Contra la guerra sucia y en defensa del periodismo
Este artículo podría escribirlo cualquier compañero o compañera de la redacción de elDiario.es. Si el director, Ignacio Escolar, no estuviese disfrutando de su permiso paternal, probablemente lo hubiese hecho él. No pretende ser una lección de periodismo ni sentar cátedra. Pero sí es una reivindicación del trabajo que llevamos realizando desde hace una década. Hemos remado solos muchas veces, en otras han intentado desprestigiarnos por nuestras informaciones. No siempre somos los primeros en publicar porque con errores y aciertos preferimos llegar tarde a comunicar mal. Uno de nuestros objetivos ha sido siempre fiscalizar al poder y en ese ejercicio es cómo descubrimos la guerra sucia que se organizó en el Ministerio de Interior del Gobierno de Mariano Rajoy a través de unos mandos policiales dirigidos por el excomisario Villarejo y con el beneplácito de los cargos políticos que estaban al frente.
La guerra sucia contra la oposición desarrollada por el Ministerio del Interior durante el último Gobierno del PP es el episodio más grave desde la etapa del terrorismo de Estado de los GAL. Primero, la 'Operación Cataluña'; casi de forma simultánea, el sabotaje a la investigación sobre la caja B del PP; por último, Podemos, la fuerza emergente en la izquierda. Todo financiado con fondos reservados. Todo ejecutado por altos funcionarios de la seguridad del Estado. Los mismos que deben garantizar la seguridad y libertad de los ciudadanos, voten lo que voten.
Las opiniones sobre aquel proceso de grave perversión democrática se multiplican estos días en tertulias y redes sociales. Opiniones puede haber muchas pero la verdad es una: los hechos fueron publicados gracias a la investigación de Pedro Águeda, con gran despliegue en elDiario.es desde el otoño de un ya lejano 2014, en muchos casos según estaban ocurriendo. Durante años no fueron objeto de debate más allá de este y algún otro medio. Los socios de elDiario.es, todos sus lectores, pueden dar cuenta de ello. Aquello, o era demasiado grave para ser verdad, o simplemente había que ocultarlo. Ninguna de estas dos fue nuestra opción.
Cuando la maquinaria de la guerra sucia que anidaba en Interior desde 2012 contra el procés giró años más tarde en dirección a Podemos teníamos la información, el contexto y las fuentes para contarlo. Habíamos desvelado en noviembre de 2014 que un grupo secreto de mandos policiales se dedicaba a rastrear información comprometedora de políticos soberanistas, sin autorización judicial, de forma prospectiva, con el único fin de publicar informaciones de origen apócrifo en algunos medios de la derecha.
Solo hubo revuelo en Catalunya. En Madrid, las tertulias continuaron a lo suyo. Sin restar un ápice a la trascendental relevancia del desafío soberanista, las evidencias de que se había puesto en marcha un combate subterráneo desde los aparatos del Estado no encontraba hueco.
El 12 de enero de 2016, 'El Confidencial' y 'Okdiario' adelantaban el contenido de un dossier sobre la presunta financiación irregular de Podemos. Venezuela, Irán, PISA (Pablo Iglesias Sociedad Anónima)… Nos pusimos a ello, informamos de cómo se intentó blanquear su origen y, en marzo de aquel año, después de que el informe llegara al Tribunal Supremo y nos hiciéramos con él, lo publicamos íntegro, acompañado de un texto con todas las irregularidades que integraban su confección, así como el contexto político y la finalidad con la que se había publicado, que no era otra que boicotear las incipientes negociaciones para la formación de un Gobierno progresista entre PSOE y Podemos.
El Ministerio del Interior, dirigido por Jorge Fernández Díaz, reeditaba con Podemos la estrategia de ‘informes fantasma’ utilizados contra el soberanismo en Catalunya. Aquel informe PISA, más bien un dossier apócrifo que sería después despreciado por los tribunales, había intentado ser blanqueado por la cúpula del Ministerio del Interior a través de la UDEF, la misma estrategia que contra el procés, ¿Pero quién era su autor material? Es algo que perseguimos durante meses, años. Hasta que en una de las decenas de comparecencias del caso Kitchen, uno de los miembros de aquella brigada política habló. Pasó desapercibido a muchos otros medios. No a elDiario.es.
