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“El ecologismo y reparto de los trabajos planteado desde el feminismo pueden revertir la pobreza”

Yayo Herrero, en el observatorio Ataria, del Centro de Estudios Ambientales de Vitoria.

Natalia González de Uriarte

La directora general de FUHEM y coordinadora durante nueve años de Ecologistas en Acción, Yayo Herrero López, ha participado en las jornadas del Centro de Estudios Ambientales CEA de Vitoria, centradas en abordar la educación ambiental desde nuevos enfoques para concienciar a más ciudadanos. La antropóloga, educadora social e ingeniera técnica agrícola lleva media vida volcada en la divulgación de las bondades del ecologismo. Las premisas defendidas desde este movimiento y los replanteamientos de reorganización social, del reparto de tareas y trabajos, propugnado desde el feminismo pueden, a juicio de Herrero, revertir la pobreza.

Pero esta experta advierte de que “resulta una ingenuidad pensar que solo los políticos favorables a esta línea de pensamiento, pueden desde las instituciones lograr el giro”. Entiende que “si no se logra implicar a la ciudadanía, hacerla más crítica”, el cambio de modelo necesario para desalojar al capitalismo no será posible. “Me parece que no es responsabilidad solo de las personas que han llegado a las instituciones. Nos va a tocar a la ciudadanía articulada y organizada seguir trabajando para que esas ideas vayan calando y para que haya cada vez más personas que exijan rendimiento de cuentas y cumplimiento de los programas

El ecofeminismo conjuga ecologismo y feminismo. ¿Era una unión imprescindible?

El ecologismo y el feminismo son dos movimientos sociales que por separado tienen todo su sentido. Ninguno está incompleto sin el otro. Pero sí afirmo que el diálogo entre ambos permite hacer una análisis mucho más completo de la realidad, mejores diagnósticos de lo que está sucediendo y mejores respuestas. Muchas de las preocupaciones del ecologismo y muchas del feminismo tienen raíces y causas comunes como son el modelo de desarrollo, el modelo productivo, la forma de organizar la economía y muchas formas de entender la sociedad y las relaciones. Cuando los pones en diálogo surge un movimiento más fuerte.

¿Qué peso tiene este movimiento?

Escaso. Los planteamientos del ecofeminismo están entrando con bastante fuerza en los sectores organizados, en los movimientos sociales de base, en algunos movimientos políticos emancipadores con cierto recorrido, en los emergentes... Sí percibo un creciente interés por los planteamientos que hacemos pero en el resto de la sociedad el ecologismo es escaso y desconocido. E incluso dentro de estos movimientos que he citado, circula a nivel teórico. Pero a nivel práctico, las propuestas que se hacen y las políticas que se ponen en marcha dejan en evidencia que no hay tal aproximación.

De hecho el ecologismo y el feminismo siguen suscitando un fuerte rechazo en ciertos sectores de ámbitos bien diferentes, ¿a qué responde esta desaprobación?

Cuando se atiende lo que estos dos movimientos denuncian implica un cambio radical de modelo. El ecologismo pone sobre la mesa la tensión profunda existente entre el crecimiento económico y la vida en un planeta con límites físicos y que la única solución para resolver la gran crisis climática o la grave crisis de energía y materiales pasa necesariamente por meterle mano al modelo productivo y conseguir satisfacer las necesidades de las personas utilizando menos energía y menos recursos. Eso significa directamente hacerle un jaque al modelo económico capitalista que tenemos y significa meterle mano a los beneficios de muchas personas que no quieren renunciar a ellos. Por eso es un movimiento que interpela mucho. Si a eso le acompañas la idea de que vivimos muy por encima de lo que nos proporcionan nuestros propios territorios - si dejáramos de traer materiales y energía de fuera aquí no durábamos ni 15 días- y que ajustarnos a los que te puede proporcionar la naturaleza implica aprender a vivir con menos, la idea no seduce. Esa austeridad material- no la austeridad de Rajoy- es algo muy impopular en una sociedad que ha interiorizado la idea de riqueza o de buena vida asociada a consumir cada vez más. Ese es un elemento que entra en conflicto.

Con respecto al feminismo, se agrava más aún la cosa. El feminismo pone de manifiesto que hay una serie de relaciones sociales, de trabajos que deben ser realizados por hombres y mujeres. En ese caso interpelamos directamente a cada persona diciéndole que tiene que cambiar radicalmente su manera de vida. Cuando hablamos de las diferencias entre los países ricos y los países pobres, nos vemos englobados dentro de los ricos explotadores pero no nos produce mucha tensión. Cuando individualmente nos vemos colocados en una relación similar, en la que un hombre que se aprovecha del trabajo que hacen las mujeres en su propio beneficio o una mujer que se aprovecha en su propio beneficio- porque también hay mujeres que no son feministas- sí se ven interpelados directamente los propios privilegios de las personas y esto sí causa tensión. No gusta y de ahí el rechazo social que genera.

