El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.
Adoctrinamiento contra la empatía en las aulas de Veterinaria
Transparencia Animal UCM
Alumnas de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid narran en Aula Animal su experiencia al comprobar cómo los profesores se esfuerzan por insensibilizarlos ante el sufrimiento de los animales con los que practican
Desde Transparencia Animal UCM reclaman información sobre las condiciones en las que están los animales con los que practican los futuros veterinarios y llaman a sus compañeros a rebelarse contra esa insensibilización que se impone en las aulas
Hace algo más de un mes que decenas de personas, diversas en procedencia, estudios, ideas y edades, nos concentramos delante de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid para pedir toda la información, oculta hasta el momento, sobre los animales que tienen encerrados allí. Información a la que tenemos derecho como ciudadanos y ciudadanas.
Sin embargo, no son las vivencias de personas ajenas a los estudios de Veterinaria las que importan en este artículo y, por ello, queremos trasladar el sentir de algunas alumnas de esta facultad, a menudo acalladas en sus propias aulas e incluso en sus propios círculos.
Una antigua estudiante nos cuenta cómo fue ser admitida en la carrera de sus sueños:
“El primer día, después de la charla de Decanato, en la que dijeron que Veterinaria era una gran familia, fuimos a la cafetería y… primer encontronazo. ¿Cómo era posible que una facultad en la que, en teoría, las personas vivían por y para los animales, tuviese una cafetería plagada de carteles, pósters y calendarios de corridas de toros?”.
Según relatan varias estudiantes, la emoción inicial de empezar la Universidad iba dejando, poco a poco, paso a la decepción: “me sentí sola y extraña ante la incoherencia que encontré”.
Muchas de las prácticas obligatorias son brutales y para quienes se nieguen a realizarlas no suele haber otra opción, ni comprensión. Esto es lo que nos cuenta otra antigua estudiante:
“En una práctica teníamos que inyectar un líquido en huevos embrionados. Si al día siguiente el embrión seguía vivo, deberíamos sacrificarlo congelándolo. Llegó mi turno. El pobre se revolvía sin parar dentro del huevo. Me quedé paralizada. Aquello era desproporcionado. El profesor me dijo: ”¿a qué esperas?“. Con sensación de angustia le contesté que no iba a hacerlo. Aquello me costó la expulsión del aula y una amenaza de suspenso ante la mirada atónita de mis compañeros. Finalmente, la coordinadora se apiadó y me hizo un examen teórico de manera excepcional, pues la objeción de conciencia en las prácticas con animales no está aceptada en las facultades españolas.”
Una estudiante de primero cuenta que las atrocidades también se dan en animales ya nacidos:
“Cuando se confirmó que había una práctica en la que debíamos inmovilizar e inyectar a ratas y ratones, y la fecha se acercaba, me fui poniendo nerviosa. Quedé con otros dos compañeros en ir a hablar con el profesor, quien nos dijo que el animal solo sufría un estrés mínimo. También nos advirtió que en el examen práctico nos podría tocar pinchar a las ratas y que, de no hacerlo, tendríamos un suspenso. Además, alegó que al final de la carrera se nos acredita para manejar animales de experimentación. Pero ¿es necesario hacerlo en primero cuando somos más inexpertos que competentes? Tomé la decisión de ir y solo acariciar a los animales. El profesor hizo la demostración: cómo inmovilizarles, cómo pincharles (subcutánea e intraperitoneal) y cómo introducir la sonda por la boca de ratas y ratones. La inmovilización fue bastante brusca, estaban aterrados. En menos de dos horas, cada rata pudo recibir hasta cuatro pinchazos y cada ratón hasta seis.”
Sin embargo, los animales de la facultad que han despertado más interés en la sociedad son los beagles del animalario docente del Hospital Clínico Veterinario (HCV). Otra antigua alumna nos comenta sus impresiones cuando vio el estado de estos perros por primera vez:
“Tengo experiencia con animales que están pasando por situaciones difíciles, pero ver perros en este estado en una facultad de veterinaria me pareció absolutamente fuera de lugar. Al preguntar a las personas que nos daban clase quién era el responsable de los animales, nos dijeron que no tenían información. Después de mucho preguntar, dijeron que los perros estaban bien, pero en las prácticas los veíamos y comentábamos sus evidentes deficiencias sanitarias. Por ejemplo, había perras con bultos en las mamas y en el cuello. Cuando, con mucho esfuerzo, conseguimos hablar con algunos responsables, nos dieron información falsa respecto a los profesionales que les asesoraban y las instalaciones donde vivían los perros. ¿Por qué no nos contaban la verdad?”.
Según las estudiantes, estos animales también son víctimas de opacos experimentos:
“Uno de los beagles del animalario del hospital tenía un hematoma enorme en la cara interna del muslo. Nos dijeron que había sido una extravasación (salida de sangre de una vena) durante un estudio de anestesia de ese mismo día. Preguntamos si no le iban a dejar en hospitalización y la respuesta fue que no hacía falta, que estaba suficientemente bien como para ir a prácticas esa misma tarde si fuera necesario”.
