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'Verdul' que te quiero 'verdul'

'Verdul' que te quiero 'verdul'
19 de octubre de 2021 21:54 h

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El turquesa, ¿es un tipo de azul o de verde? ¿Cuánto de amarillo tiene que tener un rojo para que lo llamemos naranja? ¿Por qué el color caqui no es del color de los caquis? Aunque a ojos legos estas preguntas puedan parecer banales, la cuestión sobre cómo los idiomas categorizan los colores es uno de los temas fetiche de la Lingüística. Al fin y al cabo, las distintas tonalidades conforman un espectro continuo que cada lengua fragmenta en categorías que encapsulamos mental y lingüísticamente como colores. Sin embargo, la manera en que fragmentamos el continuo de color no siempre coincide de una lengua otra: por ejemplo, en castellano distinguimos el rojo y el rosa como colores diferentes, pero en chino se consideran gamas de un mismo color (es decir, el rosa se considera una especie de rojo claro). También se da el caso contrario: lenguas que distinguen como colores distintos lo que para nosotros son matices dentro de una misma gama. En castellano, el azul claro y el azul oscuro son tonos dentro de un mismo color, pero en ruso se consideran colores distintos. 

El caso más estudiado en lo que a colores se refiere es el de la distinción entre el verde y el azul. Las lenguas del mundo se dividen en dos: aquellas que consideran el verde y el azul dos colores distintos (es decir, la lengua dispone de términos básicos independientes para cada uno de estos tonos) y aquellas que tienen un mismo término para ambos colores. El castellano y otras lenguas romances distinguen en su vocabulario entre verde y azul. Otras lenguas como el zulú, el japonés, el tailandés o el galés, sin embargo, disponen de un solo término para ambos tonos. El euskera, por ejemplo, dispone de una palabra para el azul ('urdin') que en origen también englobaba al verde, y echa mano del castellanismo 'berde' para referirse específicamente al verde. 

La existencia de un término único para el verde y el azul ha sido tan documentada y central que en los estudios de Lingüística a la sección del espectro cromático que abarca el verde y el azul se la ha venido a denominar como 'grue' (mezcla del inglés 'green', “verde” y 'blue', “azul”), es decir, algo así como “verdul”: se distingue así entre lenguas que tienen un único término para el verdul, y aquellas que tienen dos. ¿Por qué algunas lenguas distinguen dos tipos de verdul y otras no? Un estudio publicado hace unas semanas en Scientific Reports apunta a varios posibles factores externos, como la cantidad de exposición solar que reciben los hablantes, el tamaño de la población (que suele ser indicador de cuánto de compleja es la sociedad) y la cercanía geográfica de masas de agua (como lagos).

Esta obsesión de los lingüistas por los nombres de los colores no se debe a que los hablantes de lenguas con un solo término para el verdul no puedan percibir la diferencia entre el verde y azul. De hecho, es habitual que las lenguas con un solo término para el verdul le añadan un apellido que especifique el tono de verdul en cuestión (verdul hierba vs verdul océano, por ejemplo), de la misma manera que los castellanoparlantes podemos distinguir entre el azul cielo y el azul marino, aunque los entendamos como modalidades de un mismo color. El meollo no reside pues en la percepción, sino en la conceptualización que los hablantes hacen. La recopilación y comparación de los nombres de los colores en distintas lenguas nos permite intentar responder a algunas cuestiones fundamentales referentes a la relación entre lengua y cognición: ¿Los hablantes de lenguas con distinta fragmentación cromática entienden los colores de manera diferente? ¿Concibe un rusoparlante el azul claro de una manera distinta a como lo hace un castellanoparlante? ¿Tiene la categorización de colores una base biológica o está culturalmente determinada (o mediada por la lengua)? 

Estas preguntas fueron el punto de partida de los estudios de Brent Berlin y Paul Kay, dos investigadores que en la década de 1960 se dedicaron a estudiar cómo lenguas diferentes fragmentan y conceptualizan el espectro de colores. Según sus conclusiones, la categorización que las distintas lenguas hacen de los colores parece obedecer unas reglas universales. Existe un repertorio bastante fijo de colores básicos en torno a los cuales los humanos tienden a conceptualizar sus denominaciones cromáticas: blanco, negro, rojo, verde, amarillo, azul, marrón, morado, rosa, naranja y gris. Si bien no todas las lenguas disponen necesariamente de términos básicos para estos once colores, los colores de este repertorio cromático que aparezcan en una lengua lo harán siempre en ese orden. Es decir, si una lengua tiene palabras solo para dos colores, estos dos colores serán siempre el blanco y el negro. Si la lengua tiene un término para un tercer color, será necesariamente el rojo. Y así sucesivamente. Dicho de otro modo: no es posible que una lengua tenga cinco palabras para los colores y que los colores representados resulten ser negro, azul, rosa, marrón y naranja, sino que si una lengua tiene cinco colores obligatoriamente serán blanco, negro, rojo, amarillo y verde. 

La relación entre color y lenguaje es un tema candente en Lingüística que aún está en discusión y que nos permite asomarnos a cómo los humanos conceptualizan la realidad que los rodea. Para gustos, los colores. Incluido el verdul.

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