El largo camino al hospital de Miguelillo, el niño de La Alpujarra que necesita atención médica constante
Miguelillo pega brincos en la cama de su abuela. Está contento y juguetea con un ordenador que hace las veces de tablet. A simple vista, cualquiera podría pensar que es un niño más de siete años, pero Miguelillo padece una enfermedad rara llamada ondine, que hace que su sistema nervioso no trabaje correctamente y le haga olvidarse de respirar. Además, tiene autismo, lo que le lleva a comunicarse a través de dispositivos electrónicos. Necesita atención médica constante, que le aportan sus familiares, y visitar rutinariamente un centro hospitalario que está a hora y media de su casa. Su caso ejemplifica una necesidad que ya no puede esperar más en La Alpujarra (Granada): contar por fin con un hospital.
“Es injusto que, pagando los mismos impuestos que todos, tengamos que plantearnos si nos merece la pena ir al médico o no por lo que podemos tardar o el miedo a que no nos puedan atender correctamente”, dice Toñi Jiménez. Ella es la abuela de Miguelillo y una de las mujeres más activas en toda la comarca alpujarreña para reclamar la apertura del hospital que la Junta de Andalucía lleva décadas proyectando en Órgiva. Hasta la fecha, ha habido varios planes para su construcción desde hace ya treinta años, pero ninguno ha avanzado más allá de palabras y papeles que pasan de cajón en cajón.
A día de hoy, fuentes de la Consejería de Salud argumentan que se está licitando el proyecto pero que “poco o nada” se ha avanzado sobre el hospital alpujarreño. Un “poco o nada” que se clava como una daga en la vida de los 25.000 habitantes de La Alpujarra. Porque casos como el de Miguelillo, aunque extremo, demuestran que hay lugares que están olvidados por la administración. Este medio ha hecho el recorrido que tendría que hacer Miguelillo para ir desde su casa en Trevélez hasta el Hospital Clínico San Cecilio de Granada. El trayecto de ida y vuelta llega a las tres horas sin tráfico y puede superarlas fácilmente si las condiciones son adversas tanto en el asfalto como en el clima.
El trayecto está repleto de curvas, carriles estrechos -el vehículo de este redactor tuvo que pararse en varias ocasiones para dejar pasar a otros, incluyendo una ambulancia-, desniveles pronunciados y toda suerte de obstáculos propios de una carretera puramente de montaña. Esto en el caso del trayecto entre Granada y Trevélez, que se agrava cuando los recorridos son entre los propios pueblos de La Alpujarra o entre cualquiera de ellos y el hospital más cercano que es el de Motril, que también está a una hora de distancia. La distancia entre la necesidad y la solución están, como se aprecia, demasiado lejos y no parece que la situación vaya a cambiar.
Un caso paradigmático
Miguelillo, a sus siete años, no es probablemente consciente de que su historia sirve como reclamación para que el hospital de Órgiva algún día sea una realidad. Sus necesidades médicas le llevan a tener una enfermera con él en la escuela a la que acude y a que su propia familia se haya hecho experta en sus cuidados. Miguelillo no puede respirar automáticamente mientras duerme, por lo que necesita estar conectado a un respirador durante la noche y tener un pulsoxímetro para monitorizar su saturación de oxígeno. Sus padres también tienen siempre a mano un ambú (bolsa de reanimación), oxígeno y medicación de emergencia.
“No salgo de casa sin el respirador, el pulsoxímetro y todo lo necesario. Incluso cuando voy a tomarme un café con él, tengo que estar pendiente por si algo falla”, dice Raquel Álvez, la madre de Miguelillo. Ella, que regentaba un restaurante, ahora se ha convertido en una experta en medir el tiempo y en controlar de medicina en situaciones de emergencia. Lo primero lo hace porque debe ponderar si le compensa acercar a su hijo a un hospital que está demasiado lejos y lo segundo para solventar el primero de los déficits.
