Los y las catalanas, así como otros pueblos y sensibilidades culturales y políticas, tenemos un romance multidisciplinar con Europa. Somos a la vez centro y periferia, actores y espectadores, según la época y el tema. Europa ha sido vista desde Cataluña casi siempre como sinónimo de libertad y progreso, frente a la dictadura y el atraso económico y cultural de una España tantas veces distante.
Por eso seguramente hablar de cualquier cosa que tenga que ver con Europa tiene de entrada el sesgo de un posicionamiento claro y mayoritario de la sociedad catalana: somos y seremos europeos. Pero la Europa que con tanto acierto y originalidad describía George Steiner en su discurso La idea de Europa es la Europa cultural, la Europa histórica, la Europa política, la Europa geográfica. Nada que ver con el artefacto institucional y financiero llamado Unión Europea y construido hábilmente sobre el europeísmo.
Desde sus inicios, la Europa de la UE ha sido, principalmente, un espacio económico al servicio de las oligarquías nacionales de los respectivos países, que tuvo y tiene por objetivo principal facilitar la cooperación de éstas en el espacio interior de la Unión Europea para focalizar la competencia del conjunto con el resto del mundo. El proyecto se revistió en su momento también de cierta legitimidad política, institucional e, incluso, democrática, pero la Unión Europea sigue siendo, a día de hoy y principalmente, un espacio de libre comercio, de uniformización de reglas económicas y de ordenación financiera destinado a la construcción de una macrooligarquia europea capaz de competir a nivel internacional con otras potencias.
De hecho, ya hace años, desde antes incluso del Tratado de Lisboa (que suprimía de golpe aquella Constitución votada en referéndum), pero sobre todo con la aprobación del Tratado, la Unión Europea es básicamente la estructura institucional que más directamente y mejor articula la implementación del capitalismo financiero en nuestras sociedades. Sin debate. Ni obviamente decisión democrática. En esencia, la Unión Europa es el instrumento concreto y eficaz del capital financiero para ejercer su soberanía, casi absoluta, sobre los pueblos de Europa.
No es de extrañar, pues, que en la Unión Europa no quepan muchas cuestiones relacionadas con la soberanía de los pueblos y las personas. Es cierto que ha desarrollado una cierta rama judicial de vigilancia sobre los derechos humanos, pero incluso ésta ha sido incapaz de interceder eficazmente sobre los cientos de casos de tortura que se dan en España, sobre la discriminación política y jurídica de la población inmigrante o tantas otras cuestiones relacionadas con los derechos civiles. Todas las cuestiones relacionadas con las personas como ciudadanos y como sujetos políticos, todas las cuestiones relacionadas con su voluntad colectiva y la soberanía popular, la Unión Europea simplemente las relega a los Estados.
Instrumento sumamente eficaz de reordenación económica y jurídica en favor de las oligarquías. Instrumento sumamente inútil para el respeto y cumplimiento de las voluntades populares. Las clases populares catalanas, las del Sur de Europa para doblemente afectadas, y las de Europa en general tenemos el reto de cuestionar abiertamente la Unión Europa como institución hostil a los intereses de las clases populares, de las mayorías sociales de nuestros pueblos. Entre las opciones no entra la reforma desde dentro, sólo su refundación desde cero o salir por salvarse del régimen de dictadura financiera que nos lleva a la miseria.
En el camino que está transitando una parte importante del pueblo catalán hacia la recuperación de la soberanía, hay que tener este debate de forma abierta, pública y sin amenazas. Podemos mendigar entrar en la Unión Europea, a cualquier precio, asumiendo todos sus mecanismos antidemocráticos y generadores de desigualdades. O podemos tener una aproximación soberana, franca, democrática y crítica. El proceso de emancipación nacional catalán puede ser un revulsivo para provocar otros cambios en una Unión Europea decadente, regresiva e injusta.