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'El viaje de Chihiro' vuelve a las salas: la película de cine animado que arrasó en taquilla y deslumbró a la crítica

Fotograma de 'El viaje de Chihiro'

Francesc Miró

20 de mayo de 2021 22:54 h

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Si Miyazaki ostenta el privilegio de ser uno de los realizadores vivos mejor valorados del séptimo arte es en gran medida debido a El viaje de Chihiro. Y sin el arrollador éxito que tuvo en todo el mundo, hace ahora veinte años, el cine de animación japonés no gozaría de su popularidad actual ni –especialmente– del respeto y atención de la crítica mundial. 

Tras ganar el Oso de Oro en Berlín, El viaje de Chihiro se hizo con el Oscar a mejor Película de Animación, siendo el único título de animación japonesa que ha obtenido la estatuilla en la historia de los premios. Es más, era la película de esta categoría más taquillera a nivel global, hasta que en 2016 fue desbancada por Your Name y recientemente se ha visto relegada al bronce por Guardianes de la noche: Tren infinito

Ninguna de estas se cuenta, eso sí, entre las mejores películas –animadas o no– del siglo XXI. En cambio, El viaje de Chihiro es la cuarta mejor película de lo que va de siglo según la célebre lista de la BBC realizada por 177 críticos. Para celebrar su vigésimo aniversario, Chihiro vuelve ahora a los cines españoles de la mano de la distribuidora Vértigo. Un buen momento para analizar hasta que punto la animación contemporánea sigue los pasos de este filme y, aún mejor, consigue llenar sus huellas.

Un punto y aparte para la historia anime

Dos décadas después, la influencia de El viaje de Chihiro no solo se rastrea en el trabajo de muchos cineastas y animadores, también en el tejido mismo de la industria cinematográfica y su relación con el público. Con los años “se ha significado como un símbolo de aperturismo mental”, según Laura Montero Plata, doctora en Historia del Cine y autora del ensayo El mundo invisible de Hayao Miyazaki (Dolmen Editorial, 2012). “Miyazaki abrió muchas puertas con El viaje de Chihiro, no solo a una mejor distribución internacional del cine japonés sino también a la comprensión de la animación como un medio y no como un género, como se suele decir, que permite la misma o más versatilidad que el cine de imagen real”. 

“Un salto cualitativo solo comparable al de Akira a finales de los 80”, sostiene Álvaro López Martín, creador del blog Generación Ghibli y autor del libro El viaje de Chihiro: Nada de lo que sucede se olvida jamás (Diábolo Ediciones, 2017). “Logró que traspasara fronteras y superara todos los prejuicios que han acompañado a la animación nipona siempre. La película de Miyazaki es todo lo contrario al estigma de violencia y sexualización tan generalizado que había”. 

Para Marta García Villar, profesora y autora de Biblioteca Studio Ghibli: El viaje de Chihiro (Héroes de Papel, 2017), esta obra de Miyazaki “sentó un precedente de éxito internacional –apoyada e impulsada previamente por La princesa Mononoke unos años antes–”. También “extendió un halo inspirador para muchos creativos de la época. No han sido pocos los medios que la han referenciado y las obras posteriores que han repetido su eco”. 

Por su parte David Heredia Pitarch, traductor y autor de Anime! Anime! 100 años de animación japonesa (Diábolo Ediciones, 2016), sostiene que por un lado “reafirmaba la animación como un medio de masas en su país de origen, superando incluso el éxito de las producciones de Hollywood que se recibían con tanta admiración”, y por otro, “consiguió llevarse el clamor del público internacional generando una mayor demanda de títulos japoneses”. 

Un clásico que no envejece

Estas últimas semanas, El señor de los anillos: La comunidad del anillo se ha situado a la cabeza de la taquilla española, sin que los veinte años de la cinta la sentencien ante una audiencia potencialmente más acostumbrada a la definición y espectacularidad de los efectos especiales digitales actuales. ¿Por qué? Una de las claves, como apuntaba el crítico cultural Pablo Fluiters en este reportaje, podía deberse a que a nivel visual le favorecía “haber puesto mucho mimo en lo artesanal, en maquetas, maquillaje…”. El viaje de Chihiro, en cambio, suposo un esfuerzo descomunal para Studio Ghibli en tanto que aunaba técnicas de animación tradicional con novedosas integraciones de color digitales e imágenes computerizadas. ¿Ha envejecido la película, vista hoy?

