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ENTREVISTA

Andrea Henry, presidenta del CJE: “Proyectamos el futuro desmotivados y lo peor es una juventud sin expectativas”

Andrea Henry, presidenta del Consejo de la Juventud.

Sofía Pérez Mendoza

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Andrea Henry (Xirivella, 2000) se ve en diez años con una hipoteca, “estabilizada” y con un trabajo en algún lugar del Mediterráneo. Por ahora, a los 23 y terminando un máster en Psicología de la Educación, es la presidenta más joven del Consejo de la Juventud de España, un órgano bastante desconocido creado por ley hace 40 años que representa a las personas de entre 14 y 30 años a través de más 60 entidades.

Cuando empezó a moverse en asociaciones estudiantiles en su instituto, hace nueve años, España estaba en plena crisis económica y acababa de estallar el 15M. “Y después ha venido otra crisis enorme, la inflación y dos guerras, nuestra generación no ha parado de vivir cosas insólitas”, dice en esta entrevista, en la que asegura que los problemas de la juventud se perciben todavía como asuntos de “segunda división”. “Se espera a que simplemente crezcamos y mágicamente desaparezcan”, analiza el año que por primera vez la edad media para salir de casa ha superado los 30 años, según un informe del Observatorio de Emancipación que tiene el organismo.

El Consejo de la Juventud se creó hace 40 años como un órgano de participación e interlocución entre los jóvenes y los poderes públicos. ¿Es todo lo conocido que debería?

Siendo completamente sinceras, no. Están representadas todas las personas jóvenes y nos encantaría que nos conocieran, pero la realidad es que no es así. Nadie les enseña que tienen un organismo que se encarga de defender sus derechos y sus intereses y nos cuesta muchas veces que se entienda lo que somos. El Consejo fue creado por ley en 1983, hace 40 años. La gente cree que somos una organización más y trabajamos con muchas organizaciones del tercer sector, pero fuimos creados por el Gobierno de España porque necesitaban un espacio de participación y de escuchar la voz de las personas jóvenes. Somos la organización que da voz a los siete millones de jóvenes que hay actualmente en este país.

Hace algo más de un año que está al frente del Consejo. ¿Cuál diría que es la prioridad ahora mismo?

Con el panorama político que tenemos, con la legislatura recién empezada, creemos que la principal prioridad del Consejo es conseguir una vivienda digna y accesible para las personas jóvenes. Esa sería la principal preocupación que tenemos ahora mismo: no poder emanciparnos. Y es donde estamos intentando centrar nuestros esfuerzos sin dejar por supuesto todo lo demás de lado. La vivienda es sin duda el tema de la legislatura.

¿Les hacen poco caso los políticos?

Depende de lo que consideremos hacer caso. Desde que llegué al Consejo hace un año, y hablo por mí y no por otros compañeros anteriores que vivieron situaciones políticas y sociales diferentes, no he parado de reunirme con ministros y con todo tipo de responsables de las administraciones y de los partidos políticos. Considero que hay una relación cercana. Ahora bien, el problema no es que no se reúnan con nosotros o que no nos escuchen, porque lo hacen y y atienden a nuestras preguntas. El problema es que todo lo que reivindicamos o todo lo que como Consejo proponemos muchas veces no lo vemos reflejado en la legislación. La mayoría de las veces cuando hablan de juventud cuentan con el Consejo pero hay un problema en dónde llegan nuestras propuestas. Muchas veces no se materializan en leyes ni en normativas que realmente cambien nuestra situación como personas jóvenes.

¿Tienen expectativas de que cambien las cosas con la creación del Ministerio de Juventud e Infancia?

La creación del nuevo Ministerio de Juventud e Infancia es muy positiva, no solo para el Consejo, sino al final para los jóvenes de este país, que es a los que representa el Consejo, pero las mayores preocupaciones nuestras tienen que trabajarse también con otros ministerios. El reto del Ministerio de Juventud e Infancia va a ser precisamente la transversalidad y hacer de conexión entre muchos otros ministerios porque solo no puede trabajar. Tiene que hacerlo con el de Vivienda, con el de Sanidad, con el de Trabajo...para que realmente la vida de las personas jóvenes mejore.

Va ser el gran reto pero por eso precisamente se ha creado: para poner en el centro del debate público y de las políticas públicas la realidad de las personas jóvenes y en este caso de los niños, niñas y adolescentes. También pedimos para este año la puesta en marcha de una Ley de Juventud que ponga a la juventud en el centro de las políticas públicas, por ejemplo, con la realización de un informe de impacto en los Presupuestos Generales del Estado, como ya se hace con infancia o con género.

