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¿Por qué el río Tajo se encuentra en tan mal estado?

Río Tajo con espumas / Plataforma Río Tajo Vivo
1 de marzo de 2022 11:13 h

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En la escuela nos enseñaron que el río Tajo nacía en los Montes Universales, que con sus 1.007 kilómetros de longitud era el río más largo de la península Ibérica y que, tras pasar por Aranjuez, Toledo y Talavera, llegaba a Lisboa donde desembocaba en el océano Atlántico. Cualquier estudiante podía imaginarse un río de grandes riberas, lleno de vida, un río poderoso acorde al título de ser “el más largo”. Sin embargo, hoy es el día en el que ese río imaginado no se corresponde con la realidad. Desde los años 70, como consecuencia de la industrialización, la concentración de población en grandes núcleos y la contaminación agraria (agrícola y ganadera), sus aguas se encuentran con un nivel de contaminación muy alto, que degenera en espumas en algunos de sus tramos, con sus riberas degradadas, desconectadas, alteradas y con una sistemática falta de caudal que le hace encontrarse muy lejos de sus condiciones naturales, previas a la acción del ser humano. Y es que, el río Tajo, según nos dicen algunos estudios, es un río mermado, maltratado en todos sus tramos, contaminado y alterado hasta la saciedad. No es un caso único en España, pero sí uno de los más importantes y paradigmáticos.

Por un lado, la causa de su mal estado físico-químico la encontramos, fundamentalmente, en la insuficiente depuración de las depuradoras de su territorio. El entorno metropolitano de Madrid, que se acerca ya a los siete millones de habitantes, representa el 82% de la población de la cuenca y la principal área urbana e industrial del país. Dos de sus cuencas (las de los ríos Jarama y Guadarrama) recogen la práctica totalidad de los vertidos de esa gran cantidad de personas y de sus actividades económicas. Y estos desembocan en el Tajo. Los sistemas de depuración madrileños, pese a tratar la práctica totalidad del agua en la región, son incapaces de evitar que los ríos Jarama y Guadarrama transporten diariamente millones de litros de agua cargada de contaminantes y que tienen a los ríos madrileños en un estado perpetuo de deficiente calidad.

Por otro lado, la causa de su falta de dinámica fluvial es consecuencia del trasvase Tajo-Segura. En el año 1981 comenzó a derivar agua desde la cabecera del Tajo el proyecto faraónico del mayor trasvase entre cuencas en nuestro país. El trasvase se fundamentaba en el falaz y repetido hasta la saciedad “hidromito” del desequilibrio hidrológico peninsular: a la cabecera del Tajo “le sobraban” entre 600 y 1.000 hectómetros cúbicos al año que debían contribuir al desarrollo económico del sureste. Años después, se pudo demostrar que no existían tales excedentes, que las aportaciones en cabecera están ya un 50% por debajo de lo estimado, cifra que se verá aumentada entre un entre el 15 y el 25% en los próximos años como consecuencia del cambio climático.

Pero, lo más grave de todo es que estas dos cuestiones ocurren a la vez en el mismo río. Toda esta agua contaminada llega a un río Tajo con unos caudales exiguos. Los motivos por los cuales el río se encuentra en tan mal estado es que el Tajo es incapaz de diluir, por falta de caudal, esta enorme concentración de contaminantes. Hay que tener en cuenta que el río Jarama aporta en Aranjuez tres veces más de caudal que el que lleva el río Tajo. Las espumas y grasas que son visibles desde los históricos puentes de Toledo no son realmente el río Tajo, sino que son la suciedad aportada por el Jarama y las depuradoras en el Tajo aguas arriba.

Y todavía hay más. Aguas abajo de Talavera, la explotación hidroeléctrica ha convertido al Tajo en una concatenación de presas. El río ha desaparecido entre una y otra. Son aguas embalsadas gestionadas con criterios empresariales. Las especies de vegetación y de fauna propias de un río han sido desplazadas por otras ajenas en un ecosistema simplificado y apenas diverso, un río desnaturalizado.

Ante esta acumulación de factores, la Confederación Hidrográfica del Tajo se encuentra con la ley del trasvase, que condiciona su gestión por tener mayor rango que el Plan Hidrológico, pero sí tiene en su mano el control de la contaminación, a través de las autorizaciones de vertido, y la mejora de la dinámica fluvial mediante el establecimiento de un régimen de caudales ecológicos que ayudara a alcanzar el buen estado ecológico de las masas de agua del tramo medio del río Tajo. Las sentencias del Tribunal Supremo dieron la razón a quienes defienden el río, pero a día de hoy se sigue sin dar cumplimiento a esos caudales. El resultado para el ecosistema fluvial ha sido una reducción de la calidad de sus riberas y de su fauna. Si a un río se le quita su agua, se le quita la parte más importante de su ser.

A estos factores, y a otros de quizá menor calado, se le une el problema en la gobernanza. Urge que el organismo de gestión de la cuenca priorice la consecución de los objetivos de la Directiva Marco del Agua utilizando todas las herramientas ambientales y sociales que le dota esta misma.

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