Además de ratas y perros, existen muchos más animales que viven en las desconocidas, y aparentemente deficientes instalaciones de veterinaria, sufriendo usos extremos:
“He tenido que ver cómo meten a una vaca recién parida en una camisa de exploración, le sujetan la cabeza por medio de un hierro para inmovilizarla, le realizan palpación rectal, muge y grita, le retiran el hierro, la liberan de la camisa y la golpean en la grupa para que salga y, al salir, se escurre y cae de costado y el comentario que recibes de tu profesora es: 'cómo chilla la pobrecita'”.
En la titulación de veterinaria, muchas asignaturas están vinculadas a la producción de alimentos y, con el enfoque capitalista actual, esto parece significar criar más a menor precio.
En clases de Cría y Producción Animal, Mejora Genética, Obstetricia y Reproducción, etc. te enseñan el ciclo productivo de los animales “de producción”, kilos y edad que deben alcanzar al sacrificio, alimentación para optimizar los índices productivos, criterios para eliminación y desvieje (envío a matadero), programas de selección genética, entre otras cosas. Muchas veces explicado por el docente con comentarios crueles e incluso ofensivos: “Siempre que veo este vídeo me entra un hambre….” (vídeo de pollitos vivos cayendo por cintas mecánicas como si fueran maletas).
Son numerosas las prácticas que a muchos/as nos parecerían aberrantes si tuviésemos que experimentarlas como nos cuentan las alumnas (antiguas y actuales):
“Una práctica de la asignatura de genética consistía en pesar camadas de ratones recién nacidos. Pregunté: ¿qué haréis con ellos después? La respuesta: Tirarlos a la basura”.
Desde Transparencia Animal UCM queremos ofrecer todo nuestro apoyo a las valientes estudiantes que han sufrido en clase, realizando prácticas que consideraban inmorales por puro miedo, que han sido ridiculizadas, silenciadas o sancionadas por tener más sensibilidad de la necesaria en una titulación productivista y sorda al sufrimiento animal.
Testimonios como éste explican la insensibilización paulatina por transmisión vertical:
“Desde que inicié mis estudios me he sentido muy impotente y muy poco identificada con esta profesión. Entré con la ilusión y la creencia de que las personas que comienzan Veterinaria aman a los animales y desean cuidarlos y protegerlos. Sin embargo, no es así. Y no porque no entremos con ese espíritu de justicia y responsabilidad, preservador y empático, sino porque desde que empezamos, profesoras y profesores ejercen una potente influencia, en cada clase y en cada ámbito de la carrera. El resultado es la insensibilización y normalización de conductas y prácticas injustificadas e innecesarias”.
Sus vivencias nos rompen el corazón, pero al mismo tiempo nos llena de orgullo y esperanza saber que hay quien lucha por los animales en batallas diarias que se alargan durante años o, incluso toda la vida, como nos cuenta una alumna que pasó por la UCM:
“Siento que se nos ha roto un pedacito de alma en estos años. Honestamente no sé si después de mi paso por esta carrera volveré a ver el mundo de la misma forma. Por momentos me siento cansada y triste, exhausta. Así que para seguir me nutro del orgullo que siento por las compañeras y compañeros que no han tirado la toalla y que, a pesar del miedo y el agotamiento emocional, siguen luchando más allá de aprobar”.
Sin las mentes críticas de estas jóvenes, los animales estarían incluso más desamparados, pero la buena noticia es que no están solas. Somos cada vez más las personas que queremos caminar hacia una sociedad más justa con todos los seres que la componen.
Veterinaria puede ser esa disciplina que actúa de refugio para los animales vulnerables, que cuida y protege a los individuos que lo necesitan, que se basa en el amor por la naturaleza y no en el afán de enriquecimiento. Que los/as veterinarios/as sean personas empáticas y colmadas de cariño, en lugar de seres con el corazón de piedra, depende de ellos/as, pero también de las exigencias que provengan de la sociedad y de la presión que ejerzan las empresas privadas relacionadas con el sector. Éste es, por tanto, un debate de todos y todas, es una realidad que podemos modificar. Está en nuestras manos hacer que los animales vivan sin miedo, sin estrés, sin angustia y sin dolor. Se puede evitar. Existen alternativas. Sin embargo, los cambios no llegarán por sí solos, dependen del despertar de nuestras conciencias.
Nuestro primer paso es pedir información, llevándonos a otros escenarios que deben ser transitados necesariamente para conseguir el mundo que soñamos. La lucha no termina en la carrera de veterinaria, sino que se extenderá, imparable, a cada animalario de cada facultad en la que se empleen animales no humanos. Vamos a sacudir los cimientos de la acomodada academia y no vamos a parar hasta que la ética impregne cada ámbito.
Concluimos, como no debe ser de otra manera, con las palabras de una de las alumnas mencionadas en los párrafos anteriores:
“Hoy solo me queda agradeceros, a todas las personas que formáis TRANSPARENCIA ANIMAL UCM, que seáis tan valientes, que no olvidéis a esos animales que nacen y mueren entre cuatro paredes, sin que nadie conozca de su existencia y deciros que esto acaba de empezar, que ya somos muchas las que estamos hartas y que seremos la voz de todos los animales encerrados en las facultades”.
Sobre este blog
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