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Pacientes más jóvenes y menos intubaciones en las UCI canarias durante la segunda ola de COVID-19

UMI del Complejo Hospitalario Universitario Insular Materno Infantil.

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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En torno al 25% de los pacientes hospitalizados en Canarias con COVID-19 están ingresados en una unidad de cuidados intensivos (UCI). Los últimos informes del Instituto de Salud Carlos III sitúan al Archipiélago como la comunidad autónoma que acumula desde el 10 de mayo el mayor porcentaje de casos críticos sobre el total de diagnosticados en este periodo temporal, más de un punto por encima de la media nacional (1,5 frente a 0,4%). Las Islas no están, sin embargo, entre las regiones con mayor tasa de defunciones. Igualan la media nacional en este indicador (0,6%), según los datos recogidos en la más reciente publicación del organismo de referencia en investigación biomédica y salud pública en España, correspondiente al pasado viernes.  

“Estamos llenos, pero no desbordados”, resalta Sergio Martínez, presidente de la Sociedad Canaria de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias y facultativo especialista en el área del Hospital Insular de Gran Canaria, el centro que soporta desde hace dos semanas la mayor presión asistencial de todo el Archipiélago por casos de coronavirus, con varios brotes intrahospitalarios incluidos. Su tasa de pacientes críticos no es, sin embargo, de las más elevadas (está en torno al 17% del total de ingresados). La UCI del complejo de referencia para los ciudadanos del área sur de la isla dispone, de forma habitual, de cuatro módulos de ocho camas cada uno. De ellos, dos están reservados para pacientes COVID. Desde hace prácticamente veinte días, la cifra de enfermos críticos con esta patología se sitúa en este centro en torno a los 14 o 15 diarios. Este sábado subió a 16, lo que obligará, en caso de un nuevo ingreso, a utilizar un tercer módulo ya preparado ante esta eventualidad. A esa cifra de 32 camas, la Consejería de Sanidad suma la posibilidad de incrementar la capacidad asistencial hasta las 90 plazas (para enfermos con COVID y con otras patologías) a través de la habilitación de otras áreas del recinto. 

Durante la primera ola de COVID-19 en Canarias, el Hospital de La Candelaria, en Tenerife, fue el más tensionado. La jefa del servicio de Medicina Intensiva de este complejo, Mar Martín, explica que durante ese periodo el ingreso de pacientes críticos excedió la capacidad total de la UCI, que cuenta con tres módulos de diez camas cada uno. “Tuvimos más de 40 en los peores momentos. Hubo que habilitar la unidad de vigilancia intensiva pediátrica, incluso quirófanos para colocar pacientes con otras patologías”, relata la especialista. La situación ahora es más desahogada. El módulo COVID, de diez camas, está lleno, aunque el centro mantiene “permanentemente” cinco plazas libres para cubrir necesidades inmediatas y, como todos los hospitales públicos de Canarias, tiene un plan de contingencia en caso de saturación. 

Los especialistas en Medicina Intensiva han advertido algunos cambios con respecto a la primera oleada. “Estamos viendo enfermos que vienen peor directamente a urgencias y pacientes más jóvenes”, señala Martín, que considera, no obstante, que aún es pronto para analizarlo con perspectiva. “La edad media de la semana pasada era de 58 años. Parece que ha bajado un poco la guardia la gente más joven”, agrega la facultativa. Los informes publicados por el Instituto de Salud Carlos III al inicio de la pandemia señalaban que la media de edad en las zonas de críticos con COVID rondaba en esa época los 70 años. El paciente más joven que ha tenido que atender la UCI del hospital de referencia del área sur de la isla de Tenerife en las últimas fechas tenía 23 años y otras enfermedades de base. En esta segunda ola ha fallecido en este complejo una persona menor de 30 años con patología previa, admite la médica intensivista. 

En el Insular de Gran Canaria, el paciente de menor edad en UCI tenía 36 años. “En planta, incluso más jóvenes. Hemos tenido a algunos con neumonía bilateral y sin patología previa aparente. Habría que indagar en las profundidades, a ver si tenían otras enfermedades, pero no hemos visto diabéticos o hipertensos, por ejemplo”, relata Martínez, que precisa que todos ellos “han podido salir”. El especialista también expresa una cierta preocupación, al margen de los efectos de la pandemia, por el incremento en los últimos meses de infartos en pacientes de en torno a los 30 años. “Son casos que nos asustan. No es lo habitual, pero estamos viendo cada más jóvenes con patologías coronarias. Los cardiólogos están haciendo su trabajo y analizándolo, pero hay que hacer un llamamiento para que los jóvenes se cuiden. Algunos fuman o inhalan tóxicos inhabituales y esto puede generar espasmos coronarios e infartos”, subraya. 