El comisario García Castaño, el segundo imputado de mayor relevancia en la causa Tándem, señalaba a Andrés Gómez Gordo, el policía de cabecera de Cospedal que después sabríamos que había regresado por la puerta grande a la Policía con el trofeo de tener en sus manos al gran confidente: el chófer de Bárcenas. La Operación Kitchen sigue siendo a día de hoy la única actuación de aquella brigada política que tiene una causa en los tribunales, de la que elDiario.es también ha avanzado sus principales episodios.
Confesamos que una de nuestras grandes preocupaciones fue que durante todos estos años el lector no se perdiera en un entramado de policías anónimos, acrónimos policiales y enrevesadas tramas. Intentamos ser lo más didácticos posible para que cada información fuera una ruta fiable por este laberinto de corruptelas. Para ello, nos servimos de piezas que trazaban los perfiles de sus protagonistas con información recopilada durante años, muchos años: Gómez Gordo, Fuentes Gago, Adrián de la Joya, Javier Iglesias, García Castaño, el propio Villarejo…
Y también decidimos que aquel nombre de “brigada patriótica” no era para nosotros. La fuerte ideologización de los mandos que el PP puso a dirigir la Policía a su llegada en La Moncloa en 2012 contribuyó a que se desarrollara la guerra sucia, primero contra los “separatistas”, luego contra los “comunistas” de Podemos. Pero cobrar astronómicos premios con destinos en embajadas y medallas pensionadas no parece muy patriótico. Para nosotros, el grupo cuya existencia habíamos desvelado se denominaría “brigada política” y así sigue siendo.
Quien contó cada destino en una embajada, cada sueldo de más de 10.000 euros, cada medalla pensionada, desde las de Villarejo a las de sus adláteres, fue elDiario.es. Acuñamos un término, el ‘club de los diezmileuristas’, por el sueldo con el que eran recompensados cada mes. Y el más afortunado de todos, el artífice de la brigada política. ‘Fernández Díaz despide con una medalla y una paga al comisario de las maniobras contra Podemos’, desvelamos en junio de 2016 .
¿Saben cuántas condenas tiene elDiario.es por todas esas informaciones? ¿Cuántas veces le han llevado a juicio? Ninguna. ¿Han amagado? Sí. Con sus burofaxes intimidatorios, como aquel en el que Villarejo, por entonces con placa y pistola, advertía en el verano de 2014 a nuestro compañero Pedro Águeda de que su actitud era “temeraria”. O los de Marcelino Martín-Blas, un policía de corte profundamente conservador y españolista, por ser generosos en la descripción, encumbrado por una parte del independentismo catalán a ídolo por haberse enfrentado a Villarejo, cuando los dos habían participado en la ‘Operación Cataluña’. O del propio Fuentes Gago, que ni se presentó al acto de conciliación, en el que nos reafirmamos en todas nuestras informaciones sobre su desorbitado sueldo y el de su mujer en el mismo destino dorado. Varios años después seguimos esperando que se atreva a querellarse.
Fuentes Gago, sí. El mismo policía que viajó a Nueva York a arrancar supuesta información a un exministro de Chávez para impedir a toda costa que Podemos llegara al Gobierno, según reconoce en una grabación. El resultado del viaje fue otra vez blanqueado en un informe de la UDEF del que ‘Abc’ reprodujo su contenido sin tachar el número de carnet profesional de los policías de la unidad anticorrupción que habían viajado a Estados Unidos. Eso nos permitió averiguar que el Ministerio del Interior de Jorge Fernández Díaz había enviado a Nueva York nada menos que al mismo jefe de la unidad en ese momento.
El PP había intentado que un mando tan afín como José Manuel García Catalán se hiciera con la UDEF en mayo de 2014, pero la información de elDiario.es de que él era el elegido y de que ya había acudido en dos jornadas al que iba a ser su despacho, presentándose a sus subordinados, retrasó el nombramiento nueve meses. Luego se descubriría que Fuentes Gago viajó con García Catalán a Nueva York con un encargo de Mariano Rajoy, según se le oye decir al primero.
