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Dar las gracias a quienes siempre lucharon por la democracia

Concentración en Madrid contra la impunidad del franquismo y por un juicio a Martín Villa
7 de septiembre de 2020 22:54 h

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En su libro El perdón el filósofo V. Jankélévitch plasma unos versos sobre la ausencia de conciencia:  

La primavera no distingue

Entre nuestros jardines y el llano maldito

En el que perecieron a hierro y a fuego

Cuatro millones de ofendidos.

 

Y el tiempo brilla, brilla, ¡ay!, como si nada.

No tiene mala conciencia la bonita primavera;

En realidad, no tiene conciencia alguna: ni mala ni buena…

Esa falta de conciencia está instalada en demasiados lugares del Estado español. Las razones son numerosas. El franquismo impuso silencio, falsedad y omisión con el objetivo de ocultar sus crímenes de lesa humanidad, consistentes en la persecución sistemática -a través de asesinatos, desapariciones, torturas, esclavitud, encarcelamientos, ostracismo- a un sector de la población que tenía ideas políticas con las que la dictadura y sus defensores querían terminar. 

Ese silencio ha creado ignorancia sobre los hechos ocurridos durante décadas, a veces incluso en el propio seno de familias afectadas por los crímenes.  

Pero esa falta de conciencia no solo existe a causa de la ausencia de conocimiento. Hay quienes sí saben, pero no disponen de la suficiente cultura democrática y de derecho humanos como para entender que cuando se defiende la impunidad no solo no se castiga a los autores de crímenes de lesa humanidad, sino que se continúa causando daños a una categoría determinada de ciudadanos. 

La impunidad niega a los asesinados, a los desaparecidos, a los torturados, a los esclavizados, a los encarcelados, a los heridos, a los perseguidos, y también a sus familias, porque con ella se está diciendo que los hechos no ocurrieron, o que si ocurrieron fue porque tuvieron que ocurrir, por necesidad, porque no quedaba más remedio por el bien común. Es decir, se justifican. 

En España hay algo más de 114.000 personas desaparecidas por el franquismo. Aquella práctica de persecución sistemática se prolongó hasta después de morir Franco, puesto que su fallecimiento natural, en la cama y funeral con grandes honores, no terminó con las estructuras franquistas y sus dinámicas de la noche a la mañana. La represión prosiguió un tiempo con persecución, homicidios, torturas, cargas policiales violentas contra personas que reclamaban democracia y que, con su lucha, contribuyeron activamente a traerla. 

Nada de aquello fue investigado debidamente, no hubo juicios ni sentencias, ni verdad, porque se impuso un discurso oficial que apartaba a las víctimas. Vale, era una dictadura, era imposible. Vale, luego llegaron tiempos difíciles. ¿Y tras ello? Como señala Naciones Unidas, España mantiene un patrón de impunidad con el que debe terminar para impulsar activamente una investigación sobre estas graves violaciones de derechos humanos.  

Quienes reclaman justicia a un sistema jurídico que se la niega viven nuevamente la injusticia y son revictimizados. Esto lleva pasando en España muchos años. Tantos, que finalmente las víctimas optaron en 2010 por buscar fuera lo que su país les niega dentro. Así nació la querella argentina.  

“Conmueve, ante esa doble experiencia de injusticia, que las víctimas emprendan de nuevo el camino del derecho, del sistema jurídico, de los pasillos judiciales, en busca de justicia”, señala la abogada Ana Messuti en su libro Derecho como memoria y justicia. Y no es baladí esta afirmación. Hay en el esfuerzo de las víctimas un acto de defensa de los valores democráticos y de justicia ejemplar y digno, algo ausente en quienes se empeñan en negarla. 

Los querellantes de la causa argentina contra los crímenes del franquismo representan la vanguardia de los valores democráticos y de justicia. Su reivindicación mejora nuestro país. Si nadie hubiera luchado contra el golpe de Estado y en las décadas siguientes contra la dictadura, éste sería un país indigno. Reconocer a las víctimas es transmitir con un mensaje contundente que su sufrimiento deja de pasar desapercibido, que se lo conoce y reconoce para evitar que se repita en el futuro. 

En España hubo gente que cometió crímenes de lesa humanidad y fue defendida por el poder. En España muchas personas actuaron con prácticas represoras y nunca defendieron la democracia, pero el Estado les ha evitado juicios y les ha facilitado reconocimientos. En España hubo individuos que no movieron un dedo para evitar la represión, y han sido defendidos por la oficialidad. 

En España hubo también personas que lucharon siempre por la democracia, y hasta dieron su vida por ella. Se les ha castigado desde el Estado, negándoles en repetidas ocasiones justicia, reparación, visibilidad. Es tarde, pero aún se está a tiempo. En el año 2020 ya es hora de que los tres poderes den las gracias a las víctimas y faciliten la justicia y reparación que sistemáticamente les han negado.

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