Cuando Miguelillo apenas tenía un año y medio, sufrió un episodio muy duro: una convulsión grave debido a un nivel excesivo de dióxido de carbono en la sangre. La ambulancia tardó casi tres horas en trasladarlo al hospital. “Fue un caos. La primera vez que convulsionó estábamos solos y aunque le pusimos la medicación, no sabíamos qué hacer. Tardaron casi una hora en llegar desde el consultorio médico más cercano, que está en Pitres”. Después, tuvieron que llevarlo en ambulancia a Órgiva y una vez allí, trasladarlo a otra en dirección Granada.
Pocos recursos
Este juego de ambulancias no es un capricho, sino una necesidad. Como la comarca está aislada y los recursos no sobran, La Alpujarra siempre tiene que tener una ambulancia en servicio, por lo que debe ser relevada por otra una vez llega a Órgiva. “Hay que rezar para que dos personas no sufran un infarto a la vez porque si eso ocurre, una se va a morir seguro”, lamenta Toñi Jiménez. Como los medios son limitados, hay consultorios médico de lunes a viernes en muchos pueblos de la comarca, pero con un horario muy breve, de un par de horas.
Tampoco hay servicio de pediatría especializada en esos consultorios, salvo en Órgiva, lugar al que no pueden ir a parar los niños que sufran una emergencia porque las urgencias más próxima están en Pitres, pero no cuentan con atención infantil. “Si tiene fiebre o empieza a empeorar, intentamos aguantar en casa. Pienso: '¿Y si le pasa algo por el camino?' Es una ansiedad constante”, cuenta Raquel, la madre de Miguelillo.
Como tiene otro hijo, Martín, de cuatro años, hace poco tuvo que valorar si merecía la pena llevarlo a un médico después de que se cayese con la bicicleta. Pese a la situación de su hijo mayor, ella y su pareja viven en Trevélez porque les dijeron que podían hacerlo: “Pero no es lo mismo estar a cinco minutos de un hospital que a tres horas”. Por otro lado, los centros de salud locales no cuentan con equipos para pruebas básicas como radiografías o análisis rápidos, lo que obliga a desplazarse a hospitales de Granada o Motril. “Si hubiera un hospital en Órgiva, podríamos ir allí para cosas sencillas como una radiografía, pero ahora todo implica un viaje eterno”, explica Raquel.
Otro horizonte incumplido
Y así, el futuro hospital de La Alpujarra, anunciado como un “Centro de Alta Resolución Ampliado” con cirugía menor ambulatoria, algo que no es lo que persiguen los vecinos puesto que consieran que lo que se necesita es un hospital y no un “centro de salud grande”, sigue siendo un proyecto en el aire pese a las promesas realizadas. En julio, el alcalde de Órgiva, Raúl Orellana, aseguró que estaba previsto para licitarse antes de final de año con un presupuesto inicial de 800.000 euros para su ejecución. Fuentes de la Consejería de Salud confirman que se está “licitando”, tras la cesión de los terrenos por parte del Consistorio, pero no dan más detalles al respecto.
La falta de información y avances no es nueva en esta infraestructura, que acumula un retraso de más de tres décadas. Según Orellana, el anterior proyecto fue un fracaso técnico: se invirtió un millón de euros en una planificación que resultó inútil por no estar adaptada al solar seleccionado. Ahora, el alcalde asegura haber resuelto este problema tras adquirir un terreno adecuado y recuperar los fondos necesarios con el apoyo de la Junta de Andalucía y de la Unión Europea, un esfuerzo que estima en más de 10 millones de euros. “Lo importante es que el hospital va a ser una realidad, esto ya es imparable”, aseguró en su momento.
Pese a las palabras optimistas de Orellana, la demora genera preocupación entre los vecinos de La Alpujarra, que ven cómo otro año se cierra sin avances concretos. La reunión de julio en Sevilla, en la que participaron la viceconsejera de Salud, María Luisa del Moral, y el director general del SAS, José Antonio Miranda, marcaba una hoja de ruta que aún no se ha materializado. Mientras tanto, la comarca sigue dependiendo de servicios médicos limitados y de hospitales situados a horas de distancia, una realidad que choca con las promesas de cercanía y eficiencia del proyecto anunciado.
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