La Poderosa: un pie en la villa y el grito en la portada
“Fueron tan brutos que nos dejaron sin nada que perder y ahí ya sí empezamos”. Así explican los miembros de la organización La Poderosa, grosso modo, por qué un día decidieron tomar las armas que consideraron más convenientes: las gargantas, la verdad y la máquina de escribir. Una verdad que quiere ser acallada por los GPS de los taxis de Buenos Aires que reducen las villas a un cuadrado rojo de peligro y por los mapas del Gobierno que los creó para después olvidarlos, donde aparecen como un cuadrado en blanco. Una verdad silenciada por los medios de comunicación de masas que reducen su historia y conquistas a una pelea constante entre narcos (reales o imaginarios), pero sobre todo una verdad que se abre paso a gritos tan potentes que esta vez han cruzado el Atlántico y han llegado España , pasando por el Congreso de los Diputados, diferentes universidades y por los medios de comunicación explicando el poder de la rabia cuando vale más que el miedo. Nacho Levy, su referente, no necesita micrófono, porque tiene una garganta poderosa y nos ha atendido tras demostrarlo en una conferencia en la Facultad de Periodismo de Zaragoza.
Finalizan su ruta por España, en este primer viaje al país, ¿Cómo fue ese primer recibimiento?
El primer recibimiento fue duro. Triste. Y en realidad fue el segundo, porque el año pasado en septiembre, camino a Ginebra donde viajábamos a disertar en el Comité por los Derechos del Niño de la ONU para dar cuenta de los abusos y la violencia sistemática que van perpetrando desde las distintas fuerzas que conforman el aparato represivo del Estado en nuestros barrios, teníamos que hacer escala en Madrid. Pero la escala no fue en el avión porque nos demoraron en la comisaría del aeropuerto, en ese entonces alegando que faltaba la carta de invitación original firmada por la ONU. Entendimos que podía ser un contratiempo que suele haber en los pasos de frontera y tomamos nota, así que en esta ocasión nos aseguramos de tener todos los papeles necesarios, e incluso los que no eran necesarios. Pero al llegar al aeropuerto de Barajas los policías no esperaron a ver ninguno de los papeles que en teoría nos pedían porque les bastó ver el documento boliviano de una compañera para redirigirnos a ese lugar donde se reúnen latinoamericanos y africanos dentro del aeropuerto, en la más absoluta impunidad de la discriminación que la propia policía nos define como “aleatoria”. Nosotros no le faltamos el respeto a ningún uniformado ni desconocemos el protocolo de acceso a la UE, solamente les pedimos en esa comisaría en la que nos tuvieron más de cuatro horas y media que nos explicaran el motivo por el que nosotros fuimos retenidos y otros ciudadanos no. Seguían respondiéndonos que era un sistema aleatorio, y lo cierto es que para ser aleatorio nos parecía demasiado coincidente que fueran africanos y sudamericanos todos los que estábamos allí. Después de que una policía nos insultara y negara su identificación, el diputado Rafa Mayoral llamó para saber por qué nosotros no podíamos salir del aeropuerto si estábamos invitados por Podemos al Congreso de los Diputados y, dado que el policía no supo dar ninguna explicación precisa, Mayoral le pidió que se identificara a lo que este respondió: soy un policía. Cuando Mayoral le pidió el número de matrícula, el policía le cortó la comunicación. A razón de esto, nosotros quisimos aprovechar cada espacio que Podemos nos dio en el Parlamento, en las universidades y en los medios de comunicación para pedirle a los distintos diputados y funcionarios púbicos que conforman los bloques sensibles humanitarios y progresistas, que entienden que esto se trata de una mera cuestión arbitraria y discriminatoria, que soliciten a la Policía Nacional los registros oficiales de todas aquellas personas que hayan sido demorados en el aeropuerto de Madrid en los últimos dos años para hacer un análisis de cuántos de esos ciudadanos eran norteamericanos. Nos parece que con ese dato sería suficiente para entender nuestro primer recibimiento en Madrid.
A pesar de todo, lograron entrar en España para explicarnos qué es La Poderosa ¿Y qué es La Poderosa?
