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Feijóo toma distancia con Casado en la precampaña mientras acusa al Gobierno de “ocultar la cifra de muertos”

Feijóo celebra el pase a la nueva normalidad y ve riesgos a partir del 21

Daniel Salgado

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Cada vez que se acercan las elecciones al Parlamento gallego, Alberto Núñez Feijóo cambia de traje. Se rodea de anagramas y lemas con la palabra Galicia, reduce el logotipo del PP e incluso, novedad de este año, juega con iconografía de aires celtas. Exhibe su versión autonomista e intenta mantener la distancia social con el PP de Madrid ahora en manos de Pablo Casado.

A un mes del 12 de julio, la jornada en que la ciudadanía gallega irá a las urnas, no ha fallado a su particular transformismo. Este mismo lunes se declaraba contrario a “la crispación que atenaza la política nacional”, que, aseguraba, “no tiene sustento social”. Parecía un mensaje al presidente de su partido y a su manera de hacer oposición frontal al Gobierno de coalición. En la misma intervención, sin embargo, se sumaba a las tesis más duras de la derecha más dura y acusaba al Gobierno central de “ocultar la cifra de muertos” por coronavirus.

El Feijóo que domina la larga precampaña electoral gallega, que apenas se habrá sometido al control del legislativo en cuatro meses, y que maneja con mano de hierro los medios públicos de comunicación, busca presentarse como apuesta de derecha razonable. No quiere que le salpique el barrizal de la dinámica política estatal. Ni la gestión de Ayuso en las residencias de ancianos, ni los coqueteos de su partido con Vox, ni los exabruptos de la portavoz en el Congreso Cayetana Álvarez de Toledo. No se trata tanto de divergencias ideológicas, nunca fáciles de detectar en un Feijóo muy capaz de afirmar una cosa y su contraria y sin filiaciones claras, como de sentido de la oportunidad. Y de la inoportunidad.

Existen voces entre los analistas políticos gallegos más cercanos al nacionalismo que incluso denuncian connivencia de estrategias entre Feijóo y Pedro Sánchez: a este último le conviene un barón gallego poderoso que tensione el interior del PP de Casado. Sucedió en su día cuando Manuel Fraga abandonó la política madrileña y ganó por la mínima las elecciones gallegas de 1989: Felipe González se deshizo de su rival y ahondó en las grietas del recién refundado Partido Popular.

La aquiescencia de Feijóo a la FAES

Cuando Casado se enfrentó a Soraya Sáenz de Santamaría por la presidencia del PP, la posición de los populares gallegos fue clave. La aquiescencia de Feijóo al candidato más próximo a la Fundación FAES del expresidente del Gobierno José María Aznar –padrino político de Casado– fue uno de los factores fundamentales que decantaron la balanza hacia el finalmente ganador. El presunto centrista apoyaba al aspirante más a la derecha y frenaba así la apuesta de Rajoy para su propia sucesión. Eso fue hace dos años.

Al Feijóo de este lunes no le iba tan bien la ayuda electoral de Casado en Galicia. O, por lo menos, no en solitario. “Al primer acto de campaña he invitado al presidente Casado. También al presidente Rajoy, muy querido en la comunidad autónoma”, afirmó. El aznarismo y su contrario.

El candidato a la reelección hizo el anuncio justo después de explicar que también aceptaría la presencia de Álvarez de Toledo en los mítines del PP gallego: “Todos los militantes y dirigentes del PP que quieran venir a Galicia están invitados. Además, se trata de una militante con responsabilidades”.

No hace tanto que el presidente de la Xunta y candidato a la reelección le había afeado en público su insulto al padre de Pablo Iglesias, militante clandestino del FRAP durante la dictadura y detenido por sus actividades políticas. La portavoz del PP en el Congreso le respondió, y ambos escenificaron una especie de conflicto interno entre facciones políticamente diferentes. Pero que, al final, no lo es tanto: el propio Feijóo, como Álvarez de Toledo, asistió en febrero del pasado año a la manifestación de PP, Ciudadanos y Vox “contra la alta traición a España” de Pedro Sánchez.

Aquella exaltación de nacionalismo español no se compadece con la defensa del “autonomismo solidario” que expuso este lunes el presidente gallego, que contrapuso a “independentismo y neocentralismo”. Según Feijóo, es necesario “trasladar el sosiego dinámico de autonomías como la gallega” a la política estatal. El presidente de la Xunta suele exhibir autonomismo cuando se acercan las elecciones, nunca antes. La práctica de los sucesivos gobiernos que ha dirigido lo ratifica: en casi 12 años no ha obtenido ninguna nueva competencia para la Xunta, pese a que el actual Estatuto de Autonomía así lo posibilita.

Autonomismo sin práctica autonomista

Durante los tres meses de pandemia, su táctica política a menudo lo ha llevado a echar balones fuera por, argumentaba, estar sometido al mando único del ejecutivo central. Ahora que no lo está, sigue achacándole problemas en materias que entran dentro de la gestión de la Administración gallega, como la política industrial, la educación o las residencias de ancianos. Pero esto tampoco le ha impedido escribir en su cuenta de Twitter su “agradecimiento” por la “colaboración y diálogo, con éxitos y errores, con acuerdos y diferencias” a Sánchez.

Era un nuevo movimiento solo comprensible desde las lógicas internas del Partido Popular, su búsqueda de distancia social respecto del casadismo, y que ha desatado una pequeña polvareda interna. Este lunes volvía sobre el asunto: “El Gobierno ha cometido más errores de los razonables, pero estoy convencido de que ha intentado acertar”.

Entre esos “errores”, el barón gallego del PP señaló tres. El primero, que a su juicio Sánchez “llegó tarde” a la pandemia y “permitió cualquier tipo de actividad, manifestaciones, acontecimientos deportivos y culturales”. El segundo, que la centralización de compra de material “hizo perder una semana”. Y el tercero, “su falta de ética hacia los muertos” por “no incluir los datos de que realmente pasa” y emplear “la contabilidad creativa de infectados”.

En estas duras acusaciones, que llevó al extremo de afirmar sin mayores argumentos que “el Gobierno oculta la cifra de muertos”, resuenan las conspiraciones alentadas por Vox y la ultraderecha. Las realizó apenas unos minutos después de desmarcarse de “la crispación que atenaza la política nacional”. Alberto Núñez Feijóo no quiso hacer memoria. En 2009 protagonizó, contra el bipartito de PSdeG y BNG, una de las campañas electorales más crispadas que se recuerdan en Galicia. Y montado en ella llegó a la presidencia de la Xunta.

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