El cauce de diálogo, decía, está abierto, pero eso no tiene una trasferencia en las políticas. ¿A qué lo atribuyen? ¿Sienten que se minimizan los problemas de la juventud?

Sí, totalmente, pero es algo que ocurre sociológicamente en cuanto a las generaciones. Estoy segura de que mis predecesoras y compañeras del Consejo también lo han sentido. Cuando eres joven la idea que tiene la sociedad de ti es que tienes muchísima vida por delante. Los problemas se ven como de segunda división. Porque, ¿qué sabrás tú de la vida que tienes 23 años y te estás quejando de no poder pagar un alquiler? ¿Qué sabrás tú si hay muchos problemas mucho peores en la vida? Entonces empiezan a hablar de los problemas que tienen las personas de otras generaciones.

Desde el Consejo decimos: de acuerdo, yo también tendré esos problemas cuando crezca, cuando tenga cuarenta o cincuenta y serán importantes, pero ahora tengo unos que no se están solucionando porque se está esperando simplemente a que crezca, a que cumpla 30 años y a que mágicamente desaparezcan. Pero la realidad es que no es así. Este año por primera vez en la historia desde que tenemos datos (el año 2000), la edad media de emancipación ha sobrepasado los 30 años y se ha situado en 30,3. Los jóvenes ya no nos emancipamos ni siquiera cuando somos jóvenes sino cuando dejamos de serlo y pasamos los 30. No sé si está bien elegida la expresión “problemas de segunda división”, pero sentimos que primero solucionan lo verdaderamente importante y luego ya hablamos de lo que nos pasa.

¿Cómo arreglamos lo de la vivienda?

Todo lo que se está haciendo no es suficiente. Se van dando pequeños pasos, como el bono del alquiler, pero es una medida que ha tenido una mala ejecución autonómica. Ha llegado a 60.000 personas, que son menos del 1% de los y las jóvenes de este país. A corto plazo pueden intentar solucionar algo si se ejecuta bien pero ni siquiera eso como hemos visto en algunas comunidades autónomas. El Consejo lleva muchísimo tiempo hablando de la regulación de los precios del alquiler en las zonas tensionadas, eso es fundamental; y sobre todo la construcción de un parque de vivienda pública que en España no tenemos en comparación con otros países de la OCDE y de la Unión Europea.

Hay que tomar medidas valientes y empezar con la ejecución de la ley de vivienda. Es suficientemente importante y urgente como para que ayuntamientos, comunidades autónomas y gobiernos estatales, independientemente del color o del partido que sean, se pongan manos a la obra. También están los salarios. El primer problema que tiene un joven o una joven para no poder acceder a un alquiler es la precariedad. Y después, por supuesto, el elevado precio de los alquileres. Porque ya ni hablamos de compra, es algo impensable.

Se habla de las personas jóvenes como una “generación de cristal”, más violenta, más expuesta a peligros, que quiere trabajar menos o que coloca el trabajo en otro lugar... ¿Lo negativo ha impregnado la percepción de la juventud?

Desde hace un tiempo, y especialmente desde la pandemia, cuando hablamos de jóvenes parece que solo hablamos en términos negativos. No solo como presidenta del Consejo sino como Andrea, una joven de 23 años, creo que somos una generación que estamos haciendo cambios importantes. Cuando oía hablar de la generación de cristal, antes me molestaba y me ponía a debatir; ahora ya ni entro al trapo. Estamos llamando generación de cristal a una generación que ha podido poner palabras a cosas que otras generaciones no han conseguido o que ha podido hablar de la salud mental sin que sea un tabú.

Cuando oía hablar de la generación de cristal, antes me molestaba y me ponía a debatir; ahora ya ni entro al trapo. Estamos llamando así a una generación que ha podido poner palabras a cosas que otras no han conseguido

También hablamos de una generación que sabe lo que es trabajar en condiciones precarias e ilegales. No es que ponga el trabajo en segundo lugar, es que se ha estudiado mucho y se ha esforzado para salir a un mercado laboral precario con un 40% de temporalidad no deseada o un 40% de sobrecualificación. Somos una generación a la que han creado unas expectativas muy grandes en torno al trabajo. Se nos ha dicho: tu estudia, estudia, porque así conseguirás todo lo que te propongas en la vida. Y estudiar es importantísimo, pero hemos salido con un grado universitario, uno de formación profesional, un idioma o dos y 20 cursos a un mercado que no es capaz de absorber las expectativas que teníamos. Estamos lidiando con la frustración de las expectativas de un futuro que ahora vemos que no vamos a tener. No vemos un horizonte temporal en el que poder alquilar en solitario o simplemente ir a vivir fuera de casa de nuestros padres. Sin embargo, la narrativa por parte de la sociedad es que los jóvenes no se quieren ir de casa. Es mucho más complejo que eso.

