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ENTREVISTA

Edith Rodríguez, vicepresidenta de Reporteros Sin Fronteras: “La opresión rusa a la prensa independiente existe desde que Putin llegó al poder”

Edith Rodríguez, vicepresidenta de Reporteros Sin Fronteras España.

María García Arenales

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El pasado 4 de marzo el Parlamento ruso aprobó endurecer el Código Penal para castigar con hasta 15 años de prisión la difusión de “noticias falsas” sobre sus Fuerzas Armadas. O dicho de otro modo: todo periodista que no se ajuste a la versión oficial rusa sobre la guerra en Ucrania puede ser penalizado en el país, pues solo considera correcta la información que proviene de las agencias estatales.

Ante esa amenaza del Kremlin, numerosos medios de comunicación como RTVE, RAI, BBC, CNN o CBS decidieron suspender temporalmente su cobertura en Rusia y abandonar el país. Pero con estas nuevas sanciones, asegura la organización Reporteros Sin Fronteras, Rusia “no solo asesta el tiro de gracia a la cobertura extranjera, sino a la prensa rusa independiente”, que ya venía sufriendo amenazas desde hace años y ahora hay medios que se han visto obligados a echar el cierre. 

“Ha sido una estocada principalmente contra la prensa independiente rusa, a la que tienen machacada desde hace años. Hay periodistas encarcelados, detenidos, asfixiados económicamente, con una ley de control de medios que etiqueta de ‘agentes extranjeros’ a medios críticos [con el Gobierno] y los hunden en la miseria”, dice en entrevista con elDiario.es Edith Rodríguez, vicepresidenta de Reporteros Sin Fronteras España.

El mismo día que Rusia invadió Ucrania, el 24 de febrero, el regulador ruso ya exigió a los medios de comunicación del país que solo utilizaran fuentes oficiales en sus coberturas.

Tan solo un día después, el Gobierno que dirige Vladímir Putin pidió a varios medios independientes rusos que eliminaran ciertas informaciones relacionadas con el conflicto en Ucrania al considerar que no se correspondían con la realidad. El conocido diario de investigación Novaya Gazeta –cuyo editor jefe, Dmitry Muratov, ganó el Nobel de la Paz en 2021– cumplió la orden para proteger a sus periodistas y poder continuar en activo, mientras que otros como la televisión online Dozhd (TV Rain) o la emisora Echo Moskwy fueron bloqueados por no acatar la censura. 

Reporteros Sin Fronteras (RSF) ha denunciado a Rusia ante el Tribunal Penal Internacional por posibles crímenes de guerra tras el ataque el pasado 1 de marzo contra cuatro torres de radio y televisión en Ucrania y que habría afectado, según sus datos, a al menos 32 canales de televisión y varias decenas de emisoras de radio. ¿Qué ha supuesto ese ataque?

Significa acabar con la comunicación ucraniana por las malas, porque a pesar de que siguen las transmisiones por internet, supone darles un estacazo, generar daño. La demanda está interpuesta y va a haber una investigación por parte de la Corte Penal Internacional. El año pasado también denunciamos a Israel ante la Corte Penal Internacional cuando destruyó las sedes y oficinas de varios medios de comunicación palestinos e internacionales en Gaza. En este caso hemos actuado igual.

¿Están preocupados por las muertes de varios periodistas internacionales y locales –los últimos un cámara y una productora de Fox News– bajo el fuego ruso?

Estamos preocupados, vamos a un ritmo alto y es una guerra que pinta extraordinariamente peligrosa, no solamente por la cantidad de periodistas que la están cubriendo –hay una densidad de periodistas por metro cuadrado en Kiev y otras ciudades sitiadas que asusta– y sobre todo porque a partir de ahora van a ser asedios o cercos, que es lo que pretende el Ejército ruso y seguramente consiga. Y al final esos son los escenarios más peligrosos para los periodistas.

Las ciudades sitiadas son ollas en cuyos alrededores hay artillería y tiroteos, y en medio de eso la gente tiene que hacer vida normal y los periodistas informar. Entre el gran número de periodistas que hay sobre el terreno, y que todavía no parece haber consignas muy claras sobre qué sitios son más peligrosos o menos peligrosos -estamos en las fases más exploratorias, no hay un cerco asentado-... estamos preocupados, porque estamos seguros de que va a ser una guerra de bajas. 

Por eso una vez más, llamamos a extremar las precauciones, a ir equipados, geolocalizados, a que los medios cubran a los colaboradores a los que envían in situ y a no tener que lamentar más muertes.

El presidente de Rusia firmó una ley que prevé hasta 15 años de cárcel por difundir “información falsa” sobre el Ejército ruso en su invasión de Ucrania. ¿Era previsible que Putin hiciera algo así teniendo en cuenta la deriva autoritaria de los últimos años?

Sí, a nosotros no nos ha sorprendido. Como decía Anna Politkóvskaya, la gente se está acercando al abismo soviético, al abismo ruso de la información y las formas de hacer de Vladímir Putin. Lo que ha hecho es asestar el tiro de gracia no solo a la cobertura extranjera, que ya tenía que hacer carambolas para informar, sino a la prensa rusa independiente. Esto lo que hace es poner de rodillas a los cuatro valientes que siguen cubriendo la información de forma independiente en Rusia. La opresión rusa a la prensa independiente lleva existiendo desde que Putin llegó al poder y, lamentablemente, ahora hay un agujero informativo. En los últimos 15 años asesinaron a seis periodistas de Novaya Gazeta, incluyendo a Politkóvskaya. Hay medios valientes que hacen lo que pueden, instalados incluso en repúblicas bálticas, como es el caso del portal de noticias ruso independiente Meduza, que opera desde Riga, en Letonia, y publica también en inglés. Pero cada vez son menos. 

