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La maleta

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En estos días no puedo parar de pensar en qué cosas metería en una maleta si tuviera que salir a toda prisa de mi casa y no tuviera demasiadas esperanzas en poder regresar.

En Ucrania lo están haciendo miles, millones de personas, todos los días y, por lo que entreveo en las imágenes que nos llegan, lo que prima es la ropa de abrigo, como es lógico en una región en la que están bajo cero buena parte del día.

En mi caso no sé qué demonios escogería. 

Ya me hice esta misma pregunta cuando vi a los palmeros y palmeras saliendo apresuradamente de sus casas escapando del volcán.

En Ucrania tampoco es que se vean muchas furgonetas cargadas hasta los topes como vimos en Los Llanos de Aridane; la premura por irse y la dificultad de encontrar combustible ha hecho que sean los trenes, las guaguas y los taxis los medios de transporte más utilizados y, claro, limitan mucho lo que uno puede llevar consigo. Por no hablar de aquellos que están andando durante horas y más horas bajo la nieve y el intenso frío con la esperanza de ponerse a salvo cuanto antes y únicamente llevan consigo lo puesto.

No puedo evitar pensar dónde están los cientos (si no miles) de mascotas que el millón de personas que ya está a salvo en la Unión Europea seguramente tenían. Por más que me esfuerzo no he visto a nadie con perros, gatos, pájaros o tortugas. Supongo que cuando la vida de uno peligra hay que priorizar, por duro que sea, y la mayoría habrá confiado con todo el dolor de su alma en que sus animales de compañía sabrán buscarse la vida por su cuenta.

En cualquier caso, sigo dándole vueltas a lo de qué metería es la maldita maleta. 

Haciendo un esfuerzo de imaginación y poniéndome en la piel de quienes están en Kiev o en el resto de localidades ucranianas, creo que cogería a toda prisa ropa, calzado, documentación y probablemente algo de comida. El valor sentimental lo dejaría en las fotos que pudiera tener en ese momento en la memoria de mi teléfono y cogería objetos de valor económico y sentimental solo si me quedara algo de espacio y siempre que no pesaran demasiado.

Estoy convencida de que cuando has perdido tu casa, tu patria y puede que hasta a tus seres queridos quedarte sin tus cosas es casi lo que menos te importa, pero, claro, son todo meras suposiciones de alguien que conserva todas ellas y ve el conflicto desde la lejanía. 

Si me acostara un día y me despertaran las bombas creo que, por duro que sea decirlo, correría sin pararme a pensar lo que dejo detrás. El instinto de supervivencia es eso y es lo que estamos viendo en nuestras pantallas a todas horas. Da igual si eres joven, viejo, mujer, hombre, niño, niña, perro, gata… si hay bombas cerca corres lo más lejos que puedas y después piensas.

Probablemente los que tienen una maleta son los que han salido corriendo cuando las bombas aún se oían lejos o los que han apurado demasiado su tiempo en un lugar francamente peligroso. Los demás tienen solo lo puesto.

Jamás podré olvidar la imagen de un cuerpo inerte bajo una sábana del que asomaba un brazo junto a una maleta. Ese equipaje hecho a toda prisa contenía toda una vida; en ella una persona metió lo que quiso rescatar y llevarse consigo antes de huir hacia una vida nueva lejos de la guerra, pero cuyo camino se truncó para siempre.

¿Qué habría en su interior? Probablemente nunca lo sabremos.

En cualquier caso, toda esta reflexión que comparto con ustedes me ha hecho pensar que al final lo que llevamos en la maleta es casi lo de menos porque todo importa muy poco cuando lo que se pierde es la libertad.

Puedes no tener ni una sola pertenencia, ni a una sola persona a tu alrededor; puedes carecer de un techo que te cobije y tener serias dificultades para llevarte alimentos a tu boca, pero si eres y te sientes libre sabes que no todo está perdido y que el mañana llegará lleno de nuevas posibilidades. Pero cuando no lo eres ni lo sientes el futuro está lleno de miedo, incertidumbre y oscuridad y tu vida vale muy poco por eso defiendo que no hay, ni nunca habrá mayor lucha, que la de garantizar la paz porque solo así tendremos la oportunidad de ser libres y rozar la felicidad.

Ucrania en nuestros corazones

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