo que creemos. En el libro incluso usted prefiere no definir a las personas bilingües para evitar precisamente que sea o muy laxa y quepa todo el mundo o si es más cerrada dejar a mucha gente fuera de la definición.

Sí, sí. De hecho, si nos vamos a Asia o a África nos costaría encontrar personas que solo hablaran una lengua. A veces, en Europa -no en Euskadi o Catalunya- se pierde un poco la perspectiva porque hay países con lenguas muy potentes como el francés o el inglés o el propio castellano, pero si contamos la gente que ha emigrado, gente que más o menos es capaz de comunicarse en más de una lengua, diría que estamos alrededor del 70% de la gente.

Hay una idea muy extendida de que cuando las personas aprendemos dos idiomas es mucho más fácil adquirir los siguientes. ¿Esto es así o es una leyenda?

Hay una respuesta trivial y otra interesante. La primera la veremos con un ejemplo: si intento aprender italiano y solo sé castellano, me será relativamente fácil porque ambos idiomas se parecen bastante. Si además sé catalán, el léxico casi lo tengo cogido al 80% porque una palabra en italiano o se parece al castellano o al catalán. Por su puesto que hay más ventaja para aprender esa tercera lengua porque se parecen. La respuesta interesante es si la regla vale a la hora de aprender japonés, por ejemplo. Los estudios revelan que, en el aprendizaje del vocabulario, podría darse el caso de que, aunque no se parezcan las palabras, hubiera cierta ventaja, y la ventaja más clara la encontramos en la capacidad de controlar las lenguas, de focalizar en una y no en la otra. Eso es hacer malabares con dos lenguas y eso el bilingüe ya lo tiene, si intentas hacer malabares con tres lenguas te va a ser más fácil. 

¿El políglota piensa de otra manera, toma decisiones de forma distinta?

Eso tiene que ver no con que hables dos lenguas, sino que depende de la lengua en la que se te presenta la información cuando tienes que reflexionar sobre un problema. Por ejemplo, reflexionar sobre temas morales o económicos, cuando se te presenta la información en tu lengua nativa tiendes a ser más intuitivo que cuando se te presenta la información en tu lengua foránea, en la que tiendes a ser más analítico. Y cuando hablo de la lengua foránea me refiero a la lengua que entiendes, la sabes, pero que no la utilizas en un contexto social.

¿Cómo sueñan los bilingües, en ambas lenguas, siempre en una, mayoritariamente en una?

Eso tiene que ver con el contexto. ¿Usted se acuerda de en qué lengua sueña?

A veces, por ejemplo cuando estoy fuera del País Vasco, no sé, en un sitio de habla inglesa, a veces recuerdo que el sueño se ha producido en esa lengua. Y me acuerdo porque es muy raro, no es la norma, vaya

Ya tiene la respuesta, el contexto muchas veces te lleva como mínimo a que lo recuerdes en una lengua o en la otra.

¿Y un bebé, como se hace bilingüe, como adquiere ambos idiomas?

En general, los niños expuestos a dos idiomas desde la cuna no muestran muchas deficiencias a la hora de procesar el lenguaje. Hacen cosas raras a veces: de mezclar una lengua con la otra porque les falta una palabra en una lengua y no en la otra, pero con la edad va desapareciendo. Y parece que los hitos del desarrollo lingüístico: cuando aparecen las primeras palabras o las primeras combinaciones de palabras no parece que haya un retraso muy grande con chicos expuestos a dos lenguas. Pero cuando tú vives en una sociedad bilingüe, eso no es muy sorprendente, lo vemos cada día. Varían en todo: hay chicos que empiezan a andar a los ochos meses, otros al año y medio y esa variación la encontramos también en el lenguaje.

¿Y cuando una de esas lenguas es minoritaria o minorizada, como el euskera, por ejemplo, hay diferencias a la hora del aprendizaje, de cómo se graba en el cerebro?

No, eso no.

En el libro señala que “el lenguaje interactúa con la atención, el aprendizaje, la emoción, la toma de decisiones. Es una ventana para el estudio de la cognición humana”.

