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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera
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Son como niños (peligrosos)

El rey Felipe VI, Pedro Sánchez y Quim Torra, en la Inauguración de los Juegos del Mediterráneo.

José A. Alemán

Quim Torra aprovechó la inauguración de los Juegos del Mediterráneo de Tarragona para escenificar la ruptura de relaciones con la Casa Real no sé si de Cataluña, de la Generalitat, de los secesionistas o la suya personal. El caso es que a pesar de saber que a los monarcas los entrenan para que le echen cara a estas situaciones, me complace imaginar la real sofoquina de Felipe VI ante la osadía del president que lo puso respetuosamente de vuelta y media por delegación de Puigdemont, seguramente. Aunque no por eso mereció menos Felipe VI el desplante tras su comparecencia en TV a raíz del 1 de Octubre catalán en que se alineó con la violencia autoritaria al justificar, de hecho, el apaleamiento de quienes intentaban votar. Recibieron hasta los ancianos sorprendidos en el acto de liar un cigarrito de picadura no fuera a resultar el papelillo una muy subversiva papeleta de voto. Espero que a estas alturas y en vista de lo actuado (y apaleado) sepa ya el rey que el sentido y el tono de aquel mensaje no favorecen al negocio familiar que tiene, como activo fundamental, el principio de que “el rey reina, pero no gobierna”, lema o eslogan tan conocido como el de la “chispa de la vida”, aunque refresque menos. Y que reina por ser hijo de su padre, nada que ver, debo aclarar, con lo que quieren decir los conejeros cuando aseguran que “el niño está reinando”, en referencia al “reinar” anotado por Galdós en su libreta de voces canarias con el significado de “hacer todo mal, por enfurruñarse”. Me recordó aquel “contigo no me ajunto más” con que los críos de mi época comunicaban la ruptura de relaciones a su ocasional enemigo, la que solía durar hasta el día siguiente en que volvían a las mismas. Diría que aquellos “reinados” infantiles eran transitivos y por tanto más llevaderos y menos perjudiciales para la salud gracias a la posibilidad de descargue que no tienen los cabreos sordos que se te enzurronan por acumulación a medida que se cumplen años hasta que por último sobreviene el correspondiente yuyo.

Me he detenido en el mundo infantil porque, como les tengo dicho, son como niños. Como se vio este mismo jueves, en Washington, con la que se armó en el acto previo a la apertura oficial del Folklife Festival, de la Smithsonian Institution. Como se trataba de un acto privado, sin la presencia de medios informativos, no dispongo, en el momento de escribir, de los textos de las intervenciones del volcánico president y del embajador Pedro Morenés, del que Dios nos libre y guarde a poco le demos para atrás en la moviola. Un poco en plan resumen, diría que se juntó el hambre con las ganas de comer.

Fue Torra quien inició el número en un escenario que debe calificarse de poco adecuado para justa tan singular. Tanto Torra como Morenés se nombraron a sus respectivas en inglés lo que no impidió que el público se quedara en 33 con un asunto, el conflicto político catalán, que no estaba ni era esperado en el Festival. Salvo, claro, que lo incluyeran por último, que no avisaran y acabaran por considerar la bronca manifestación neofolklórica.

Torra se equivocó, sin duda en la elección del lugar para aprovechar su intervención y hacer su alegato independentista con esa combinación de verdades y mentiras a razón de cuarto y mitad de las unas y las otras como suele apreciarse en las disputas políticas. Y añadiría que Pedro Morenés, embajador de España en Estados Unidos, tampoco demostró no ser gran cosa como diplomático pues en lugar de reducir el voltaje de la situación evidenció ante los asombrados americanos que, en efecto, no se ajuntan.

El remate fue el abandono del salón por Torra y sus acompañantes en son de protesta por la intervención del embajador Morenés que lo llamó “mentiroso” por la imagen que dio de España. No sólo salieron del salón Torra y los suyos sino que abandonaron el edificio del Museo de Historia Afroamericana en el que se celebraba el acto y debió serenarlos el verde de la explanada del Nacional Mall, que es muy bueno para los animalitos, porque decidieron entrar de nuevo en el Museo, lo que impidieron los de Seguridad, mira tú. No creo, desde luego, que Quim Torra haya contribuido con este episodio a mejor la buena imagen de Cataluña. Ahí es nada que a todo un president lo trataran como a un gamberro al impedirle entrar de nuevo en el edificio del que salió a cajas destempladas y sin embargo dejen andar a su aire al Trump.