En los últimos años ha habido un recrudecimiento, acompañado de campañas de desinformación masiva, y ha habido un viraje para fortalecer los medios estatales. En Rusia hay periodistas que persiguen a sus compañeros, se habla de purgar a los que no están alineados con el discurso del Kremlin y eso también hay que tenerlo presente. También hay que tener en cuenta que los medios rusos, por lo menos los que operan en Occidente [como Rusia Today y Sputnik], tienen una pátina de modernidad y normalidad, un aspecto ambiguo que hace difícil ver que son órganos de propaganda al servicio de un Estado opresor, porque ayudan a blanquearlo. Y eso también sucede con China, que es la mayor cárcel del mundo de periodistas. Nos cuesta distinguir que son estados salvajemente opresores con la libertad de prensa y de expresión, porque sus medios estatales lo blanquean.

¿Qué opina su organización sobre el veto de la Unión Europea a los medios rusos estatales RT y Sputnik?

Como principio universal no nos gusta que un órgano ejecutivo vete medios. Llegado el momento extremo, tendría que hacerlo en todo caso el poder judicial, y en base a leyes del estado de derecho, pero no un poder ejecutivo. Sin embargo, también hay que reflexionar sobre quiénes son estos medios [RT y Sputnik].

En Europa también existen medios de comunicación progubernamentales. ¿Es una situación comparable?

Claro que en países europeos existen medios públicos con más o menos sesgos o progubernamentales, pero operamos en democracias, están regulados, hay comisiones parlamentarias donde se puede preguntar… En Europa no hay una corporación de medios públicos que ejerzan como instrumentos propagandísticos, cuando no de espionaje, que representen a un país opresor. No es comparable. 

Tenemos que empezar a hablar de que hay una asimetría tremenda entre el trato que se da en las democracias europeas a los medios de regímenes totalitarios poderosos y al revés. Es decir, no hay una reciprocidad. En suelo comunitario ahora operan cadenas chinas como CGTN y se les conceden licencias y al revés eso no sucede. El periodismo europeo no opera ni se le conceden licencias, está vigilado y censurado, chantajeado con las acreditaciones, se ve lo que China quiere y se va donde China dice, pues sería impensable, por ejemplo, hacer una información libre sobre la opresión a los uigures [una minoría étnica musulmana que sufre represión en el país].

Llevamos tiempo diciendo que hay que establecer ciertos mecanismos de reciprocidad y que tiene que haber compromisos por parte de organismos reguladores comunitarios con el respeto a los derechos humanos. Del mismo modo que hay que pensar cómo controlar la desinformación, también hay que pensar en un régimen de reciprocidad. No se trata de comportarnos como ellos [Rusia o China], sino de exigirles que abran sus mercados, sus espacios a la prensa. Que podamos ir a suelo chino o ruso.

¿Considera, por tanto, un mal precedente el veto a los medios estatales rusos?

Es un precedente que abre puertas muy desconocidas, un precedente lleno de incógnitas y que nos sitúa en un terreno que ya estábamos viendo venir. Y ahora estamos en él. Y hay que tener un cuidado extremo con eso. Porque la lucha contra la desinformación es la que sirve de excusa a los países que reprimen la libertad de prensa y censuran a los periodistas. Las democracias europeas afortunadamente están muy vigiladas, hay mucho contrapoder y una pluralidad política, y se defenderá la libertad de prensa y expresión. Pero esto abre puertas muy delicadas. 

Ayudaría que haya un margen de actuación para legislar con las plataformas digitales. Estamos en manos de plataformas como Google, Twitter, Facebook, Apple… No hay un país en Europa que las regule mínimamente. Es necesario crear un marco regulatorio. 

Hemos hablado de la salida de medios de comunicación internacionales de Rusia, de ese “agujero negro informativo”, pero ¿qué ocurre con los medios en Ucrania? ¿Cómo se está informando la población ucraniana en medio de la guerra?

En términos de comunicación no están desabastecidos. Quedan medios independientes muy activos, como The Kyiv Independent, y tienen la cobertura internacional. De momento hay internet en casi todas partes y habría recursos vía satélite si se viera afectada la red nacional. Desde España ha habido un alud de medios: más de 50 están en Ucrania y alrededor de una veintena en los países fronterizos cubriendo el éxodo humanitario de refugiados. De hecho, nos preocupa la precariedad de muchos periodistas freelance, ya que no cuentan con el equipamiento adecuado, y la cobertura periodística en una ciudad prácticamente sitiada como Kiev es muy peligrosa, es una olla de artillería y de fuego. Reporteros Sin Fronteras –junto con el Institute for Mass Information– ha creado en la ciudad ucraniana de Lviv –Leópolis– el Centro para la Libertad de Prensa, donde proporcionamos equipos de protección. Pero nos preocupa la seguridad e integridad de muchos periodistas que están allí en condiciones precarias.

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