La idea es que el aprendizaje no solo de nuestra primera lengua, sino de la segunda, parece implicar también mecanismos atencionales que ayudan a regular la activación de ambas lenguas y a no mezclarlas involuntariamente y a saber qué lengua utilizar para hablar con cada interlocutor. Y esa habilidad de controlar, de hacer malabares con las lenguas parecería que toma recursos de carácter atencional, que son los mismos por ejemplo que tomaría cuando conducimos. Eso nos permite ver cómo dos dominios cognitivos como son la atención y el lenguaje interactúan.

Por eso usa el concepto de “gimnastas mentales” cuando se refiere a los bilingües, entiendo.

Exactamente. Esta gimnasia mental que estoy haciendo ahora al hablar con usted, una persona con una sola lengua no la tiene que realizar.

Hay una cuestión interesante en el libro que tiene que ver con algo que nos va a afectar cada vez más en esta sociedad porque vivimos más y mejor: el deterioro mental. ¿Cómo se deterioran las dos lenguas en la cabeza de una persona bilingüe que por ejemplo se ve afectado por el Alzheimer o alguna otra demencia?

Hay relativamente pocos estudios sobre esto. Y esto es así porque el Alzheimer tiene mucha heterogeneidad y el bilingüismo también acarrea mucha heterogeneidad. El que hemos hecho nosotros en Barcelona hay que tomarlo con cuidado porque era gente muy mayor que llevaba utilizando dos lenguas -que se parecen mucho, además- 60 años. Lo que hemos encontrado es que el deterioro es paralelo en ambas lenguas, se deterioran a un ritmo similar, no es cierto que la primera se deteriora más tarde que la segunda. Cabría hacer un estudio por ejemplo para ver qué sucedería en Euskadi con el euskera y el castellano, que son lenguas muy diferentes.

Ahora que habla de investigación, ¿en dónde se está centrando el foco a la hora de investigar en la neurociencia cognitiva?

Una de las cosas más prometedoras en el lenguaje tiene que ver con las diferencias individuales, ¿de dónde surgen? a la hora de aprender una segunda lengua, y de esto sabemos relativamente poco, aunque la neurociencia nos puede ayudar mucho. Y la segunda tiene que ver con la educación: a qué protocolos educativos de segundas lenguas que sean más potentes y exitosos.

Precisamente en el libro ya avisa al lector de que en sus páginas no va encontrar respuesta a la pregunta de cómo afecta el bilingüismo a los modelos educativos en comunidades con realidades lingüísticas con una fuerte identidad nacional. Algo que hemos visto en la campaña electoral catalana, la lengua ha estado muy presente.

Lo fundamental ahí es que por un lado está la ciencia y los fenómenos que la ciencia muestra, y esos fenómenos no son ni malos, ni buenos; son lo que son. Y otra cosa es el uso político que de esos fenómenos se hace. Y en Catalunya, en el uso político se están utilizando datos en relación con la lengua de una manera torticera como arma arrojadiza por ambos bloques, por ambos lados. Imagínese que descubriéramos que el vocabulario de los chicos de Barcelona en castellano es un poquito más pequeño que el de los chicos en Madrid. ¿Eso es bueno o malo? Pues es lo que es, no tiene juicio de valor.

El problema, como señalaba, es el uso arrojadizo en política de la lengua en la educación de esos datos.

Como sociedad y sociedad política que somos podemos podemos decidir en un momento aceptar esa realidad, ese menor vocabulario para que mi hijo tenga dos lenguas. ¿Y qué problema hay con eso? Eso compete a las sociedades y cómo se organizan políticamente. Ahí la ciencia no debería de entrar para nada. Yo he dado durante muchos años charlas con una ponencia titulada 'Costes y beneficios del bilingüismo' y desde Barcelona me decían los políticos: “oye, muy interesante esto, pero estamos más interesados en los beneficios”. Y cuando me llamaban de Madrid, ponían el énfasis en los costes. Y yo les decía a ambos: “no os dais cuenta de que el título de la charla lleva las dos palabras”.

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