Uno de los gérmenes del 15M fue el colectivo Juventud Sin Futuro que puso hace más de una década sobre la mesa los devastadores efectos de la crisis de 2008 en la gente más joven. Decían “sin casa, sin curro, sin pensiones”. ¿Ahora están más desmovilizados? 

No considero que la juventud esté desmovilizada porque efectivamente todo mi entorno está movilizado, pero muy probablemente los jóvenes no están movilizados como antes. Es una manera diferente. La idea de una asociación estándar en la que tú pagas una cuota todos los meses, en la que tienes una reunión, una asamblea cada semana a la que tienes que asistir... Esta idea está bastante anticuada a la realidad de las personas jóvenes. Nos movemos de otra manera, más por redes sociales, más por causas concretas... Por ejemplo la salud mental o la crisis climática. Son asuntos que se han movilizado globalmente por la juventud.

No creo que sea tanto que la juventud no está movilizada, sino que las estructuras de partidos políticos, de asociaciones, de ONG han quedado o se están quedando bastante anticuadas por rígidas. Cuando me dicen que la gente joven no valora las cosas y no se moviliza, respondo que en la pandemia fuimos el colectivo de edad que más voluntariado hizo y que más trabajó para poder ayudar a las personas que peor lo estaban pasando. No creo que sea tanto un problema de movilización, sino también un problema de estructuras. También cuando tienes carencias materiales muy básicas, cuando tienes que trabajar todo tu tiempo libre para poder pagar un alquiler de 600 euros en cualquier pueblo o en cualquier ciudad de Cataluña o de la Comunidad de Madrid, el tiempo es bastante limitado y se lo quitamos a causas más sociales.

Volviendo al tema de la vivienda, sus padres pudieron comprarse una casa y su generación lo tiene más difícil. ¿Tiene sentido esta especie de pelea generacional? ¿Entra en el marco de comparar quién ha vivido peor?

Esto e intergeneracional, porque al final aquí no es en cuanto a generación se refiere. No somos peores por vivir mejor ni somos mejores por soportar vivir peor. Se habla de nosotras como una generación que lo ha tenido todo. Y no es que lo hayamos tenido todo sino que hemos tenido muchas más cosas que generaciones anteriores. Por ejemplo, hemos gozado de más derechos sociales y hemos crecido con la diversidad en orientación sexual o identidad de género. Son cosas con las que, como persona de 23 años, me he criado. Son parte de mi vida. Pero existe otra parte, la económica, la que tiene que ver con la independencia y la emancipación real de las personas, que no estamos viviendo de la misma manera que anteriores generaciones. Hemos sufrido no solo la crisis de 2008 sino la de la Covid, la inflación posterior y las guerras. Somos una generación que no ha parado de vivir cosas insólitas o momentos históricos.

Así que no es tanto una guerra entre generaciones, sino abrir un diálogo intergeneracional que entienda realmente la situación de las personas jóvenes. Falta quizá empatía por ambas partes y entender que lo que está viviendo ahora mucha gente joven no es lo que pasó hace 40 años ni será lo que pasará en los próximos 40. Cuando decimos que estamos en materia de vivienda peor que nuestros padres es una realidad y eso no quiere decir que no estemos mejor en otros aspectos. No es un debate de quién tuvo más derechos. Toda la sociedad se enriquece si las personas jóvenes y todos y todas vamos hacia la dirección de ganar más derechos.

La sensación progreso material había acompañado a las generaciones anteriores. Al menos hasta la crisis de 2008, cuando todo salta por los aires. ¿Cómo proyecta la juventud su futuro en 2023?

Me encantaría ser muchísimo más positiva y, aunque como Andrea, persona individual, soy bastante positiva, hablando como Consejo de la Juventud de España y como una generación ahora mismo proyectamos el futuro muy desmotivados. Y lo peor que se puede tener es una juventud desmotivada, sin muchas expectativas. Con desmotivación al llegar a la vida adulta, por decirlo de alguna manera.

Esto es fruto de trabajos completamente precarios, de no poder acceder a una vivienda, de tener problemas de salud mental que no están siendo tratados en el sistema sanitario porque no hay psicólogos y psicólogas, de no saber en qué mundo climáticamente vamos a vivir... Somos una generación que se enfrenta a no saber ni siquiera qué planeta tendrá. Nuestros abuelos no se planteaban cómo estaría el planeta cuando fueran mayores. Nosotros no sabemos en qué condiciones vamos a vivir y es una gran preocupación. Esto no quiere decir que la gente joven no tenga ilusión o ganas de futuro, pero hay una desmotivación generalizada y mucha incertidumbre.

