Viviendas para mujeres maltratadas en Euskadi: la odisea de abandonar tu hogar para seguir viviendo
En Euskadi, las mujeres que hayan sufrido algún tipo de maltrato físico o psicológico en el ámbito doméstico pueden acceder a Viviendas de Protección Oficial con ciertas facilidades dada su situación. No obstante, este tipo de ayudas no aseguran siempre la seguridad ni la tranquilidad de la víctima.
Por un lado, a las solicitantes se les puede adjudicar directamente una vivienda en régimen de arrendamiento. La cuestión es que, para asegurar la concesión de la vivienda, es conveniente realizar un proceso de recuperación en casas de acogida, ya que el 100% de las solicitudes realizadas por mujeres que han pasado por este proceso de recuperación han sido concedidas. Mientras que muchas de las solicitudes rechazadas son precisamente por no cumplir esa condición.
Por otro lado, las mujeres víctimas de violencia de género son consideradas solicitantes con especial necesidad de vivienda y, por lo tanto, se les otorgan 10 puntos extra a sus expedientes para que en el procedimiento general que se realiza, cuenten con cierta ventaja con respecto al resto de solicitantes. El problema aquí es que, como explica Elena Sagaseta, trabajadora social y coordinadora de proyectos sociales de la asociación Clara Campoamor, el hecho de tener más puntos en el baremo no soluciona de manera inmediata la necesidad de vivienda:
“Entonces eso sería una laguna. También tenemos otro problema cuando son mujeres que tienen una propiedad con su maltratador. Es decir, una vivienda, independientemente de si tienen un préstamo o no, porque a los bancos, la situación de violencia les da igual”, asegura Elena, quien también es la coordinadora del programa de Atención a Víctimas de Violencia de Género y Violencia sexual en pisos de acogida del Ayuntamiento de Vitoria.
Las cuestiones a tener en cuenta en ese procedimiento de baremación son la antigüedad de la inscripción, el número de miembros de la unidad convivencial, los ingresos, el empadronamiento y la existencia de una especial necesidad de vivienda. Es por ello que, si la mujer cuenta con una propiedad a su nombre, aunque sea compartida con su agresor, la posibilidad de otorgarle otra vivienda en régimen de arrendamiento se dificulta.
Según los últimos datos facilitados en por Etxebide, el Servicio Vasco de Vivienda, en 2016 fueron 615 las mujeres que solicitaron esta ayuda y entraron en los procedimientos de baremación para la adjudicación de vivienda: 112 en Araba, 363 en Bizkaia y 140 en Gipuzkoa. De todas ellas, 82 mujeres recibieron sus respectivas viviendas en 2016: 28 en Araba, 39 en Bizkaia y 15 en Gipuzkoa.
En relación a las adjudicaciones directas realizadas en dicho año, fueron un total de 16 las viviendas adjudicadas: 6 en Araba y Bizkaia y 4 en Gipuzkoa.
Vía de escape: cuando toda tu vida se reduce a un par de maletas
Cuando una mujer decide romper con la relación y escapar de su maltratador, con la denuncia se pone una orden de protección y el maltratador tiene que salir de la vivienda, lo que en un primer momento puede parecer una victoria, pero que muchas veces no resulta así:
“Si te ponen una orden de protección de 200 metros igual no puedes entrar en casa, pero yo sé de situaciones en las que han estado en el garaje, mandan a alguien o les gusta pasear muy cerquita de la vivienda. Entonces tú no estás garantizando la integridad de la mujer ni la de sus hijos. Que él sepa a qué hora entra, a qué hora sale, con una simple mirada ella ya sabe lo que él le quiere decir. No estoy viviendo contigo, pero estás en la sombra manejando mi vida”, detalla Segaseta.
Es por ello que, en algunos casos, a pesar de haber una orden de protección, es la propia mujer la que debe abandonar su hogar para asegurar su propia tranquilidad y es ahí donde empieza la verdadera odisea:
“Se recogen los intereses personales, la ropa, y todo en pocas horas. Toda tu vida se reduce a unas maletas, fíjate qué brutalidad, qué daño, ¿no? Porque todo se puede reponer, pero tu situación económica no suele ser la más boyante muchas veces, y hay cosas que no las puedes reponer. A veces, hay maltratadores, que para cuando vas a recogerlas, las cosas han desaparecido o ha roto las cartas o las fotografías, que igual no tienen un valor económico bestial, pero es algo simbólico, pero como él lo sabe, se lo carga.” señala Segaseta.
La trabajadora social explica que para un niño o una niña salir de su casa significa perder su entorno, su cama, las cuestiones que más seguridad le pueden dar.
Aun así, reconoce que, “entre comillas”, una salida puede ser algo positivo, ya que el proceso de recuperación desde un lugar que el maltratador no controla puede ser un respiro para la víctima.
“Hacemos todo lo posible para que se mantenga ese anonimato, pero sí es cierto que ha habido maltratadores que han descubierto donde están. Entonces claro, ahí ya se toman otro tipo de medidas para poder garantizar la tranquilidad de las mujeres”, asegura.
“Se ha adelantado mucho pero todavía nos queda mucho trabajo por hacer”
“La ayuda por parte de las instituciones no es suficiente. Se ha adelantado mucho pero todavía nos queda mucho trabajo por hacer, yo creo que hace falta la intervención por parte de las instituciones públicas. Esto es un problema social, por tanto, tiene que implicar al 100% de la sociedad. Cada uno dentro de su responsabilidad. Creo que se tiene que seguir invirtiendo más dinero en recursos de acogida y se tiene que seguir invirtiendo mucho más en formación” concluye la trabajadora social.
Las mujeres que no denuncian a sus agresores también pueden disfrutar del proceso de recuperación en las casas de acogida, aun así, Segaseta cree que hace falta seguir invirtiendo en recursos como la protección, la formación y la sensibilización.