Poco imperativo y nada categórico
Obra sólo según aquella máxima por la cual al mismo tiempo puedas querer se convierta en ley universal
Dentro de algunos años solo una demediada élite entenderá el título de este artículo. Solo un selecto grupo será capaz de plantearse bajo qué premisas éticas dirige su vida. Nunca se ha hablado más de ética y nunca nos hemos alejado más de una ética laica y de una deontología de las diversas profesiones que se mantenga al margen de la disciplina puramente ideológica o religiosa y que sea capaz de ser válida para todos los individuos que practican un arte o una profesión. Será otro mundo, que no voy a juzgar, pero no será el que nos ha traído hasta aquí.
Cada vez es más evidente que las presuntas polémicas que recorren las redes o los medios o las disputas de grupos de mensajería solo lo son a menos que uno prescinda de los principios rectores de una ética común. Eso es lo que se está rompiendo en nuestra sociedad. Una comunidad de valores y a la vez de filtros y límites personales y de conciencia que sirvieron durante siglos para regir no solo la vida en sociedad, sino también la vida propia, la del individuo que aspiraba al bien vivir y, por supuesto, al bien morir para esa otra vida en que creía o para la disolución en la nada.
Profesores y ciudadanos se juntaban ayer ante el Ministerio de Educación para exigirle a un gobierno progresista que no deje a los adolescentes sin un mínimo contacto obligatorio con la Filosofía. Unas doscientas personas dicen, algunas viajando desde la madrugada para llegar, fueron el único grito silencioso que no alcanzará un futuro que será más negro que un presente que ya hiede. Ningún ser humano puede perfeccionarse sin una filosofía ética con que regir su vida. Algunos le han subarrendado ese trabajo personal a una religión que les marca los principios, pero para los que tienen que buscar esa guía interna, la Filosofía, y la ética como subdivisión, representa una guía inexcusable. Ese grito en el vacío al que casi nadie ha prestado atención es un suicidio colectivo, como ya les contaba en “Matan la filosofía, asesinan el futuro”. Solo que hoy quiero ponerles unas cuantas muestras actuales de por qué si uno está imbuido de una ética personal y profesional sabe perfectamente que las “polémicas” o “escándalos” o “disyuntivas” que nos presentan no son a veces tales, que solo hay un camino correcto.
Me confieso de educación primero católica, luego laica, y de vocación kantiana. Desde esas distintas perspectivas creo que cualquiera de las formulaciones del imperativo categórico es bastante para elegir los caminos éticos de la vida. Recuerdo cómo me lo hicieron aprender: “Actúa de modo y manera que la máxima de tu voluntad pueda ser elevada a categoría de ley universal” o, dicho más sencillo, que lo que a ti se te presenta como bueno y benéfico solo lo es si esa bondad se mantiene al hacerlo extensivo a toda la humanidad. Pongo un ejemplo: “el que roba a un ladrón tiene mil años de perdón” dice el refrán popular en una máxima que no resiste el análisis ético que les propongo. Basta imaginar un mundo en el que todos los que roben a un ladrón sean exculpados (moral y penalmente) y en el que dado que todos roban, haciendo el bien, todos se convierten en ladrones y a su vez en potenciales víctimas. Una sociedad así no es posible ergo tampoco es aceptable si lo hago yo solo.