“Miyazaki siempre ha dicho que hizo esta película porque quería inspirar y lanzar un mensaje a la nuevas generaciones de que tenían que despertar al mundo, y ese mensaje sigue muy vigente”, cuenta Montero Plata. “Pero además es que la estética de Studio Ghibli se ha mantenido siempre alejada de las modas del anime, de determinados diseños de personajes o paletas cromáticas que cambiaban de una década a otra. Ghibli ha evolucionado técnicamente, pero la estética se mantiene y por eso puedes ver películas anteriores y posteriores sin sentir que hayan envejecido”. 

“Una de las cosas que caracterizan al cine de Hayao Miyazaki es que tiene un carácter universal y atemporal”, argumenta López Martín. Para este divulgador del mundo de Studio Ghibli “el hecho de que tampoco esté localizada en un tiempo muy concreto ni en un mundo real, ayudan a que el filme se pueda ver con los mismos ojos hace veinte años, hoy y seguramente dentro de otros veinte años”.

“Hoy en día aún me sorprendo y emociono al descubrir a nuevas generaciones que la ven por primera vez y permanecen unánimes en la idea de cuánto les llega al corazón”, cuenta García Villar. “El mensaje que Miyazaki nos quiso legar es el del autorreconocimiento y llamada a la propia fortaleza de las generaciones más jóvenes. ¿Qué hay más imperecedero que eso?”. 

“Las claves de Chihiro son tan sólidas que se mantienen igual de válidas”, coincide Heredia Pitarch. “Quizá su mayor problema es lo mucho que se apoya en el folclore y los mitos japoneses, haciendo que parte del encanto se pierda para el público occidental que no está acostumbrado a esta clase de imaginarios, pero cualquiera puede disfrutar de la historia si acepta sus elementos tal y como vienen”, aventura el divulgador. 

¿La mejor película de Ghibli?

Como decíamos, ninguna de las más importantes películas de animación japonesas de los últimos tiempos ha conseguido el favor de la crítica que alcanzó El viaje de Chihiro. Cabe deducir, pues, que esta podría considerarse según los expertos como la mejor película de la compañía que la elaboró. Sin embargo, las opiniones al respecto difieren. 

“Yo solía defender que El viaje de Chihiro era la mejor película de Studio Ghibli… hasta que se estrenó El cuento de la princesa Kaguya”, sostiene hoy Laura Montero Plata. “Me parece la película más importante de Ghibli en el sentido de que es una película de una delicadeza y sensibilidad impresionantes. Con un claro espíritu de arte y ensayo, que tiene una lectura muy necesaria sobre la cultura y la historia japonesa. A nivel estético y narrativo me parece una obra maestra sublime”. 

Para David Heredia Pitarch la que merece figurar como magnum opus del estudio sería La princesa Mononoke. “Todos los títulos en el catálogo de Ghibli tienen sus virtudes, pero Mononoke es especial por atreverse a ir en contra de la identidad que se había labrado el estudio y, aun así, ser percibida como parte indiscutible de su obra”. Según él “la espectacular animación, la solemne banda sonora, la crudeza y la sensibilidad del argumento… Sin duda hacen de este uno de los filmes más majestuosos de la historia de la animación”. 

Álvaro López Martín, por su parte, sí defiende que la película que ahora vuelve a los cines es la mejor obra de la factoría japonesa: “Creo que recoge lo mejor de Studio Ghibli y a un Hayao Miyazaki en su mejor momento. Aúna profundidad argumental, espectacularidad formal, y tiene ese algo intangible que la eleva por encima del resto, ese algo que hace que sea tan especial para tanta gente”. 

Con él coincide Marta García Villar: “Creo que Hayao Miyazaki y su equipo tocaron techo con ella, tanto a nivel técnico como a nivel de guion y de arte”. Y añade: “siempre he sentido que en esta película el fondo y la forma confluyen en armonía. Desde hace más de quince años la veo, por lo menos, una vez al año y siempre consigue emocionarme”.

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