En las últimas elecciones municipales la ecología política se ha ido colando a través de confluencias en las instituciones. ¿Qué lectura hace de lo sucedido? ¿Es el primer paso del principio de un proceso de crecimiento de estos movimientos, han venido para quedarse o considera que ir en convergencia ha posibilitado ese acceso pero la presencia institucional del ecologismo político no irá mucho más allá?

Lo iremos viendo. En algunos procesos, yo hablo de los que más conozco, como el de conformación de Ahora Madrid- aunque se puede extrapolar a otros- no diría simplemente que se ha colado algún movimiento ecologista. Se ha hecho un proceso en el que la dinámica ecologista y las preocupaciones por el ecologismo y por el feminismo han estado muy presentes durante la elaboración del programa y estas propuestas han tenido carta de naturaleza por que han sido trabajadas por las personas que articulaban esa candidatura. En ese sentido me parece positivo. ¿Hasta qué punto ha calado convenientemente? Pues está por ver. En cualquier caso me parece que no es responsabilidad solo de las personas que han llegado a las instituciones, nos va a tocar a la ciudadanía articulada y organizada seguir trabajando para que esas ideas vayan calando y para que haya cada vez más personas que exijan rendimiento de cuentas y cumplimiento de los programas. Tenemos un largo recorrido por delante. En otro lugares, incluso en candidaturas convergentes, la preocupación ecológica y feminista sigue estando muy alejadas de las agendas políticas.

Es difícil en estos momento implicar a la sociedad, tan maltratada por el desempleo, en estos asuntos que a priori considera secundarios. ¿Cuál es la fórmula acertada?

Es un reto enorme. Hemos de conseguir hacer ver que la situación de desempleo y de crisis económica va de la mano con el deterioro de la naturaleza. Cuando se traslada erróneamente que proteger e implementar políticas ecológicas van en contra del empleo la ciudadanía debe pararse a reflexionar. Lo que ha provocado el desempleo galopante dentro del estado español ha sido dejar al capitalismo rampante funcionar a su aire. Ha explotado una burbuja inmobiliaria brutal. El movimiento ecologista llevaba décadas diciendo que era insostenible y nos ha explotado en la cara. Es el resultado de lo que sucede cuando se deja crecer la economía y además de espaldas a la naturaleza. Las infraestructuras, por ejemplo. Aeropuertos sin aviones, puertos sin barcos, autopistas sin coches que hay que sostener y rescatar con dinero público... Durante todos los procesos de construcción de esas infraestructuras a las personas que nos oponíamos, que decíamos que no eran necesarias y que suponían una ingente cantidad de dinero, nos han llamado antidesarrollistas y en las exposiciones de motivos de construcción de esas infraestructuras siempre la excusa que se ha utilizado era la generación de empleo directo e indirecto. Entonces cómo es posible que seamos un estado récord en infraestructuras y récord a la vez en en desempleo.

Si miramos las curvas de cómo avanza el deterioro ecológico y cómo avanza el desempleo y la precariedad, vemos que van de la mano. No va a ser posible volver recuperar los niveles de crecimiento anterior-porque físicamente es imposible- con el mismo nivel productivo. No hay ni energía, ni materiales ni posibilidad de hacerlo. Estamos abocados a otro modelo productivo que se pueda mantener. Este no puede y hemos de ser capaces de hacerlo ver a la gente. El ecologismo y reparto de todos los trabajos a través del replanteamiento de reorganización social y política del feminismo son la salida, la posibilidad de revertir la pobreza.

¿Y aquellos que perciben cierta recuperación?

La crisis actual es insuperable con la lógica del sistema.  ¿A qué le llaman ahora mismo recuperación económica? A la recuperación de los indicadores de ganancia de algunas empresas , pero ni baja el paro ni se revierte la situación de las personas excluidas, sigue habiendo una enorme precariedad y los que acceden al empleo lo hacen en unas condiciones laborales y salariales absolutamente paupérrimas. Le llamamos recuperación a que haya gente que empieza de nuevo a ganar dinero pero se hace a costa de dejarte por el camino a mucha gente.

El camino hacia ese otro modelo productivo pasa por un proceso de decrecimiento, palabra tabú. La mayoría de las formaciones políticas esquivan el término y muchos sectores económicos incluso lo repudian.

