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Atrapado en casa de mis padres

Jóvenes, más radicales en lo político y más laxos en lo moral que sus padres

Eduardo Azumendi

Los jóvenes vascos con un empleo necesitarían cobrar el doble al mes para poder acceder a la compra de una vivienda y lo que resulta más paradógico, incluso para poder irse de alquiler. Teniendo en cuenta que el salario medio de un joven en 2016 era de 996 euros y que el alquiler en el mercado libre supera los 800 euros, las cuentas están claras. Esta es una de muestra más de los graves problemas que tiene hoy en día un joven de entre 18 y 34 años que decida emprender una vida propia y autónoma. Por eso, está calculado que en Euskadi los jóvenes se emancipan a los 30 años, salvo excepciones.

Existen diversos factores que retrasan y entorpecen el proceso. Maialen Olabe presidenta del Consejo de la Juventud de Euskadi-Euskadiko Gazteriaren Kontseilua, explica que la principal causa de este retraso en la emancipación es la precariedad laboral en la que se vive. “Casi un 57% de los contratos son eventuales y un 30% son a jornada parcial. Además, los salarios siguen siendo bajos y si los comparamos con el resto de la sociedad existe una brecha bastante importante. Tampoco podemos olvidar que las mujeres jóvenes, al tener peores condiciones, todavía lo tienen más complicado. Junto a esto, es importante tener en cuenta el coste elevado de la vivienda, tanto en alquiler como en compra”.

En la actualidad, menos de la mitad de los jóvenes de la comunidad autónoma cuenta con un empleo. Con el sueldo medio de una persona de 18 a 34 años que trabaje en Euskadi, para pagar la hipoteca se debe destinar el 60,1% del sueldo neto cada mes. El porcentaje de salario a destinar para la compra se situaba en 2013 en el 64,1%, mientras que en 2007 llegaba hasta el 98,9% del salario neto.

Así es comprensible el camino de obstáculos que sigue recorriendo Amelia González, de 29 años, para encontrar un piso de alquiler con un coste máximo de 500 euros. Tiene formación universitaria, pero nunca ha conseguido trabajar plenamente de lo que ha estudiado (economista). A estas alturas sigue viviendo con sus padres, aunque ya tiene un trabajo fijo. “Sí, tengo un contrato indefinido, pero mañana puedo estar en la calle. Vivo en el alambre laboral. Mi sueldo es de 800 euros al mes. No me puedo plantear la compra ni el alquiler. Mi única opción pasa por irme a vivir con alguien más y compartir la casa. Le estoy dando vueltas porque aunque estoy a gusto con mis padres, cada día que pasa me pesa más. Tengo la sensación de que no estoy viviendo de verdad mi vida”.

El caso vasco es común en el resto del país. De los dos millones y medio de jóvenes de entre 25 y 29 años que vivían España a finales del año pasado, cuatro de cada 10 se habían emancipado, es decir, cerca de un millón. El resto seguía viviendo en el hogar familiar, según los últimos datos publicados por el Observatorio del Consejo de la Juventud de España. En esta línea, el Instituto de la Juventud (Injuve) publicada cada cuatro años que analiza las principales características de la población joven en España. Los principales resultados muestran que, debido a la coyuntura económica, esta generación marcada por la crisis ha aumentado su dedicación a la formación. Aunque, el mercado laboral se caracteriza por la temporalidad, la inestabilidad y una alta tasa de desempleo juvenil.

Así, el informe enfatiza que se retrasa la emancipación residencial que, generalmente, se sigue haciendo en pareja. No obstante, destaca el incremento de los hogares unipersonales (del 12% al 17,2% entre 2008 y 2016) y los pisos compartidos (del 26,3% al 30,7%). A pesar de la difícil situación económica de este colectivo, la población joven expresa cierta satisfacción y optimismo hacia el futuro.

Una clase exclusiva

Jon Sáenz (26 años) y su novia Nerea (26) son una de esas excepciones que confirman la regla. Ambos ingenieros de formación y residentes en Vitoria se han fijado como meta irse a vivir juntos a un pisos en propiedad cuando cumplan los 27 años. “Los dos trabajamos de ingenieros y con un sueldo que nos permite pensar en comprar una casa. También barajamos la opción del alquiler, pero nos hemos decantado por la compra. tengo muy claro que cuando miro a mi alrededor y veo el entorno lo nuestro no es lo más normal. Lo normal sería seguir en casa de nuestros padres, intentando ahorrar y retrasando el momento de la emancipación”.

