Cantando las cuarenta
Jueves, 30 de abril de 2020. Cuarentena viene de cuarenta y ese es el número de entradas que lleva este diario con la de hoy.
No me imaginé en ningún momento que pudiéramos llegar a tanto. Y eso que he descansado de la tarea de escribir casi todos los domingos y unos pocos sábados. Desde el día 13 de marzo hasta hoy, 30 de abril, han pasado 48 días. De haberlo sabido seguro que me hubiera pensado tomar este compromiso de darle a la pluma, en este caso al teclado de mi teléfono móvil, durante tanto tiempo.
Traduciendo. Mañana escribiré la última entrada. El sábado saldré a la calle como las autoridades dispongan a correr a trote cochinero por las grandes avenidas de Chamberí. Y la semana que viene cerraré el Diario de un Confinado en Olavide con una despedida y un pañuelo blanco.
El pañuelo blanco de la paz y del recuerdo a quienes no han podido ver el final provisional de esta Cuarentena larga y tediosa.
En el fondo siento que vamos a dejar atrás una de las épocas en la que los madrileños, los españoles y la humanidad han tenido la ocasión de mostrar su mejor cara. La cara de los que han sabido ordenar sus vidas en una reclusión honrosa en medio de una turbulencia sanitaria que ha puesto a prueba la capacidad de sacrificio de tantos sanitarios y servidores públicos, el desempleo y la precariedad de millones, la ruina de tantas economías y el mismo orden mundial amenazado por los egoísmos nacionales de vía estrecha. Más pronto que tarde esta época será recordada como una gran epopeya humana.
No tengo ninguna duda de que todo esto habrá sido para bien por mucho que tantos, más por ignorancia que por maldad, traten de hacerla pasar al olvido.
Hasta mañana.
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