En las últimas semanas, 'El País' ha publicado una serie de audios que no están entre los incautados al comisario Villarejo que pudieron ser desencriptados. En uno de ellos queda de manifiesto cómo la entonces secretaria general del PP y ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, participó de las maniobras contra Podemos. Que estas habían existido desde la irrupción de la formación en 2014 ya lo sabían los lectores de elDiario.es. Los investigadores dan credibilidad al diario del comisario por tratarse de un dietario de consumo propio, no como las grabaciones. Pero aun así había que contextualizar su contenido, compararlo con los hechos que acaecieron en las mismas fechas. El resultado, en forma de titular: El diario de Villarejo revela que la brigada política del PP atacó a Podemos desde su irrupción. Hace un año de la publicación de esta información en elDiario.es.
El comisario Villarejo tiene razón en una cosa: el informe PISA es una chapuza. Así lo advirtió el Tribunal Supremo, un criterio que siguió la Audiencia Nacional cuando le llegó en 2016 una estrambótica denuncia con recortes periodísticos del mismo. El archivo fue provisional, como suele acordarse. Suficiente para que el juez García Castellón reabriera la causa basada en recortes del informe PISA cinco años después para sumarle las acusaciones con las que el ex general venezolano Hugo ‘El Pollo’ Carvajal pretendía frenar su extradición a Estados Unidos.
La maquinaria volvió a funcionar a todo gas. De la causa secreta trascendían hasta los informes de la UDEF. elDiario.es descubrió que a la Fiscalía de la Audiencia Nacional, en poder de dos fiscales conservadores, todo aquello le parecía un disparate jurídico. Y se lo contó a sus lectores en exclusiva. Lo mismo ocurrió cuando la Sala de lo Penal cortó las alas a García Castellón y le obligó a archivarla. Ha pasado muy poco tiempo de todo esto.
Más tiempo ha transcurrido desde que García Castellón decidió que su prioridad en el caso Villarejo era la pieza 10, o caso Dina. Podemos parecía tener otro grave frente judicial abierto. Ya estaba en el Gobierno. Pero había demasiados retales que permitían adivinar que en aquel caso participaban los mismos resortes ocultos del Estado con intereses distintos a hacer justicia. Un domingo, elDiario.es tituló: ‘El juez convierte una pieza de la causa Villarejo en el caso Pablo Iglesias’. Era la primera vez que se reconstruía el puzle que denotaba los otros intereses del denominado caso Dina más allá de los estrictamente judiciales.
A nosotros nadie nos podrá echar en cara que hemos publicado informes falsos. Tampoco nos podrán reprochar que hayamos dado pábulo a noticias basadas en mentiras. Es más, las hemos combatido en los mismos platós en los que se promocionaban esos bulos diseñados para atacar a partidos o ideologías. Sirva de muestra este fragmento de 'La Sexta Noche' en el que Ignacio Escolar desmontaba en directo el documento sobre las falsas cuentas para financiar a Podemos y que estos días está de nuevo en boca de todo el mundo. Vale la pena recordar que es de 2016.
Para acabar, disculpen la digresión personal. Hay quienes nos preguntan a muchos periodistas si nos hemos reunido alguna vez con Villarejo. En mi caso la respuesta es no. Solo he coincidido con él una vez en un plató. Fue hace dos meses en el programa FAQS, en TV-3, y aproveché mi intervención para dejar claro que es alguien sin escrúpulos que no merece ninguna credibilidad.
Llevamos una década de un trabajo apasionante, en el que hemos revelado a pesar de las presiones, la última gran perversión del sistema democrático en España, una falla del sistema mismo heredado de la transición. Por eso escogimos el lema de ‘Periodismo a pesar de todo’. Nuestra recompensa es la extraordinaria acogida que los socios, socias y lectores de elDiario.es han dado siempre a todas estas informaciones. El compromiso con todos ellos es el mismo desde el primer día: seguir haciendo nuestro trabajo.
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