La Poderosa es un movimiento de base. Una articulación de 79 asambleas villeras, populares, de distintas comunidades, barriadas, en todas las provincias de Argentina y ahora también en los diferentes países de América del Sur. Es una herramienta que puede ser complementaria de distintas expresiones partidarias en la región, que van en pos de reivindicar derechos históricamente postergados, en pos de descubrir etnocidios que siguen invisibilizados, en pos de reafirmar el “nunca más” sobre los genocidios que hoy intentan relativizar los gobiernos de derechas en la región, y a futuros, es la necesidad urgente de visibilizar ese pobricidio que tiene cada 23 horas el asesinato de un vecino o una vecina de nuestros barrios. Eso en lo pragmático, en lo concreto en lo que a nosotros nos encuentra, es una dinámica asamblearia con espacio de educación popular que apuesta por la rejerarquización de los saberes desde el territorio, con plataformas edificadas desde el arte, la cultura, el deporte y también el trabajo cooperativo, sin explotación. Con trazos gruesos como esos, se pudo llegar a un montón de consensos enormes para dar pasos que para nosotros eran importantes: desde tener un medio de comunicación propio hasta encontrar una manera de regular el accionar de las Fuerzas de Seguridad en el barrio. Así que La Poderosa viene un poco desandando ese camino que no es de expansión por América Latina, sino de desmantelamiento de una unidad, una idiosincrasia que hace la Patria Grande de toda tierra latinoamericana pero también una Patria Baja de esos que convivimos bajo la línea de la pobreza y que nos sentimos hermanados siendo villeros o trabajadores de la economía popular en Argentina, mineros en Potosí, aparadoras en Elche o refugiados en cualquier lugar del mundo. Me parece que La Poderosa es un eslaboncito más de tantos que intentamos comprometer para poder contar la verdad invisibilizada por los grandes medios que es la verdad de las grandes mayorías
¿Y en lo simbólico?
Por lo simbólico, por lo retórico, lo histórico, lo emotivo, lo ideológico, La Poderosa es también la moto con la que el Che Guevara y Alberto Granados recorrieron esa Patria Grande, atravesando las entrañas de la Patria Baja y descubriendo y topándose con muchas de las realidades que nosotros seguimos combatiendo. De modo que es una plataforma sin terminal partidaria, sin una identidad pensada en el sentido netamente electoral, que ha permitido desde esos ideales, de jóvenes soñadores, utópicos, encontrarnos a muchos de distintas corrientes filosóficas, vertientes políticas, creencias religiosas, que entendemos que llegó la hora de golpear todos con el mismo puño, ojalá con la misma contundencia que las compañeras del mundo han hecho con el movimiento feminista.
Si convenimos que el Feminismo es sobre todo poner el cuidado en el centro, La Poderosa se da cuenta de que una forma de cuidarse es contarse a sí misma y no esperar a que le cuenten los demás. Con este espíritu nace la revista de la Garganta Poderosa, también germen de un proceso asambleario entre vecinos de todas las edades ¿cómo se teje desde cero toda una red de comunicadores populares?Garganta Poderosa
Creo que más que más que sacar una red de comunicadores adelante, hay que sacarle la red de arriba a los comunicadores que ahí están, atrapados en la Historia. Comunidades ancestrales de toda América Latina siguen transmitiendo por vía oral su cultura y su historia porque los pocos libros que la cuentan, la cuentan como otros han querido y en ese caso la tradición no es escrita, no es audiovisual y deberán entenderlo. Desde otros espacios la voluntad de que así fuera se chocó con las posibilidades materiales, Rodolfo Walsh soñó en la Argentina un semanario villero y ese entre otros motivos como la carta abierta a la Junta Militar, le valieron todos los pedazos de plomo que se llevó adentro del cuerpo, pero también le valieron el título de redactor jefe de La Garganta Poderosa, pero no como un homenaje o un tributo. Ninguno de nosotros hubiera entendido que valía la pena poner nuestro tiempo, nuestro compromiso, en función de una herramienta que le diera amplificador a las voces que parecían inexistentes para muchos, si no hubiera habido 30.000 compañeros y compañeras que en nuestro país dieron la vida para que eso fuera posible con distintas miradas, distintas estrategias pero fundamentalmente soñando un mundo mejor. Hasta el día de hoy, seguimos peleando contra ese silencio y hemos podido hacer asomar algunos de los gritos pero esta no era la meta, es un punto de partida. La Garganta fue el medio para poder visibilizar nuestras problemáticas ¿Pero de qué nos serviría visibilizar nuestras problemáticas si no podemos resolverlas? La primera parte de la solución es visibilizarlas. Por eso nosotros somos críticos con