Aquellas noches de tablao en Madrid: de Sandro Pertini a Camarón de la Isla
“Les contaré una anécdota. Fui a un baile flamenco en Las Brujas. Aquella bailarina tenía la majestad de una reina. Mientras bailaba, cayó al suelo una rosa que llevaba en el cabello. Yo hice lo natural: me alcé de mi sitio, cogí la rosa y la devolví a aquella señora. Ella, con esa increíble dignidad tan española, rescató su rosa y, mientras me decía un nobilísimo ”gracias, señor“, me alargó su mano para que yo la besara. Cosa que hice”. Corría el año 1980 y el caballero era Sandro Pertini, presidente de la República Italiana entonces y cuando se la contaba, dos años después en Roma, a los periodistas Luis María Ansón y Joaquín Navarro Valls.
El tablao Las Brujas, que cerraría el mismo año de la entrevista, era a esas alturas ya un clásico de la noche madrileña. Había abierto en junio de 1960 en la calle Norte, en un un viejo almacén de botellas son un sótano de arquerías y recovecos muy adecuado para dotar de ambiente mágico la noche, según cuentan. Era conocido por sus visitantes ilustres, la calidad de sus artistas y, también, por la espectacularidad de las mujeres de su cuadro de baile, según crónicas de la época, como la elaborada por el cineasta Edgar Neville.
Uno de sus fundadores, Francisco Diéguez, publicó en 2008 un libro sobre la historia del local hoy difícil de encontrar, y al pasar por la calle aún podemos ver la antigua casita baja con patio y bonito enrejado en la fachada donde estuvo, y que hoy es parte de la Sauna Paraíso.
Castillo Puche escribió en 1963 sobre Las Brujas que lucía con “carteles de toros, tinajero, pozo, ajos y pimientos en ristra, arcabuces, monteras…” Las Brujas aparece también citado en el libro de memorias de Los del Río, que recalaron allí durante el verano de 1966, cuando el cuadro titular de Las Brujas se fue al completo a hacer el verano de sangría y guiris a un tablao de Torremolinos. Junto con los autores de La Macarena, llegaron de Jerez nombres importantes, como Manolo Sanlucar (el guitarrista) o El Sordera.
Entre quienes trabajaron en Las Brujas figuran también los padres de la cantante Malú, Pepe de Lucía y Pepi Benítez, que se conocieron precisamente en el tablao de la calle Norte. Pepi y otras compañeras del tablao montaron en los setenta un grupo de gypsy-rock al estilo Las Grecas llamado Arena Caliente, que llegó al número uno de Los 40 Principales con el single Mátame y a puntito estuvo de representar a España en Eurovisión.
Del tablao llegó incluso a salir un disco, Una noche en las Brujas, publicado en 1968, aunque parece que la grabación se había hecho unos años antes en El Corral de la Morería.
Pero la nómina de flamencos y flamencas que pasaron por Las Brujas es interminable. Allí empezaron Lole Montoya o Cristina Hoyos; y actuaron Fernanda de Utrera, Rafael Farina, Terremoto, Curro de Jerez, El Chato de la Isla, Manolo Sanlucar, Juan Habichuela…
Otros tablaos en la zona fueron Cuevas de Nerja, abierto en 1964 en Gran Vía 43; Los Canasteros, propiedad de Manolo Caracol, en la calle Barbieri, o el mítico Torres Bermejas, que abrió en 1960 en el número 11 de la calle Mesonero Romanos, muy cerca de la Gran Vía, y aún sigue en funcionamiento.
Torres Bermejas ocupa el lugar donde estuvo el que podría ser el primer tablao madrileño, La Taberna Gitana, abierto en 1954. Allí empezó a actuar Camarón de la Isla en Madrid. Al principio estaba con Dolores Vargas y subsistía en la ciudad con la ayuda de compañeros como Bambino; luego ya como solista y con Paco de Lucía. También cantó en Torres Bermejas José Mercé, que actuó en el local por primera vez con 13 años.
En 1993 también fue desalojada por las quejas de ruido de los vecinos La Carcelera, una asociación cultural flamenca que llevaba 20 años en un sótano de cuarenta metros cuadrados, en el número 10 de la calle Montelón, donde actuaron Agujetas o Gallina.
El Spain is different! y Madrid como capital del flamenco
Spain is different!
El auge de los tablaos flamencos es inseparable de la naciente industria del turismo en España. En 1953 el Ministerio de Información y Turismo decidió organizar un concurso de ideas para una campaña de publicidad que marcaría las líneas de la proyección de España en el extranjero: toros, cante, baile, flamenco, gitanos…Era la semilla de lo que sería el Spain is different! de Fraga Iribarne, al frente del mismo ministerio, en los 60. Se pretendía reintroducir a España en el carril de los países presentables internacionalmente y se hacía subiéndose a una tendencia, la de la promoción turística, que por aquellos días empezaba a ser tendencia: el Comité del Senado norteamericano para Asuntos Exteriores y American Express coincidían en animar a los países a incrementar las partidas en publicidad turística.
En 1964 España se llevaría a los artistas del tablao Zambra a la Feria Mundial de Nueva York. La historia de apropiación institucional de la cultura popular para proyectar una idea de nación cultural seguía durante el franquismo un camino empezado mucho antes.
Madrid siempre fue una plaza importante para el flamenco durante el siglo XX, con reuniones de entendidos que desembocaron en peñas flamencas como la Charlot, fundada en los años cuarenta, y numerosas actuaciones teatrales. Poco a poco, van naciendo los primeros tablaos madrileños, como una suerte de especialización flamenca –con cante, toque y baile– de los cafés cantante. Muchos ya los hemos citado. Son los Zambra, La Taberna Gitana o El Corral de la Morería. Luego, tuvieron su punto álgido las noches con Arco de Cuchilleros, Los Canasteros, Las Brujas, El Café de Chinitas, La Venta del Gato, El Duende, Corral de la Pacheca, Torres Bermejas o Cuevas de Nemesio.
El público era gente de clase media-alta (la entrada, aun siendo con consumición, no era económica) y cada vez más turistas. Sin duda eran noctámbulos, pues los pases empezaban tarde y se adentraban en la madrugada.
No es hasta finales de los sesenta cuando la figura del cantaor gana terreno frente a los cuadros flamencos, actuando solos, con el acompañamiento de un guitarrista. Es el caso de Camarón de la Isla en Torres Bermejas, que ganaba 2000 pelas diarias, un jornal por encima del resto e incomparable con el de los profesionales del cuadro de la casa. Algo parecido pasó con los guitarristas flamencos, cuyo arte fue haciéndose cada vez más visible, dejando de ser para siempre la guitarra un mero instrumento de acompañamiento.
Lo cierto es que los propios artistas encontraron en la eclosión de aquellos espectáculos una universidad sonora sobre la que hacer evolucionar el flamenco. En palabras de Pepe Habichuela:
O Mercé: “Era una vida muy bonita porque estábamos locos por cobrar e ir a escucharnos unos a otros, a comer, a beber... A pasárnoslo bien. Y cuando vino el mundo de la droga se acabó ese Madrid, desgraciadamente.”
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