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Por qué las medidas del BCE no tuvieron efecto: Christine Lagarde no tiene la magia de Mario Draghi

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo.

Valeria Álvarez

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Se diría que la banca central es más un ejercicio de relaciones públicas que una labor técnica. En tiempos no tan lejanos los banqueros centrales, en particular los europeos, parecían tener a gala que sus declaraciones públicas fueran crípticas como las de un oráculo. Pero desde la gran crisis financiera global que empezó en 2007 los bancos centrales han pretendido ser más transparentes sobre sus políticas. Esto es en parte porque se vieron obligados a justificar medidas extraordinarias que se podían entender como excederse en sus atribuciones. Además, al agotar los bancos centrales en gran medida su arsenal de política monetaria, cada vez han cobrado más importancia las indicaciones explícitas sobre la orientación futura de su política

monetaria, en inglés “forward guidance”.

Así que cada vez más el trabajo de un banquero central es una labor de comunicación. Y Christine Lagarde, en su tercera rueda de prensa de política monetaria desde que tomó posesión de su cargo como presidenta del Banco Central Europeo en noviembre pasado, parece haber fracasado estrepitosamente. Lagarde empezó su mandato al frente del BCE viviendo de las rentas de las últimas decisiones de política monetaria de su predecesor, Mario Draghi. Se diría que Lagarde planteó una revisión de la política monetaria del BCE durante su primer año como una forma de ganar tiempo y hacerse con un cargo que le venía grande. Pero

la crisis del coronavirus le explotó en las manos a los tres meses.

Sea como fuere, ha quedado claro que Lagarde no tiene la magia de Draghi, que era capaz de dirigir los mercados con sus declaraciones públicas como si de un encantador de serpientes se tratase. La intervención del BCE ayer jueves, y en particular la rueda de prensa de Christine Lagarde, fueron recibidas muy negativamente por los mercados europeos, tanto de renta variable como renta fija y bonos del estado de los diferentes gobiernos, en particular los de España e Italia.

La jornada empezó mal. Cuando el BCE publicó sus decisiones de política monetaria, los mercados reaccionaron decepcionados porque el BCE no bajaba los tipos de referencia. Desde un punto de vista técnico, no habría razón para que esto fuese así. Las medidas monetarias tomadas eran bastante expansivas. En realidad los costes de financiación de los bancos bajaban un 0,25%. Además, el brazo supervisor del BCE anunciaba medidas extraordinarias de alivio regulatorio para asegurar que los bancos se puedan permitir ser laxos con sus deudores, sean familias o empresas, que tengan dificultades por la crisis del coronavirus. La misión de Lagarde era dar la vuelta a la percepción negativa de los mercados. Pero sólo los empeoró.

A lo largo de la rueda de prensa, Lagarde explicó repetidamente que las condiciones de financiación a largo plazo de los bancos, llamadas TLTRO III por sus siglas inglesas, mejoraban sustancialmente. Anteriormente, los bancos podían financiarse al tipo de referencia del banco central, 0%, o al tipo de depósito de -0,50% en caso de usar su financiación para prestar a la economía real. A partir de ahora y hasta junio de 2021, el BCE bajaba los tipos un 0,25%. Es decir, financiación a tres años al -0,25%, o al -0,75% si se prestan los fondos a empresas y familias.

Además, el BCE se permitía comprar 120 mil millones de euros de activos financieros hasta final de año, con total flexibilidad en los tiempos y la composición de las compras. La razón de hacerlo así es que la función de estas compras es estabilizar mercados en problemas. Las compras ordinarias bajo el programa de flexibilización cuantitativa son a 20 mil millones de euros al mes y, en el caso de bonos del estado, sujetas a reglas de proporcionalidad al tamaño de cada economía.

Pero las explicaciones de Lagarde respecto de las compras de activos surtieron el efecto contrario al deseado. Los periodistas presentes en la rueda de prensa hacían preguntas sobre los límites del programa de venta de activos. ¿Iba el BCE a comprar bonos de todos los países? ¿No corría el riesgo de violar los límites para países con menores ratios de deuda sobre PIB, como Alemania? Lagarde repetía las mismas frases que Draghi solía: el programa de compra de activos goza de la suficiente flexibilidad. Pero no lograba convencer. Finalmente, le preguntaron directamente si el BCE iba a mantener bajo control la prima de riesgo de los bonos del gobierno Italiano. Esto podía ser un problema ya que Italia ya había preanunciado un paquete de medidas económicas en torno al coronavirus con un montante de unos 25 mil millones de euros.

Y, a esa pregunta, Lagarde pifió la respuesta. Dijo “no estamos aquí para cerrar spreads” (diferenciales de tipos de interés, como la prima de riesgo) “no es la función del BCE.” La interpretación inmediata de las palabras de Lagarde era que el BCE se lavaba las manos de lo que le pasase a Italia. La echaba a los leones del mercado de bonos. Y, claro, la prima de riesgo de los bonos italianos sobre los alemanes dio un salto. Y no sólo los italianos, también los españoles. La apariencia de que el BCE abandona la postura de preservar el euro es suficiente para que vuelva la crisis de deuda pública que Draghi atajó en 2012 con su promesa de hacer lo que fuese necesario.

Lagarde intentó arreglar el desaguisado inmediatamente por medio de una entrevista con la periodista Annette Weisbach de la cadena estadounidense CNBC. Dijo que el BCE está totalmente comprometido con la tarea de evitar la fragmentación de los mercados de la zona euro. Pero el daño ya está hecho. Los inversores tienen la mosca detrás de la oreja y al BCE le costará un esfuerzo demostrar ese compromiso con dinero. Justo lo que Draghi no tuvo que hacer. La magia del “hacer lo que sea necesario” fue que la promesa de poner recursos

ilimitados hizo innecesario poner ninguno.

¿Qué le ha pasado a Christine Lagarde? Está claro de que no goza de la habilidad de Mario Draghi para encandilar a la prensa y a los inversores. Pero justamente la comunicación se suponía que era su punto fuerte. El problema puede ser que todo el mundo sabe que Lagarde no tiene experiencia en banca central. Lagarde misma no ha intentado ocultarlo, y ha hecho de la necesidad virtud adoptando una actitud de falsa modestia. En la conferencia de prensa del jueves le preguntaron si ése era su momento de “lo que fuese necesario” y ella dijo que no pretendía pasar a la historia por algo semejante. Al final fue todo lo contrario. Dio la impresión de no estar dispuesta a hacer lo necesario o, lo que es peor, de no ser capaz de ello.

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