cualquier escenario y con cualquier gobierno del accionar de las fuerzas de seguridad porque nos parece que las dictaduras que azotaron a la región con aquel Plan Cóndor han dejado su peor herencia dentro de sus aparatos represivos y a ninguno de estos gobiernos se les puede pedir que de la noche a la mañana resuelvan a instituciones putrefactas que tienen su propia autarquía o que responden a intereses espurios en casi todos los casos. Pero nos parece que esa solución llegará mucho más tarde cuanto más tardemos en asumirlo. Después de responsabilizar a las víctimas de la desigualdad por las consecuencias que la desigualdad genera, se montan sobre su propio estigma para seguir engañándonos a todos con la misma trampa que alimentan sus propias cadenas de desinformación. Porque la realidad es que no sólo terminan presa del silenciamiento aquellos compañeros asesinados cada 23 horas, sino quienes se creen en muchos casos beneficiarios de esas prácticas, quienes creen que la desigualdad o la injusticia de este modelo solo afecta a quienes reciben la bala o sufren el hambre. Se ha profundizado en un modelo de desigualdad, de organización, que es inviable. Un modelo de gestión humanitaria que tiene en el centro de la escena al dinero y nos encuentra de la noche a la mañana absolutamente alienados en función de un beneficio supuestamente material, cuando en realidad lo que estamos activando es algo que empeora más nuestra calidad de vida. Pero si nosotros repudiamos este sistema porque genera alienación, entonces no nos puede bastar con enojarnos con los alienados. Si este sistema generara sectores medios comprometidos, solidarios, sensibles, para empezar este sistema no sería lo que es. Y para seguir nosotros seguramente abonaríamos este sistema. Nosotros no lo abonamos porque sabemos que genera alienación y como quien aliena es el sistema, no nos enojamos con los alienados. Tratamos de reconstruir una estrategia de comunicación que nos permita interpelarnos e interpelarlos para poder encontrar de conjunto una calidad de vida mucho mejor.
Hoy desde esta facultad, que se puede entender, según dice, como un punto de abono para el sistema, ustedes reivindican que la Universidad no tiene ni el monopolio del conocimiento, ni del arte ni de la belleza sin embargo, la propia universidad es algo que ustedes reivindican porque está por disputar para las mayorías. ¿Puede profundizar en esta idea de su discurso?
Nos parece que quienes de alguna manera declaran abiertamente que no todo el conocimiento está en la Universidad, son quienes nos convocan desde la universidad y eso nos parece un síntoma interesante del verdadero desarrollo de ciertos marcos institucionales que históricamente estuvieron reservados para las élites. No es casualidad que sigamos hablando de pluralidad en los medios de comunicación, cuando sientan en una misma mesa: a un rubio, a un gordo, a un flaco, a un judío, un católico, un musulmán, un homosexual, un heterosexual... pero a un pobre no. En Argentina por lo menos no hay ningún columnista pobre que trabaje en televisión. Y en general en las universidades, hasta quienes conducen las cátedras de comunicación popular son quienes se han formado en carreras universitarias de comunicación no precisamente popular entonces las experiencias que se enseñan en las carreras de comunicación popular son experiencias que han nacido del conocimiento que está fuera de la universidad. Pero eso alcanza en el mejor de los casos para llegar como invitados a una universidad, no como jefes de cátedra. Y eso que sucede en los medios de comunicación y en la universidad, muchas veces se plasma en los distintos países también en lo que expresa el abanico completo de la oferta de la política partidaria, donde en muchos casos siguen siendo blancos, hombres, heterosexuales, universitarios quienes se suben a los escenarios y negras y negros villeros quienes sostienen los palos de la bandera. Entonces nos parece que si nosotros entendemos la jerarquización de los saberes en su raíz más profunda, en aquella que reivindicaba Paulo Freire, cuando decía que enseñar no era transmitir el conocimiento sino generar la posibilidad de fabricarlo, podríamos ponernos de acuerdo en que mayoritariamente hasta el día de hoy la Academia ha construido conocimiento teórico y los movimientos populares y las organizaciones comunitarias, hemos construido conocimiento práctico. Ahora cuando nos invitan a disertar en alguna de las universidades a las que nunca damos gracias por invitarnos sino que vamos a discutir por qué hemos tardado tanto tiempo en llegar, coincidimos con los intelectuales más respetables de la Izquierda mundial, respecto a que unos y otros saberes, los teóricos de la Academia y los prácticos del territorio, deben ser jerarquizados por igual y se necesitan unos a otros.
