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Emilia Pérez
La película de director francés, Jacques Audiard, a la vez que cosecha innumerables triunfos y galardones internacionales, se granjea también críticas abundantes y duras. El Festival de Cannes le concedió el “Premio del jurado” y sus tres intérpretes femeninas premiadas a su vez (Zoe Saldaña, Karla Sofía Gascón y Selena Gómez). Ya ha sido nominada a los Globos de Oro en diez categorías y de ahí a los Oscar, todo está en camino. Todo un reto, un reto sorprendente.
El caso es que el guion no hay por dónde cogerlo. Resulta tan inverosímil como desconcertante desde el primer minuto del metraje. Un desalmado capo de la droga que lleva en su historial de crímenes todos los que le permiten la lucha entre carteles en México, decide a sus cincuenta años cambiar de sexo y dedicar toda su inmensa fortuna al “bien común”, creando una asociación a tal efecto. Para ello contrata a una abogada listísima, quien le arreglará todo lo concerniente a las clínicas donde se llevará a cabo todo el proceso, así como la simulación de su muerte para hacer desaparecer al más grande sanguinario conocido como Manitas del Monte, transformado en una delicada y amantísima señora cuyo único objetivo será trabajar (y dedicar toda su fortuna) a los miles de desaparecidos que los gobiernos mexicanos han dejado en las cunetas del país.
Yo desconocía que se trataba de un musical, hasta que aparece la primera escena que rompe, paraliza o desconcierta más todavía, si cabe, la propuesta del director de la historia que nos están contando. Pero vas descubriendo que la parte musical es un recurso metido con fórceps, mal hecho y salido de contexto en la historia que pretende ser un drama musical. Y no termina nunca de ser un musical.
En todo caso, lo más preocupante del film viene precisamente del “cliché” que se impone en la historia a la figura trans (Karla Sofía Gascón) que, supongo, habrán puesto el grito en el cielo el colectivo afectado, por el tratamiento del tema que nos retrotrae al menos medio siglo en la comprensión y liberación de las identidades de género. El adjudicarle a la protagonista trans el papel de irremediablemente maternal (por ser mujer) y por supuesto dotada de una fibra romántica y de quien no se puede esperar otra cosa que la bondad. Este perfil más propio de hace más de medio siglo atribuido a la mujer ha sido asumido (al menos en la ficción) por la actriz protagonista, lo que irremediablemente va a provocar un sisma en el colectivo trans por el mensaje machista que está presente en la figura de su protagonista.
“A la postre, la redención de Emilia Pérez resulta tan falsa y tan irrespetuosa para el espectador, como el acento de Selena Gómez o el falso empeño de Audiard por abordar, sin el menor conocimiento o empatía, el doloroso tema de los desaparecidos en México” (Carlos Boyero)…No hay por dónde cogerla.
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