Itxaso López de Alda (27 años) vive una situación muy parecida a la de Jon y Nerea. Está a punto de adquirir un piso junto a su pareja. Las opciones que barajan van desde una vivienda de protección oficial a una en el mercado libre. “Me fuí de la empresa en la que trabajaba porque les hice una contraoferta y me respondieron que 'la cola del paro era muy larga'. Tenía otra oferta y la he aprovechado. Es un trabajo indefinido y por eso mi pareja y yo nos estamos planteando marcharnos a vivir juntos. Sé que mañana pueden cambiar las cosas, pero llega un momento en el que hay que dar el paso”.

La 'suerte' de Jon, Nerea e Itxaso no es compartida por Miguel Ángel Retana, quien sigue viviendo en el cuarto de su infancia cuando ya roza los 30 años. Trabaja en lo que va saliendo, a pesar de que tiene una licenciatura y un máster. “Aún no me ha dado tiempo a vivir por encima de mis posibilidades”, comenta con una sonrisa. Con su salario, lo máximo que podría pagar de alquiler son 300 euros mensuales. “Y mucho me parece. Tendría que ajustarme mucho y prácticamente no salir de casa. Pero aún así, intentaría emanciparme”.

Gemma Bilbao tiene 30 años y también vive en casa de sus padres. Se encuentra a gusto en el ambiente familiar, pero le ronda la idea de emanciparse. “Pero ahora lo veo imposible. Me gustaría comprar un piso porque de alquiler pagas casi el doble que de hipoteca. ¿Compartir? No me lo he planteado en profundidad”. Gemma hizo un grado superior de Administración y Finanzas de Formación Profesional, después se licenció en Empresariales y terminó un grado en gestión de negocios. Ha encadenado diferentes empleos, casi siempre relacionados con sus estudios. “Lo que yo veo es que muy pocos amigos se pueden ir de casa de sus padres antes de los 30 años, a no ser que les hayan dejado un piso en herencia o algo así”.

Ir tirando

El sociólogo vitoriano Diego Carbajo es coautor del libro Precariedad vital y juventud, una investigación sobre cómo es el paso de la juventud a la condición de adulto. Para Carbajo, hoy en día la juventud se contenta con llegar al mes siguiente. “Son profesionales del ir tirando”. En un escenario donde no tienen certezas y resulta más probable “empeorar que mejorar, mantenerse en el presente es la única opción que manejan. Hoy en día una persona no tiene asegurada ni la estabilidad ni el progreso, pero sí su precariedad”.

A pesar de la crisis económica y la inestabilidad laboral, la propiedad de una vivienda sigue siendo un objetivo prioritario para los jóvenes. “Es una de las cosas que más me ha sorprendido de la investigación”, apunta Carvbajo. Y para conseguirlo se apoya en la familia. “El modelo de familia del Mediterráneo, que suple al Estado del Bienestar proveyendo todo tipo de recursos, se mantiene; aunque esta estructura carece de la capacidad que tuvo hace varias décadas, cuando sostenía a sus integrantes y, por ejemplo, movió a familias enteras en los procesos migratorios interestatales. Ahora la familia es más pequeña y está debilitada; pero su papel en el imaginario social sale reforzado. Los jóvenes se manejan bajo la idea de que la familia siempre va a estar ahí”, resalta.

Aunque la aspiración es a un piso en propiedad, la opción más recurrida para emanciparse sigue siendo el alquiler. Pero es necesario distinguir entre el alquiler libre y el alquiler social. El alquiler social es, según los datos, la única opción para las personas jóvenes de emanciparse y que no les suponga un sobre-esfuerzo económico al no tener que destinar más del 30% del salario. “Para que el sistema sea eficaz”, apunta la presidenta del Consejo de la Juventud de Euskadi, “es necesario que a la hora de adjudicar viviendas se tenga en cuenta la inestabilidad laboral de las personas jóvenes, así como las situaciones sobrevenidas de empeoramiento de la situación laboral, como el desempleo. Que las personas jóvenes sean, además, colectivos prioritarios. A su vez, exigir el tiempo mínimo imprescindible de empadronamiento y que este sea flexible para todas aquellas personas que marchan fuera”.

Asimismo, reclama que se establezcan más mecanismos de control sobre el alquiler libre y lograr poner en uso las casas vacías mediante alquileres asequibles para la población joven.

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