Ustedes hablan indistintamente de la historia de La Poderosa y de la historia de sus niños. Les hemos escuchado frases muy duras como que las voces que más gritan en las villas son las de los niños que están muertos ¿Cómo fueron los días anteriores y posteriores a la muerte del pequeño Kevin?
Distintos. Fueron distintos. Nosotros somos una organización popular y defendemos a nombre propio las causas históricas de nuestros barrios. Los que hemos conocido, los que hemos querido, los que hemos abrazado y los que no, se vuelven símbolos, se vuelven testimonios, se vuelven gritos. Si la bala que le pegó a mi ahijado Kevin, le hubiera pegado a mi compadre, a ellos les hubiera bastado decir que se trataba de un jefe narco para no investigarlo, para no publicarlo y hasta encima demonizarlo. Pero como jefe narco de nueve años no existe, tuvieron que explicar cómo era posible un tiroteo de más de más de tres horas con 105 disparos de UZI y de FAL, que son armas de guerra, a cincuenta metros de dos casillas de la gendarmería y nueve llamados al 911 de por medio. Tuvieron que explicar por qué la prefectura dijo “que se maten entre ellos” antes de liberar la zona cuando Kevin estaba vivo. Tuvieron que explicar por qué el jefe del operativo respondía “negativo, no se registran detonaciones” parado encima de una alfombra de balas. Tuvieron que explicar por qué dos de los efectivos que lideraron la zona le robaron a mi comadre dos teléfonos y doscientos pesos que tenía abajo de la almohada mientras ella se llevaba a Kevin al hospital, corriendo porque la ambulancia no entraba a buscarla. Después de la muerte de Kevin, nos preguntamos cómo seguía. Hasta cuándo nos íbamos a hacer los sorprendidos. Abrazados, llorando, desintegrados, al lado de cajones chiquitos, sumando compañeros que nunca habían pensado en militar pero que empezaban a militar porque les mataban a un hijo ¿hasta cuándo hay que esperar que la Academia nos enseñe qué hacer? ¿O que vengan a contar la verdad sus medios de comunicación? ¿Hasta cuándo hay que esperar a que las políticas públicas empiecen por acá? Vamos nosotros. Tomamos la vida por mano propia. No para suplantar al Estado, para gritarle más fuerte en la cara con el poder que pudiéramos acumular. Pero para eso era fundamental una cosa: sobrevivir. Entonces decidimos que a partir de ese momento cuando sonara una bala, íbamos a salir a la calle los adultos, que la próxima era para nosotros. Íbamos a denunciar las arbitrariedades de las fuerzas de seguridad. Edificamos una casilla como si fuera una garita, que la llamamos Los vecinos sin gorra y creamos un dispositivo territorial, que no es una policía comunal porque no le agrega ni una sola bala al conflicto, para fiscalizar el accionar de las fuerzas de seguridad. Una casilla donde una comisión de vecinos rotativa registra irregularidades cometidas por las fuerzas y que son habituales en nuestros barrios: allanamientos sin orden, rotura de la puerta de la puerta de tu casa porque se equivocaron de dirección o les cayó mal un comentario que hiciste e infinidad de abusos de autoridad. Este proyecto nos empezó a permitir dar cuenta de lo que nunca jamás nadie había dado cuenta: el avasallamiento permanente y sistemático a los Derechos Humanos aún en órdenes democráticos. A partir de ese dispositivo hemos registrado en un sólo mes más de mil denuncias documentadas con testimonios gráficos, como las torturas a los jóvenes Iván y Ezequiel, prácticas que uno pensaría que sólo podría encontrar repasando el accionar de los grupos de la dictadura militar. Hasta ese momento, todos los miembros de La Poderosa éramos anónimos ante los medios de comunicación. Hablábamos en radio como La Garganta porque una vez que redujeran la organización a una sola persona era más fácil quitarnos de en medio. Pero nosotros no decidimos organizarnos para cuidarnos de los que deberían cuidarnos. Entonces en ese momento Iván tuvo que poner la cara para que la denuncia trascendiera. A eso estuvimos dispuestos desde el día en que mataron a Kevin.
