Videovigilancia: los ojos de cristal que te siguen los pasos
¿Sabías que en el centro de la ciudad de Madrid existen 147 cámaras de vigilancia controladas por la Policía Municipal? A la cifra, que sale de un artículo académico recientemente publicado en la revista Teknocultura, hay que sumar las cámaras de comercios, edificios, etc. Toda una red de ojos sin vida que vigilan los pasos de los ciudadanos en nombre de la seguridad, y que no ha parado de crecer desde que, en 2005, se instalaran las primeras en la Plaza Mayor. Hacia 2008 se instalaron, por ejemplo, las de la Plaza de María Soledad Torres Acosta (Luna).
Antes de verano Ana Botella confirmó que a finales de año estarán disponibles 46 nuevas cámaras en el centro de la ciudad. Las nuevas zonas videovigiladas serán el comienzo de la calle Fuencarral, las calles Preciados, Carmen, Arenal, Gran Vía desde Callao hasta la Plaza de España, y algunos otros lugares comerciales. Meses antes, la alcaldesa había defendido su necesidad
para “crear un gran entorno comercial y de ocio cubierto con circuito cerrado de televisión”.
Ademas de las cámaras de vigilancia policial, pronto llegarán a nuestras calles otras, que conformarán el sistema de control de matrículas de la Zona de Prioridad Residencial.
La preocupación porque las cámaras se puedan usar para vigilancias que excedan la de los números de las matrículas no carece de argumentos.
A finales del año pasado, el delegado del Área de Gobierno de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento, Diego Sanjuanbenito, hizo unas declaraciones favorables a utilizar estas cámaras de control de tráfico para, por ejemplo, identificar y sancionar a grafiteros.
Durante años, grupos de activistas por la privacidad han advertido de los peligros sobre la pérdida de derechos sobre la privacidad y la intimidad de los ciudadanos que supone la videovigilancia masiva. Por otro lado, no faltan tampoco defensores de este tipo de sistemas en aras de la seguridad.
Para profundizar en el tema hemos charlado con José Alcántara, vecino del barrio y autor del libro La sociedad de control (2008). Lo primero que nos advierte el experto es que “la videovigilancia no evita los delitos”. Según detalla Alcántara, la instalación de un sistema de este tipo no sirve para evitar la comisión de delitos, “es una heramienta para ayudar a esclarecerlos”, pero siempre una vez ya han sucedido. Por otro lado, las cámaras desplazan al delincuente, provocan que se vayan “a la calle aledaña”.
Las nuevas 46 cámaras anunciadas por Botella tendrán un coste de 600.000 euros, una cantidad importante dado el estado de las arcas municipales. Según Alcántara “destinar una gran parte del presupuesto a instalar, mantener, y operar un sistema de vigilancia masiva es una forma muy poco eficiente de gastar el presupuesto, a menudo escaso, con que cuentan las fuerzas de seguridad”.
Según nos cuenta el autor de La sociedad de control, antes que vigilar masivamente a todos los ciudadanos, es más útil seguir tácticas tradicionales de vigilancia a grupos de presuntos delincuentes y zonas conflictivas y, una vez identificados los sujetos peligrosos, “tiene sentido y es más barato utilizar la tecnología”.
En cuanto a los aspectos éticos de la videovigilancia, nuestro experto nos alerta de que los conceptos en los que se basa este control total son los mismos que, hasta hace pocas décadas, eran exclusivos de centros penitenciarios. “Aplicar a la población de forma masiva técnicas de control y monitorización diseñadas para la vigilancia de un pequeño grupo es innecesario e insensato”.
La tecnología avanza a gran velocidad. Los sistemas de reconocimiento facial y la potencia de cálculo de los ordenadores pronto consolidarán la eficiencia automatizada del control masivo de la ciudadanía. Existe el peligro –advierte Alcántara- de que “se produzca un efecto ”tolerancia“ a las tecnologías de control”. En 10 o 15 años, vaticina el autor, “cuando una generación alcance la edad adulta habiendo convivido desde pequeños con estos sistemas” las cámaras podrían ser un elemento más de nuestras vidas, sin que nadie encuentre ya problemas para oponerse a su presencia.
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