“Al quitar el velo no se quitan nuestros problemas”: las mujeres musulmanas se reivindican como sujeto político
“A las mujeres musulmanas no se nos ve como mujeres, se nos ve como víctimas de una religión opresora a las que hay que liberar”. Así de tajante se muestra Fátima Tahiri, investigadora en estudios islámicos y activista feminista antirracista, sobre las cuestiones que rodean a las mujeres musulmanas. Tahiri participa en el primer congreso valenciano contra la islamofobia, organizado por la ONG Joves Sólides, en el que las mujeres islámicas se reivindican como sujeto político. “La variante étnica y religiosa es tan fuerte que borra la cuestión de género”, reafirma.
Junto a Tahiri, decenas de activistas de distinta procedencia han expuesto en el Centre del Carme de València los problemas a los que se enfrenta la comunidad musulmana en España, además de formas de hacer frente al racismo cotidiano e institucionalizado. Las cuestiones de género ocupan una parte fundamental del congreso, uno de los pocos espacios propios que tienen las mujeres para plantear sus reivindicaciones sin ser cuestionadas. Las activistas Fatine Sakri y Hind El Fadli reclaman, como Tahiri, que el velo deje de ser un cuestionamiento constante en sus reivindicaciones.
En conversación con elDiario.es, las tres activistas ponen el foco en la pluralidad de las mujeres en la comunidad islámica: “Hay mujeres musulmanas que creen en un feminismo laico, otras en el islámico o en el decolonial”, apunta Fátima, que reclama terminar con “esa idea de oxímoron” que parte de un constructo occidental. “Se homogeneiza nuestro pluralismo”, añade Fatine Sakri, agente de igualdad, que critica que la sororidad [la solidaridad entre mujeres] no se muestre con tanta fuerza cuando las agredidas son mujeres migrantes o musulmanas, con el caso de las temporeras de Huelva que denunciaron violaciones en el campo como ejemplo. “En esta lucha no queremos estar solas, pero nuestras aliadas tienen que reconocer sus privilegos”, apunta.
La cuestión del velo siempre planea sobre las mujeres musulmanas, indican ambas. La imagen de la mujer musulmana con hiyab la convierte “en el símbolo máximo de la otredad”, es “todo lo que no es la mujer europea: libre, civilizada o con libertad de movimiento”, apunta Tahiri en la tribuna. Ese velo impide ver más allá, “la mujer pierde toda agenda política”, es “un constructo reduccionista hacia la pluralidad musulmana” y convierte a la mujer “en víctima y verdugo”.
En el caso de las menores, supone un extra discriminatorio que pone en riesgo el derecho a la educación. En Elche Hind El Fadli ha constituido el Grupo de Chicas Musulmanas, un “espacio seguro” en el que las mujeres de las comarcas vecinas trasladan sus reivindicaciones. Las principales, señala, se dan en los centros escolares en los que los protocolos internos prohíben a las chicas asistir a clase con hiyab, que termina siendo un señalamiento para las alumnas. “Son víctimas del acoso de los profesores”, denuncia El Fadli, que dedica su activismo a mediar con los centros que les impiden entrar a clase o expulsan a las alumnas. Al final, lamenta, o se quitan el velo, o se mudan.
“Al quitar el velo no se quitan los problemas de las mujeres musulmanas”, sostiene Fátima, que incide en que los problemas de las mujeres son compartidos a ambos lados del Mediterráneo: hablan de maternidad, de conciliación, de autonomía, de libertad sexual. Sobre las protestas en Irán, donde quitarse el velo se ha convertido en un símbolo político contra un Estado totalitario, las tres coinciden: “Reclamamos la libertad de las mujeres para decidir”.
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