Este mes hemos celebrado en España siete años del 15M. Un estallido de movilizaciones populares cuyas consecuencias desde nuestra perspectiva todavía ni siquiera podemos calibrar pero por lo que han visto, ¿de qué salud creen que gozan los movimientos sociales y el empoderamiento popular en nuestro país?
Inevitablemente lo primero que debemos aclarar es que no tenemos ninguna entidad para hacer ese juicio de valor. Hemos sido víctimas durante mucho tiempo de las interpretaciones que se han hecho de nuestros movimientos populares, de nuestros barrios, de nuestras estrategias de resistencia. Nos parece que ese estallido del 15M ha sabido imponerse por sí solo. Creo que lo mejor que se puede decir del 15M es que no necesita que más intérpretes que los protagonistas del 15M. Sí que podemos dar cuenta de cómo nosotros lo vislumbramos a la distancia y de cómo lo celebramos: en lo colectivo, por encontrar un espejo de los alaridos que también empezaron a detonar en sus gargantas poderosas o de qué manera un sistema basado en el saqueo, la injusticia, la desigualdad, la concentración en favor de unas pocas minorías, podía llevar a los pueblos hasta la convicción absoluta de que la rabia podía más que el miedo. De que valía la pena salir a gritar y a poner el pecho. Me hubiera encantado estar ese 15M acá, respirando lo que se vivía pero estoy seguro que no era placentero. Estoy seguro que quienes salían ese día a la calle no tenían ni idea de que eso iba a desembocar en decenas de bancas en el Parlamento, en el emergente de un nuevo sujeto político, en el imaginario de lo que para nosotros representaba el Parlamento español, europeo. Fue empezar a escuchar discursos tanto o más parecidos a los nuestros y volver a encontrarnos con una España que nosotros sabíamos viva porque corre por la sangre de muchos de nosotros que no bajamos todos de los barcos como dice nuestro presidente invisibilizando a las víctimas del etnocidio. Pero mis abuelos sí bajaron de los barcos y a ellos no les retuvieron en el puerto a su llegada a Argentina. Y con ellos me reencuentro también este 15M en la memoria.
Cuando 'te hermanás'
Daniela Mérida, fotógrafa de La Garganta, y miembro de La Poderosa, hablaba estos días en la sala Clara Campoamor del Congreso de los Diputados español de la importancia de la colaboración entre las mujeres villeras y de que tengan un espacio físico y simbólico donde compartir sus problemas personales que al final son muy parecidos al del resto de las mujeres de la comunidad. “Muchas en la Villa sin saber el significado de la palabra sororidad, vemos a una compañera en problemas y nos hermanamos con ella. Que es lo que haces cuando ves a alguien en problemas, te hermanás”. Tatiana Delgado profundiza en esta idea y nos explica por qué las mujeres del mundo tenemos mucho que aprender de a experiencia feminista villera. “Para nosotras era muy difícil hablar en el día a día de Feminismo, pensamos en la mejor manera de involucrar la palabra en el rol de la mujer en la sociedad: en medio de llevar a los chicos a la escuela, recibir atención médica” asegura delgado. “De modo que decidimos crear un taller para tomar mates, elaborar artesanías y sobre todo donde cada una pudiera aportar los conocimientos que tenía”. Entre mate y mate, las mujeres de La Poderosa han conseguido tejer un espacio de intimidad, reconocimiento de las unas a las otras y aportación al resto de mujeres en situaciones parecidas o no. Empezaron a hacerse oír en asambleas nacionales, no dejándose imponer la agenda de realidades de mujeres que viven de otra forma el propio machismo. “Es totalmente diferente el modo en que los medios narran un feminicidio cuando sucede en las villas”. Hoy ese taller ha florecido y se ha convertido en una cooperativa que lucha también contra la violencia económica y aporta lo mejor de la lucha feminista al desarrollo del resto de la comunidad.
“Ni un tiro más, ni un pibe menos”
La historia de Kevin y lo que significó para todos los niños y niñas de las Villas, así como para la historia común de sus vecinos, está retratada en una película del director italiano Antonio Manco, que llegó a Argentina de casualidad por tres meses y tras conocer la realidad de Zavaleta se quedó tres años. Acompaña a los representantes de la Organización a todos los viajes y experiencias que puede porque quiere seguir filmando la historia de La Poderosa. Con lágrimas en los ojos recuerda aún hoy que filmó al pequeño Kevin con vida “no fue una película pensada, ni querida, yo me choqué con esa realidad y mi obligación fue contarla” asegura el director.