Apliquen esta máxima a la polémica sobre si la productora de MasterChef debe o no debe incluir en el montaje final de Maestros de la Costura y MasterChef Junior las grabaciones de la malograda actriz Verónica Forqué. No voy a entrar en responsabilizar a nadie de la tremenda decisión personal de un suicidio que, sin duda, responde a un cúmulo de circunstancias vitales que nunca seremos capaces de atisbar, sino a la emisión de imágenes póstumas de una persona que se ha quitado la vida, grabadas en el tiempo previo a esa terrible decisión. No se trata de reproducir sus películas, de cuando estaba en plenas facultades y vivía y trabajaba feliz, sino de emitir los estertores finales de un alma que ya no pudo seguir cargando con el peso de la vida. Algo que no aportaría ningún beneficio social pero sí un beneficio económico, ya que esa llamada del morbo que estimula a los espíritus más bajos representaría un acicate de audiencia que se traduciría en beneficios. Traten de convertir en máxima universal esa premisa. Formúlenla: “es bueno utilizar aquello que poseamos de una persona que se quitó la vida o que murió trágicamente para mejorar nuestras propias expectativas económicas y personales” o “es bueno traficar con cualquier cosa siempre y cuando nos garantice beneficio y hacerlo además en un medio que es un servicio público esencial que pagamos todos”. Esta es la respuesta que el comité de RTVE tiene que darle a Shine y yo no tengo dudas sobre cuál debe ser aunque todo caso ético admite un debate a la luz de la razón.
La ética es un valor interiorizado, no un mero comité. Esto vale para el último episodio sucedido en las elecciones a la Comisión de Ética de la carrera fiscal. Me cuentan que, en conversaciones previas, el presidente de la junta electoral recomendó a los representantes de otras asociaciones de fiscales que no se implicaran en la promoción de candidatos para que los fiscales se presentaran de forma individual y lograr la excelencia y no una mera representación ideológica. Sucedió que a posteriori la propia asociación a la que pertenece el presidente de la junta, la mayoritaria y conservadora Asociación de Fiscales, se dirigió a sus asociados para instarles a votar a sus candidatos. “Podemos hacer valer el ideario de la Asociación de Fiscales”, decían en el comunicado. Así que mientras uno de sus miembros, presidente del proceso, instaba a la Unión Progresista de Fiscales y a la APIF a mantenerse por ética al margen del proceso, la AF se lanzaba a la conquista de un órgano con toda su energía para “hacer valer su ideario” que por definición pertenece a un movimiento y que es sinónimo de ideología. Lo han conseguido. Han copado todos los puestos de la Comisión de Ética de la Fiscalía que aportará ya solo una visión concreta de la filosofía moral de los miembros del Ministerio Público. Indudablemente tampoco es muy ético solicitar de los demás un comportamiento que no aceptas, como ha sucedido, ni dejar que cale la idea de que quien respeta estos principios ya hablados se convierte en un pardillo que pierde la ocasión.
Tenemos las diferentes varas de medir que aplica el CGPJ incluso en términos éticos. Diferente vara de medir e imperativo categórico son incompatibles y menos en el empeño de establecer las buenas o malas prácticas de un poder del Estado, más allá de la línea roja de lo sancionable, que por definición es lo inaceptable. Las normas sancionadoras son la última línea roja de la moral y la ética, la línea que la sociedad no está dispuesta a que trasvases, la línea que te asegura el castigo. La Comisión de Ética de los jueces reunió en unas jornadas en la sede del Consejo a magistrados con presencia en redes para ver cuál debe ser el comportamiento adecuado de los jueces en ellas y a la par continuamos sin saber qué respuesta piensa dar Lesmes a la consellera de Justicia catalana que protestaba por los tuits de un juez de Barcelona, emboscado bajo un seudónimo, que pidió en Twitter que sus compañeros fallaran contra la Generalitat llevara o no razón. Esta llamada a la prevaricación activa lleva ya más de quince días sin respuesta alguna, mientras que un solo tuit de Ione Belarra de crítica al Tribunal Supremo mereció una reunión expresa de la Comisión Permanente y un comunicado urgente de repulsa. Analicen si puede ser elevado a categoría universal esa prisa por censurar a los de un signo y ese olvido de reprochar a los de otro.
¿Creen que muchas de las intervenciones de líderes políticos en el Congreso -como muestra las de esta semana- pasan la más mínima reflexión ética sea esta kantiana o tan cristiana como dicen ser estos líderes?
Y la mayor parte de los actuantes aún tuvieron Filosofía obligatoria en 2º de BUP y si no fueron catequizados por la moral católica tuvieron varios años de Ética y Moral.
Fíjense lo que nos espera.
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