Alguien que llegue a Valencia estos días podría pensar que tanta luz es cosa de las fallas, pero más allá de estas semanas de catarsis generalizada en que la ciudad se transforma y millones de bombillas iluminan una sola calle: ¿en València las calles están iluminadas por encima de nuestras posibilidades?
Hay distintos factores que indican que existe un exceso de iluminación en nuestras calles. El primero sería experimental, en la noche valenciana es posible leer un libro en medio de la calle a la luz de las farolas, atrévanse a probarlo. En el ámbito económico también parece claro: el presupuesto de alumbrado de todo el año 2013 se había consumido al llegar agosto. Respecto al medioambiente el impacto dañino sobre las especies que habitan los parques naturales ha quedado demostrado en estudios científicos. Además, un elevado alumbrado requiere de una alta producción de energía eléctrica que complica la sostenibilidad de esta ciudad. Los astrónomos también han denunciado en diversas ocasiones la cantidad de luz que proyecta València. Cuando se ha ido el sol, desde el área metropolitana se intuye Valencia solo con mirar al cielo, y también desde el cielo se ve la ciudad como una mancha naranja en medio de la oscuridad.
Con más de cien mil puntos de luz, cerca de una farola por cada 8 habitantes, València se encuentra iluminada en exceso. Mucho más que el resto de ciudades españolas o europeas. La crisis ha frenado el crecimiento del consumo eléctrico, pero el coste de la iluminación aún sigue disparado, así como el impacto medio ambiental.
Pero reducir la cantidad de iluminación no es cosa fácil. La luz es un factor importante a la hora de dar seguridad a los transeúntes. Permite un control visual de los espacios por los que nos movemos y un uso más intenso de los ciudadanos del espacio público y privado. Esa presencia de personas genera al mismo tiempo un mejor apoderamiento del espacio por parte de la comunidad. La iluminación ayuda a reducir la percepción de temor y el usuario siente mayor control, pero solo con luz la inseguridad no se resuelve.
Existe una relación entre alumbrado y sensación de seguridad. Hace unos días Carpe Vía, un colectivo con ganas de transformar la ciudad y cargado de razones para ello, organizó un apoderamiento ciudadano de un lugar relativamente conflictivo como es el túnel que une los Jardines del Túria con Viveros en medio de la noche. A través de la música, la comida y la conversación invitaron a los que allí nos acercamos a reflexionar acerca de la vulnerabilidad de determinados grupos sociales en la noche, como son en muchas ocasiones las mujeres. Estos Viajes al interior de la noche, como llaman a los encuentros, permiten transformar el espacio por un rato y ayudan a imaginar otros usos a nuestra ciudad construida. Carpe Vía trata de visibilizar aquellos puntos que en la oscuridad de la noche se convierten en lugares críticos para la seguridad. En el viaje al que acudí hace unas semanas comenzamos un particular mapeo de los puntos más críticos e inseguros en la noche de València.
En poco tiempo se señalizaron sobre el plano de València más de treinta lugares conflictivos para transitar por la noche. Precisamente en muchos de los puntos marcados falta iluminación. Es cierto que Valencia está iluminada por encima de sus posibilidades, pero también que dispone de una iluminación muy mal repartida. Se debe mejorar la iluminación de las zonas vulnerables al tiempo que reducir la contaminación. Bien sea con menos intensidad de luz, con menos puntos de alumbrado en los lugares suficientemente iluminados, apagando el alumbrado de los monumentos en la noche o evitando las farolas de bola y poniendo aquellas que iluminan directamente hacia el suelo.
Pero el de la iluminación no es el único factor que convierte a los espacios marcados sobre el mapa en lugares conflictivos para colectivos vulnerables. En muchos de ellos también se requiere urbanizar el entorno, hay escasez de actividad en la zona o son pasos con reducida visibilidad desde puntos externos.
Hay distintas medidas que se podrían tomar para reducir la sensación de inseguridad en los puntos críticos, probablemente más efectivas y eficientes que la iluminación. La ampliación del área de visibilidad, la limpieza y el buen mantenimiento de los espacios o una mejor conexión visual entre la zona de paso y el espacio público son solo algunos ejemplos. Se ha demostrado que generar actividad –a través de comercios, por ejemplo- en determinados entornos es la forma más efectiva de reducir los conflictos y generar la sensación de seguridad en los vecinos. Al fin y al cabo se trata de construir espacios en los que sus propias dinámicas eviten que se genere inseguridad: un buen nivel de convivencia que ponga a todos los usuarios en igualdad de condiciones a la hora de hacer uso del espacio que es de todos.
