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OPINIÓN | Ana 'Roja' Quintana, por Antonio Maestre

Mucho mes al final del sueldo

Una empleada de un supermercado de Madrid coloca carteles con los precios. EFE/ Zipi Aragon

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Llegar a fin de mes se ha convertido en una tarea difícil. Durante el último año y medio, pero especialmente a lo largo de 2022, España ha experimentado los aumentos de precios más intensos de las últimas cuatro décadas. Sin haber curado aún las heridas de la pandemia, la crisis de precios que experimentamos se sufre de manera diferente entre los distintos hogares, afectando especialmente a los más vulnerables. Entre enero y noviembre de 2022, la inflación ha reducido el poder de compra de los hogares en peor situación un 26% más que el de aquellos con mayores ingresos. La subida de precios es tan intensa, que también parece estar afectando a la clase media, que ve cómo se esfuman sus ahorros y con ello sus proyectos de futuro y su colchón de seguridad ante posibles imprevistos. Conviene señalar que la clase media es un colectivo que en España es más pequeño que en el resto de países europeos más ricos y que ha ido perdiendo peso a lo largo de los últimos 30 años.

Cada vez más, un mayor número de familias viven con angustia cómo sus ingresos ya no alcanzan para llenar la nevera o hacer frente a las facturas de luz y calefacción. Y es que las consecuencias de esta crisis de coste de vida están siendo soportadas principalmente por las personas trabajadoras, que ven cómo sus salarios pierden poder adquisitivo. En términos reales, estos estarían cayendo a niveles semejantes a los vividos en los peores años de la gran crisis iniciada en 2008. Con el salario promedio de 2022, una persona trabajadora en España es un 4% más pobre que en 2008. 

Pero la actual crisis de precios es también una crisis de desigualdad, agravada porque muchas grandes empresas se han aprovechado del contexto de incertidumbre, la pandemia y la guerra en Ucrania y están sacando tajada, inflando precios y márgenes, a costa de una gran mayoría. Los beneficios y márgenes empresariales, especialmente los de las grandes compañías, se han mantenido o han crecido. En 2021, el beneficio conjunto de las empresas del IBEX 35 fue ya un 63 % superior al de 2019, e incluso un 55 % por encima de la media de los resultados de los cinco años pre-pandemia (entre 2015 y 2019). Esta tendencia se ha acelerado en el último año. Tan solo en el tercer trimestre de 2022 estas mismas empresas anunciaron resultados un 30% superiores a los del mismo periodo del año anterior. Aunque aún no disponemos de los resultados definitivos para 2022, los pagos a cuenta del impuesto de sociedades que llevan haciendo las empresas a lo largo del pasado año muestran este importante aumento de los beneficios, especialmente de las grandes empresas.

Este mayor dinamismo de los beneficios de las empresas se apuntala en unos márgenes que se han disparado en el último año y medio. Es decir, las empresas no solo no han podido trasladar el aumento de sus costes, sino que han conseguido aumentar el beneficio que sacan de cada producto o servicio que venden. Considerando los datos de facturación de las empresas, a través de las declaraciones del IVA de la Agencia Tributaria, a finales de 2022, los márgenes de las empresas eran un 60% superiores a los observados a finales de 2019 (antes de la pandemia), mientras los salarios apenas habían crecido un 4%.

Aunque el origen de este periodo inflacionario lo podemos encontrar en la fuerte subida de los costes de materias primas y otros bienes esenciales para la producción, primero por la pandemia y luego por la guerra de Ucrania, los beneficios empresariales están dopando el coste de la vida. En 2022, el 90% del incremento de los precios se puede explicar por los aumentos de los beneficios de las empresas. Es la inflación de la codicia. 

Como resultado, más personas trabajadoras y hogares están viviendo una situación de mayor precariedad, escasez y vulnerabilidad, mientras que algunas empresas, fortunas y personas ricas siguen aumentando su riqueza y beneficios empresariales. Cuanto mayor es el peso en la economía de las rentas de capital (dividendos y otros rendimientos financieros) frente a las rentas del trabajo, mayor será la desigualdad económica, por la fuerte concentración en pocas manos que presentan las primeras. 86 de cada 100 euros repartidos como rentas de capital acaban en manos de apenas un 10% de la población

Lo que aprendemos en los libros de teoría económica es que la inflación se produce como resultado de los desajustes entre lo que se demanda y lo que se produce. Pero la inflación, como señala el conocido economista Olivier Blanchard, también es el resultado del conflicto distributivo entre empresas, trabajadores y los contribuyentes. 

Resulta necesario tomar medidas de calado para evitar que estos aumentos de precios y la creciente pérdida de peso de las rentas salariales, se acaben convirtiendo en un determinante estructural de la desigualdad a futuro. Los últimos datos de EUROSTAT muestran que España es uno de los países más desiguales de toda la Unión Europea. Y así ha sido hace década, en parte por un mercado laboral disfuncional y en parte por una muy limitada capacidad redistributiva a través de impuestos y gasto público. 

Es urgente avanzar hacia un acuerdo nacional que permita recuperar el poder adquisitivo de las personas trabajadoras. El Gobierno debe liderar esta tarea, y para ella necesita ayudarse de otras herramientas como las políticas fiscales y sociales. Las medidas tributarias emprendidas recientemente van en la buena dirección para saldar de manera más justa la factura que arrastramos por los esfuerzos durante la pandemia. Pero son temporales, son parches con fecha de caducidad. En lo que se refiere a las medidas sociales, ya va siendo hora de hacer de sacar todo el potencial de una administración pública del siglo XXI que nos permita llegar a quién realmente lo necesita y dejarnos de la brocha gorda. Avanzar en la implementación y generosidad del IMV, resulta crucial. 

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