En cuanto a Morenés, ya apunté que tampoco estuvo a la altura de un representante diplomático pues no tenía sentido alguno darle a Torra pretexto para liarla a cuenta de un acto sin trascendencia alguna de cara al público estadounidense que, además, no recogerían los ausentes medios informativos.

Por cierto: Morenés figura en la lista de embajadores a sustituir que maneja Pedro Sánchez. Se espera su remoción en breve por lo que ganaría quien apostara que cuando se produzca, ahí estarán el PP y Rivera indicando que el Gobierno lo sustituye para halagar a quienes quieren romper España lo que, unido al acercamiento de presos etarras a Euskadi serán nuevos pasos en la misma dirección.

El Puerto de Agaete

No sabría decirles cuantos años hace desde que decidieron cargarse el entorno de la playa agaetense de Las Nieves. Fue alguien por esas alturas de la política y el dinero quien decidió meterle más cemento con el mismo cuento del desarrollo socioeconómico de la zona que se dio por hecho en cuanto comenzara a funcionar el puerto que se quería construir. El desarrollo no está y no sé si alguien lo espera aunque, eso sí, se disponen a ampliar el puerto sin contar para nada con la gente de Agaete, a la que se niega la posibilidad de pronunciarse en un referéndum vecinal. Todo está en manos del Gobierno canario que inspira en Gran Canaria, no sin razón, notable desconfianzas. No estaría mal, por curiosidad, que se pronunciara sobre este asunto José Miguel Bravo, ahora que está amiguísimo de CC. Ya que la política no nos sirve que al menos entretenga.

La cosa se ha puesto de tal manera que el alcalde de Agaete, Juan Ramón Martín Trujillo, dejó claro que el Ayuntamiento no se opone a la obra, pero quiere que se realice la consulta a la población. La corporación ha pasado, pues, significativamente, de defender el proyecto a condicionarlo al parecer de los vecinos mientras el Gobierno sigue decidido a imponerlo a como dé lugar no vaya a ser que la gente le coja el gusto a la democracia. Por ahí se preguntan, nada democráticamente, a qué viene tanto interés del Gobierno en sacar adelante el puerto. Una pregunta retórica pues quien más, quien menos, sospecha que todo arranca del deseo de las navieras de que se amplíe el puerto para mejorar el rendimiento de sus operaciones ahora que hay un presidente que no ha ocultado su devoción por las empresas a las que a cada rato, zas, los sorprende con una ley que les favorece un huevo. No hay, pues, más inconvenientes a la gobernación que las boberías de los ecologistas y de los que reclaman un respeto al patrimonio de la isla de la que Las Nieves fue lugar de referencia muy disminuido desde la construcción del puerto que contra lo que se aseguró en su momento, insisto, en nada ha incidido en la mejora socioeconómica de la comarca.

Es evidente que el Gobierno está dispuesto a imponer la ampliación por las bravas. Hasta hay fecha para el inicio de las obras y ni el menor indicio de que se vaya a tener en cuenta la opinión de los vecinos. Se les ha salido de la formación el Ayuntamiento que, como digo, exige la consulta de los vecinos. Conveniencia que refuerza el sondeo telefónico ordenado por la misma corporación de la que resultó que el 81,5% de la población está en contra. Pero Clavijo como quien oye llover, que para eso tiene a su vicepresidente, Pablo Rodríguez, que es también presidente de Puertos Canarios y que, a juzgar por las declaraciones de Gabriel Jiménez, patrón de la Cofradía de Agaete, cuenta ya con el apoyo de los pescadores al proyecto. Y de Fernando Bañolas que acabará besando la moqueta por la que transite Clavijo. Rodríguez ha desempolvado la historia utilizada cuando la construcción respecto al desarrollo económico y social por el que todavía se sigue esperando, repito. La eterna tomadura de pelo que tantos parajes ha arrasado en las islas en nombre del progreso (la destrucción del entorno urbano del Guiniguada) o el de este rincón que fue la Playa de las Nieves en lo que se refiere a Gran Canaria que se quiere rematar ahora con la ampliación, pues, chismorrean algunos, no se pudo rematar el negocio, inmobiliario por supuesto, que rondaba las cabezas de más de uno cuando la construcción del dique. Ahora Pablo Rodríguez no sólo utiliza el mismo argumento de entonces, el del desarrollo, para “vender” la ampliación sino que da grima escucharle proponer como objetivo del Norte de la isla imitar y parecerse al Sur. Debería inquietarnos en qué manos está hoy la cosa pública isleña. Y preguntarnos si obran así por ignorancia o por otros móviles tan poderosos que les lleva a ignorar la voluntad, las opiniones y hasta los sentimientos de los electores.

Son como niños peligrosos.

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