El presidente de la Sociedad Canaria de Medicina Intensiva destaca que la experiencia de marzo y abril con los pacientes COVID les ha permitido actuar con más soltura en esta segunda oleada y que ello ha posibilitado el uso de otros soportes alternativos a la ventilación mecánica. “Siempre intentamos ser poco invasivos para mejorar las posibilidades de recuperación. Hay medios para administrar oxígeno con cánulas que generan presiones altas. Es preferible, siempre que se pueda, a intubarlos o sedarlos. Muchos de los pacientes que hemos tenido en el Hospital Insular, en torno al 20%, han salido sin necesidad de conectarlos a ventilación mecánica”, asevera Martínez. El especialista explica que la oxigenoterapia de alto flujo, que puede administrar hasta 60 litros por minuto, “genera una presión importante en el pulmón y les ayuda a respirar”. “La sedación anula las capacidades defensivas del propio sistema orgánico y genera una debilidad neuromuscular cuando despiertan que dificulta mucho la respiración. Cuanto más tiempo esté el tubo metido en la tráquea, mayor probabilidad de generar daños, incluso infecciones que le llamamos neumonías asociadas a ventilación mecánica. Por eso siempre es la medida que intentamos evitar. Pero si es necesario, colocamos el respirador”, resume el intensivista, que agrega que a los pacientes que deben estar durante un periodo largo de tiempo intubados (sobre los 20 días) se les practica una traqueotomía “como mal menor”. 

Solo los que necesitan ventilación mecánica

El caso de La Candelaria es diferente, según cuenta su jefa de Intensivo. “Por el perfil de apoyo del resto del hospital, de la unidad de Medicina Interna y de Neumología, que hacen muy buen soporte de este tipo de pacientes, solo estamos ingresando en la UCI a aquellos que llegan ya con la necesidad de ventilación mecánica”, asevera Martín. Hasta la fecha, solo uno de ellos, dado de alta el pasado miércoles, salió de la unidad de críticos sin uso de respirador. En Canarias no ha habido los problemas que se han registrado en otras comunidades autónomas en cuanto a disponibilidad de estos medios. “Hemos tenido siempre a nuestro alcance”. 

En cuanto a las alternativas terapéuticas, la especialista indica que no hay evidencias de que alguno de los tratamientos utilizados se haya mostrado efectivo en los pacientes que hayan sufrido una lesión tan importante como para requerir ventilación mecánica. “Lo que estamos haciendo es ponerles corticoides. Habrá que evaluar cuáles son los resultados reales. Una vez que están tan graves como para tener que ir a una unidad de Medicina Intensiva, lo que necesitan es ventilación mecánica, tratamiento de soporte y poco más. El Remdisivir (un antiviral que está siendo utilizado en los pacientes con COVID) no está indicado cuando el enfermo está tan mal que necesita un aporte de oxígeno tan alto”, sostiene. 

A diferencia de la primera ola y a pesar de que les pilló a contrapié, con un volumen importante de trabajadores disfrutando de sus vacaciones ante la previsión de que el incremento de casos se produjera en otoño, coincidiendo con la gripe, en este repunte de verano los médicos de las UCI no han requerido el apoyo de facultativos de otras especialidades. Al inicio de la pandemia, los intensivistas tuvieron que echar mano de especialistas de Anestesia y Reanimación para el manejo y la ubicación de pacientes con patologías diferentes a la COVID. 

El tiempo medio de estancia de los pacientes en las UCI canarias es variable. “Algunos han estado solo tres o cuatro días y otros un mes o dos, depende de la gravedad y de sus capacidades”, señala Sergio Martínez. Mar Martín sitúa la media entre “cuatro y seis semanas”. “Ese es el problema, que son pacientes que requieren estancias muy largas y la cama de UCI se bloquea por mucho tiempo. No son de recambio alto, enfermos que enseguida evolucionen, si no que requieren de un tiempo prolongado de recuperación”, reseña la jefa de Intensivo de La Candelaria, que dice que la tasa de supervivencia es complicada de calcular porque también depende de las patologías previas de los pacientes críticos. En el caso del Insular, “sobre el 85% de los enfermos que ingresan en la unidad se recuperan”, precisa Martínez. 

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