Y usted, ¿cómo se ve en diez años?

Tendré 33. Espero haber podido comprar una casa, reunir el dinero para la entrada porque ahora mismo me parece imposible. También espero tener una vida mucho más asentada y más adulta, con un trabajo. Haber encontrado una profesión que realmente me guste. Ahora me encantaría hacer mil cosas pero no se puede todo. Con estar así estabilizada en cualquier zona del Mediterráneo me veo contenta.

Los estudios e informes de los últimos años retratan una situación de salud mental entre la juventud bastante cruda. La generación de las personas más jóvenes ha empujado para que se hable sin tapujos de la salud mental, que se saque del rincón donde había estado. ¿Y ahora?

El sistema tiene que responder con la misma contundencia que nosotras hemos exigido o puesto de manifiesto. Empezamos a hablar de planes de salud mental, pero no es suficiente porque no hay recursos para que tengas un psicólogo o psicóloga en todos los centros educativos, bajar las ratios de los orientadores o atención temprana sin citas para dentro dos años. Nuestra generación hemos hecho este esfuerzo, respaldado por muchas generaciones, y creo que ahora la sociedad tiene que estar a la altura y responder con recursos reales.

No puedo comprender a las personas para las que no es una prioridad la salud mental, pero puedo hacerles entender que incluso en términos económicos es mucho mejor prevenir que intervenir. La cantidad de dinero que como país podemos ahorrar previniendo problemas de salud mental, siempre será más barato que la intervención. El suicidio es la primera causa de muerte entre las personas jóvenes. Estamos hablando de datos. Es un problema sobre el que no gusta hablar. Si no se toma en serio desde el punto de vista de nuestra generación en la que el bienestar emocional va por delante de muchísimas otras cosas, al menos que se haga desde lo económico.

La prohibición de los móviles en las escuelas y el retraso en la compra del primer dispositivo a los adolescentes es un debate que ha entrado de lleno en la agenda política. ¿Tiene una posición el Consejo de la Juventud sobre esto?

La tecnología ha llegado para quedarse y es una realidad. Hay que trabajar y reflexionar y muchas veces nos ha falta ese tiempo de reflexión sobre qué cosas son mejorables en la forma de comunicarnos. Somos conscientes de que una gran parte de los problemas de salud mental viene de esta manera que tenemos de estar constantemente expuestos. El debate tiene que ser entre todas porque si estamos discutiendo cómo los niños y las niñas tienen que usar los móviles los primeros incluidos deberían ser ellos y ellas, los adolescentes y los jóvenes en un debate conjunto. No entendemos como positivo que el foco esté siempre en la demonización de lo que hacen o usan las personas jóvenes.

El problema no radica solo en cómo nosotras usamos las redes, aunque sí en cómo afecta al desarrollo porque no es lo mismo tener 12 que 48 años. Tampoco debemos ignorar el mundo de posibilidades que abre la tecnología. Yo tuve mi primer móvil a los 12 años y a mí las redes me han dado cosas bonitas y aprendo mucho día a día, utilizándolas de manera responsable. Trabajemos por eso, en educar, no en prohibir ni obviar una realidad que está presente.

¿Qué tienen en común alguien de 14 años y de 30? Es el espectro de edad de las personas a las que representa el Consejo de la Juventud, el rango que se incluye legalmente en la etiqueta de joven.

Las diferencias son muy grandes. Se habla de la juventud como un colectivo homogéneo. A los 16, los 18 y los 26 las preocupaciones son completamente diferentes. También homogéneo en cuanto a ideología o pensamiento. La gente cree que los jóvenes vamos todos a una y no es así. Somos como cualquier otra generación, muy diversas. En el Consejo somos un equipo de nueve personas con diferentes edades pero tenemos siempre claro que hay que compensar. No podemos trabajar solo para los jóvenes de 25 años para arriba.

La voz de una generación empieza a los 14 y no a los 25. Intentamos llegar a todo trabajando también con la plataforma de infancia pero es complicado porque cuando hablamos de emancipación las personas de 16 todavía no están en ese mood. Pero lo estarán en unos años. Yo estoy contenta porque creo que soy la presidenta más joven que ha habido en el Consejo. La primera por lo menos de la generación Z. En cuanto a las ideologías, el Consejo está formado por más de 60 entidades y cada una tiene unos posicionamientos. Entre todas trabajamos para desarrollar uno conjunto que sea representativo de todas las personas jóvenes. A veces cuesta un poco

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