Hay palabras que dan miedo y palabras que se usan mal. El decrecimiento del que hablamos desde el ecologismo es el proceso de articular un modelo económico que utilice menos materiales, menos energía y que genere menores residuos: hacer más pequeña la esfera material de la economía. Eso no implica que no puedan crecer ciertos sectores. Todo lo relacionado con el cuidado de la vida cotidiana, con lo relacionado con producción de alimentos que no contaminen la tierra ni las personas; todo lo que tiene que ver con el despliegue de las energías renovables son sectores que podrían crecer. La condición es que globalmente la cantidad de energía, materiales y residuos sea cada vez menos. A quien tiene miedo yo le diría, lo puedes contemplar o no, pero es algo que no se puede evitar. Ya se está imponiendo, ya está sucediendo. Vamos a tener que utilizar menos energía fósil porque se agota, menos materiales porque muchos alcanzan sus picos de extracción; los caladeros de pesca, la tierra fértil, todo lo que necesitamos para vivir va a menos.

Cuando los ecologistas proponemos abordar un proceso de decrecimiento material de la economía, es porque o lo abordamos con criterios de justicia o el proceso vendrá con criterios fascistas, es decir, habrá gente que sostendrá su espacio vital -como se decía en la época fascista- o sus estilos de vida, a costa de que otra gente no llegue. Decrecimiento ambiental habrá sí o sí, lo que nos jugamos es si va a ser por la vía de la justicia o por la vía impuesta de aquellos que acumulan el poder político, económico y militar y que expulsarán a gente fuera del sistema.

El ecologismo aboga por un uso mayor de las renovables pero ¿serán suficientes para abordar la transición hacia esos modelos menos productivistas?

La apuesta clara son las renovables y limpias por varios motivos. Están los ecológicos pero también es importante tener en cuenta la tasa de retorno. Es la cantidad de energía que obtenemos en función de la que invertimos. Las energías renovables tiene una tasa de retorno importante, aunque muy inferior a la del petróleo convencional, pero es una tasa importante. ¿Pueden las renovables ser capaces de sostener la vida de las personas?. Sí, pero no al ritmo de consumo actual. Por eso ese decrecimiento de los estilos de vida materiales es impepinable.  A lo mejor no tiene sentido un coche individual para cada persona, ni energéticamente ni materialmente. Naturalmente que podemos sostener la vida con las renovables pero tienen que ir acompañadas por medidas de reducción del uso de la energía y de medidas muy fuertes de ahorro. Para lograrlo hay que actuar tanto sobre la oferta, sobre la energía que se ofrece pero también sobre los sectores que demandan. Se puede meter mano al sector de la edificación que despilfarra muchísima energía, y se puede trabajar y crear puestos de trabajo alrededor de la rehabilitación energética; se le puede meter mano al sector industrial e ir haciendo un proceso de transición paulatina hacia las industrias limpias y al sector del transporte desde luego, haciendo una apuesta declarada y firme por el transporte público. El cambio no es fácil, pero propuestas las hay y son viables. Hay cantidad de iniciativas auto-organizadas que ya están en ese camino.

Usted dice que el colectivo más hambriento de tiempo son las mujeres. También escasean en política, ¿es muy importante revertir esta tendencia?

Hay mujeres terribles en política igual que hay otras maravillosas. Me parece importante que haya mujeres en política pero lo más importante es que haya políticas feministas, eso es la clave. Es importante que a las instituciones lleguen personas que quieran poner en práctica políticas feministas e igual de importante que sobre la base, entre la ciudadanía organizada, se quiera hacer lo mismo. El cambio desde las instituciones es fundamental pero es un poco ingenuo pensar que una cambio de tal calado lo van a conseguir solo las personas que llegan a las instituciones. Hay algunas propuestas que en los imaginarios de las personas tiene una recepción tan negativa que, o conseguimos cambiar mayorías sociales para que sean muchas personas las que quieran también esos cambios, o quienes quieran hacer las políticas se van a ver con muchas dificultades.

Por ejemplo, en Madrid el acto de investidura fue el sábado. La campaña mediática organizada desde el minuto uno para intentar criminalizar las personas que han llegado es impresionante. Un ejemplo: lo ocurrido con Guillermo Zapata, un ejemplo de persona comprometida, pacifista, lo más alejado que pueda haber de una persona sectaria. De en un debate sobre los límites del humor negro, cogen tres chistes, los sacan en un 'tuit' y convierten a una persona con una conducta ciudadana absolutamente irreprochable en un ser irreconocible para lo que tratamos con él. Acto seguido, por una protesta sobre el laicismo, ha repetido la misma operación con Rita Maestre. Tenemos que trabajar para conseguir una ciudadanía crítica, no tan vulnerable, que ponga bajo sospecha ese tipo de movimientos perversos, que no les de crédito para que esas personas que han llegado a las instituciones para defender y trabajar por la justicia social no sean expulsadas con esa facilidad y pierdan credibilidad ante la sociedad con esa rapidez.

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