Naranjas del Alcázar de Sevilla para que el embajador le haga mermelada a su muy británica majestad
En una ciudad tan dada a la leyenda como Sevilla, resulta que hay un mito que sí es verdad: la reina de Inglaterra toma mermelada de naranjas amargas sevillanas. Y las recogen en el Real Alcázar, es decir, que no son de cualquier sitio, pero es que además la confitura la elabora personalmente nada menos que el embajador británico, Hugh Elliott, que se guía por una receta familiar. El resultado lo manda después por valija diplomática al Palacio de Buckingham para el disfrute de Isabel II, aunque se guarda algunos botes para obsequiar a sus invitados.
La curiosa historia se ha vuelto a poner en marcha esta semana, cuando el cónsul honorario, Joe Cooper, se ha pasado por el Alcázar para recoger una veintena de kilos de naranjas que ahora remitirá al embajador. Los frutos se los dio el propio alcalde hispalense, Antonio Muñoz, y han sido seleccionados por los jardineros del Alcázar de los naranjos del patio de la Alcubilla, que tiene una historia aparte porque aquí mandó instalar el rey Alfonso XIII la que fue la primera pista de tenis en España.
La anécdota nos recuerda que el Alcázar presume de ser la residencia real en activo más antigua de Europa y nos introduce a uno de los protagonistas de esta historia, porque Alfonso XIII fue el que empezó a mandar naranjas sevillanas a la Casa Real británica. La conexión la puso su esposa, Victoria Eugenia de Battenberg, nacida en Londres y nieta de la reina Victoria, lo que a su vez nos demuestra que –como ocurre en muchas ocasiones– lo que parecen tradiciones antiguas en realidad se remontan a principios del siglo XX.
El mayor naranjal urbano de Europa
Así que parece que en el Reino Unido aprecian más que en Sevilla estas naranjas, donde hasta ahora no tenían mayor uso y sólo se veían como el paso previo para que florezca el azahar en primavera. De hecho, se consideran un engorro por la que forman cuando empiezan a caer de los árboles, lo que se comprende si se tiene en cuenta que la ciudad cuenta con el mayor naranjal urbano de Europa, casi 48.000 naranjos (el 25% del arbolado público) que pueden producir entre 45 y 100 kilos por ejemplar. Es decir, que hablamos de que pueden salir hasta 5.000 toneladas.
El caso es que lo de remitir a Buckingham las naranjas se cortó en algún momento, hasta que en 2020 la retomó el por entonces alcaide del Alcázar, Manuel del Valle, que fue alcalde de Sevilla entre 1983 y 1991 y decidió retomar la costumbre. Poco después falleció Del Valle, y Hugh Elliott contó que en pleno confinamiento le tributó un “pequeño homenaje” haciendo mermelada según una antigua receta de su madre.
De la historia se hizo eco el mismísimo The Times, lo que el embajador aprovechó para ofrecer una clase de inglés gratis, ya que en el idioma de Shakespeare 'marmalade' no es sinónimo de mermelada, sino que significa específicamente “mermelada de naranja amarga de Sevilla”. “Ningún desayuno británico está completo sin marmalade”, apostillaba en Twitter, donde le preguntaban por la receta. Su respuesta no dejó lugar a dudas: “Bueno, es más que un secreto de Estado, es un secreto familiar. Así que podría decírtelo, pero bueno, ya sabes lo que tendría que hacer...”.
El embajador desvela su receta
Pero como la historia de la mermelada llamó la atención, hace un año parece que se lo pensó mejor y decidió dar un paso más allá. En homenaje al oso Paddington (que lleva un sandwich de mermelada bajo el sombrero y le canta a la marmalade) se montó su propio Marmalade Day grabando un vídeo en el que explicaba cómo la hace, enseñaba el libro de recetas de su madre y se le veía en plena tarea junto al chef de la embajada. Las etiquetas confesaba que eran un diseño del novio de su hija (“todo esto es muy casero”) y de paso contaba que lo de hacer mermelada es una vieja tradición británica que en su casa le tocaba a él.
En el vídeo aprovechaba para remontar lo del gusto británico por la mermelada de naranjas amargas a por lo menos el siglo XVIII, cuando la habrían descubierto viajeros, y el propio duque de Wellington “quedó muy impresionado” a su paso por Sevilla. Para mantener viva esta llama, el propio Elliott enviaba este año una carta al alcalde hispalense solicitándole más naranjas y, si podía ser, ya de paso también algunos limones.
“Es bonita esta cooperación de palacio real a palacio real”, señala la directora del Alcázar, Isabel Rodríguez, quien recuerda que a la abuela del rey Felipe VI también le gustaban unas nueces silvestres de sabor muy intenso que se dan en los jardines de este palacio real. Unos jardines en los que se yerguen casi 2.200 árboles, de los que la mitad son naranjos con algún que otro limonero.
De la historia antigua al aprovechamiento moderno
Rodríguez recuerda que otra tradición apunta a que el que se considera el naranjo más antiguo del Alcázar, en lo que se conoce como el Cenador de Carlos V, lo habría plantado Pedro I allá por el siglo XIV, aunque otros dicen que no, que en realidad lo colocaron allí Carlos V e Isabel de Portugal durante sus esponsales. Sea como sea, lo cierto es que “es un naranjo muy antiguo que desde hace muchos años ha ido muriendo y retoñando”.
En el Alcázar están precisamente ahora en plena recogida de la naranja, aunque en la ciudad ya se puede dar por cerrada una campaña que todos los años moviliza a decenas de operarios y cosecha quejas ciudadanas por lo sucias que quedan las calles. Históricamente, las naranjas en Sevilla no han tenido una utilidad más allá de que los chiquillos se las tiren unos a otros o gastarle la broma al que viene de fuera, eso tan propio de cógelas del árbol y pruébalas, que son gratis, sólo para ver la cara ante el inesperado amargor del fruto. Ahora la cosa es distinta, porque los millones de kilos que se recogen se emplean para fabricar compost, alimentar al ganado, generar electricidad o elaborar cosméticos, entre otros usos.
En Reino Unido, contó The Times, se siguen usando naranjas sevillanas en la elaboración de la mermelada para la reina, para lo que la firma Wilkin & Sons (de Essex, proveedor oficial de la Casa Real desde 1911) importa todos los años 500 toneladas. A ellas, desde hace un par de años, hay que unir la veintena de kilos que le llegan al embajador. Y sí, en el envío de este año también se incluyeron limones.
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