La investidura y los currículums
Cuando Adriana Lastra ha subido al estrado, Inés Arrimadas ha aprovechado la ocasión para mostrar, desde su escaño, una hoja dónde se leía “CV Adriana Lastra”, intentando afear que esta diputada no posea ningún título universitario o que no hubiera trabajado fuera de la política y, por tanto, se entreveía un cierto cuestionamiento de la posición que ocupa.
En este aspecto existen dos corrientes ideológicas contrapuestas en la concepción de la democracia: por una parte, una visión más tecnocrática de la política y por la otra un enfoque que da más importancia a la representación con la sociedad. La visión tecnocrática considerará que es mejor tener políticos con niveles educativos elevados. Se asume que cuánta mejor formación académica tenga un político, mejor competencia en la elaboración de las políticas públicas va a tener.
Sin embargo, otras tradiciones consideran que la calidad de los políticos está más ligada al grado de semejanza que tenga éste con la sociedad. En otras palabras, un político o política será bueno si sabe detectar o priorizar los problemas de la sociedad. Las características de los políticos –ya sean de clase, de género o de edad–, pueden afectar al tipo de contenido de las políticas públicas que se proponen o se aprueban por parte de estos miembros.
Tras la crisis de representación que se vivió en 2011, se crearon nuevos partidos que se enfrentaron a este hecho de diferente manera. Mientras Podemos reclamaba una mayor participación de la población en las decisiones públicas, los dirigentes de Ciudadanos siempre se han caracterizado por asumir una visión tecnocrática de la política. Sin embargo, esta última visión tiene algunos límites. En primer lugar, España, junto a Grecia y Portugal, tienen unos políticos en el poder con un nivel de formación reglada muy alto. En cambio, otros países, como Dinamarca, Noruega o Islandia poseen niveles mucho menores de formación de sus ministros. Por tanto, a nivel agregado, en España no existe un problema en este aspecto.
En segundo lugar, tener políticos con menor formación política puede implicar más obertura de estas instituciones hacia los diferentes estratos sociales. De hecho, muchos políticos de países del norte de Europa llegan en mayor proporción desde organizaciones u otras experiencias asociativas, como son los sindicatos, sin que tengan estudios reglados.
Se ha hablado bastamente del caso de Stefan Löfven, primer ministro sueco, soldador y con una carrera sindicalista amplia, pero sin estudios. No es el único ejemplo: en este mismo país, Sven-Erik Österberg, ex ministro de finanzas sueco, proviene del sindicalismo forestal, pero sin tener una formación académica anterior. Jóhanna Sigurdardottir sigue el mismo patrón, fue primera ministra de Islandia, sin estudios universitarios, pero una prolongada experiencia sindical. Todo esto muestra que este tipo de políticos pueden tener una mayor facilidad para elaborar políticas públicas desde una perspectiva de clase.
En tercer lugar, cuando se elaboran políticas públicas desde una visión tecnocrática se asume que solo existe una solo solución correcta a los problemas sociales y, por tanto, las decisiones son técnicas y no ideológicas. La realidad es que existen muchas variedades de soluciones posibles, y la solución “correcta” muchas veces pasa por escoger aquella opción que se aproxime más a las prioridades ideológicas que se tengan.
Los votantes de Ciudadanos tienden a preferir una visión tecnocrática de la política y muchas veces se ha asumido acríticamente esta visión del mundo político, pero este enfoque también tiene sus contras que se deben tener en cuenta.
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