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La violencia sexual, una cruel arma de guerra

violencia sexual

Blanca Fernández

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Hoy conmemoramos el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos. Fue el 19 de junio de 2015 cuando la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó este día internacional con el objetivo de concienciar sobre la necesidad de ponerle fin, honrar a las víctimas y rendir homenaje a las personas que se han dejado la vida intentando erradicar estos delitos.

Este día es por tanto una fecha de gran importancia que nos permite visibilizar una terrible vulneración de los derechos humanos y condenar la violencia sexual como táctica de guerra. Está más que documentado que, a lo largo de la historia, la violencia sexual se ha utilizado en los conflictos como un arma de guerra más, convirtiendo el cuerpo y el alma de las mujeres y de las niñas en parte del campo de batalla.

Porque cuando hablamos de ‘violencia sexual en los conflictos’ nos referimos a violaciones, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazos forzados, esterilización forzada o cualquier otro acto de grave violencia sexual perpetrado en situación de conflicto, principalmente contra mujeres y niñas, aunque en menor proporción también se ejerce contra hombres y niños.

Algunas cifras nos muestran la dimensión del problema: violaciones masivas de mujeres alemanas (algunas cifras hablan del millón) por parte del Ejército Soviético en la Segunda Guerra Mundial; 200.000 esclavas sexuales al servicio del ejército japonés en esta misma contienda; se estima que hasta 400.000 mujeres fueron víctimas de violencia sexual durante el conflicto que dio lugar a la creación de Bangladesh como Estado independiente en el 71.

O hechos más recientes en la década de los 90 del siglo pasado, como el genocidio de Ruanda o las guerras de los Balcanes, y en particular, la guerra en Bosnia, en la que se utilizó de manera generalizada y sistemática la violencia sexual como parte integral de la limpieza étnica, llegando a producirse entre 20.000 y 60.000 violaciones.

“¿Cómo se contabilizan las violaciones repetidas o las violaciones en grupo?”

Y en todos estos casos siempre con las mismas preguntas rondando: ¿De las víctimas mortales, cuántas habían sido violadas? ¿Cómo se contabilizan las violaciones repetidas o las violaciones en grupo? ¿Cuántas no se han denunciado o, si se ha hecho, ni siquiera se han registrado como tales?

Sin embargo, y a pesar de estas atrocidades, solo hace doce años que se condenó esta gravísima violación de los derechos humanos y seis desde que se instauró este día internacional para exigir su eliminación, lo que permite afirmar sin equívocos que la violencia sexual ha sido invisibilizada e ignorada.

Es por ello que adquiere vital importancia, especialmente en estos momentos en los que la COVID-19 ha ocultado con su urgencia todo lo demás, este día para pedir a la comunidad internacional esfuerzos conjuntos dirigidos a frenar estos horrores y a acabar con la impunidad de quienes los cometen, mientras la sociedad en su conjunto debe ser capaz de tejer la red de solidaridad que necesitan las víctimas.

Días como este 19 de junio sirven para poner negro sobre blanco la constatación de que estos brutales hechos se siguen utilizando como práctica de guerra y terrorismo, seguramente en este mismo instante, como herramienta de política represiva, de limpieza étnica, para desplazar comunidades… En suma, como medio de odio, de represión, de terror y de control, lo que nos debe hacer tomar plena conciencia de la urgencia de acabar con ello.

No importa donde suceda, no hay distancia ni lejanía cuando hablamos de la vida de las personas. Desde el Gobierno de Castilla-La Mancha colaboraremos para dar voz a las víctimas silenciadas, pero también con nuestros recursos para ayudar a las que llegan hasta nosotros huyendo del terror y quizá secuestradas en un prostíbulo soportando las mismas violaciones aunque lejos de sus países.

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