Escenas de la lucha de clases en San Bernardo
El hombre sabio reconocerá como verdadera victoria la que se alcanza sin vulneración de la palabra dada ni mengua de la dignidad
Les confesaría que el tema que me ocupa hoy es un truño si no fuera porque mientras lo desarrollaba me he dado cuenta del apasionante enredo que existe en el trasfondo de la irresoluta huelga de LAJ (antiguos secretarios judiciales, no sé por qué se cambió un nombre que luego hay que traducir siempre). Es impresionante. Después de mucho hablar con representantes de quienes personifican la fe pública judicial y con aquellos que se sientan a la vera de la notaria oficial del reino, tengo que reconocerles que no he logrado establecer unos hechos probados, es más, ni siquiera unos documentos. En casa del herrero y blablabla.
Les diría que es una batalla que no les afecta, pero no es así. Hay novias vestidas a las que no les ha plantado el novio, sino una huelga que ha impedido celebrar la boda. Hay astronómicas cantidades depositadas en cuentas judiciales que ellos supervisan, pensiones judiciales que hay que pagar, juicios que celebrar y otras muchas cosas que dependen de la resolución de este conflicto. Hay abogados que se desplazan de aquí para allá a actuar en juicios y que se quedan con un canto en las narices, sin que se les advierta antes. Tampoco es obligatorio que ningún trabajador comunique con antelación si va a hacer huelga o no, eso es sabido, así que punto para ellos. Los LAJ son funcionarios de la máxima categoría dependientes directamente del Ministerio de Justicia y este tiene su sede en la madrileña calle de San Bernardo. De ahí lo de la lucha. De ahí lo de buscar el trasfondo y los personajes de esta protesta.
El fondo de las reivindicaciones es económico, aunque se incluyen otro tipo de peticiones —en toda huelga aparecen siquiera como pantalla—, pero el principal escollo es de pasta y de lo que se deriva de la forma de obtenerla y de la forma de referenciarla. Y luego hay un problema de palabras dadas o no dadas, de documentos existentes o inexistentes, de cumplimientos e incumplimientos y el añadido de la particular forma de responder del secretario de Estado de Justicia, Tontxu Rodríguez. Ahí es donde la duda existencial de que sea un LAJ —que no es un juez, pero tampoco un funcionario como el resto del juzgado, que empapa ahora y desde siempre este conflicto— se ha topado con un negociador que no es del negocio y cuya lógica es diferente a la de los tradicionales operadores jurídicos que suelen ocupar estos puestos. Tontxu es un señor de Bilbao que lleva muchos años en la política, otrora alcalde de Barakaldo, y que ha elegido una vía de hostigamiento público de los huelguistas que a estos les tiene pasmados. A lo mejor es parte de una estrategia lo de hablar de “huelga política”, “fuera de lugar” y “perjudicial para el pueblo”. Ayuseando a su manera y molesto porque le hagan una huelga en año electoral —todas las asociaciones, desde la más conservadora a la progresista, que es sindicato— que siente como injusta por parte de colectivo que ha recibido subidas que considera sustanciales después de que los gobiernos del PP les ningunearan durante años.
Los huelguistas, por su parte, echan chispas por la chulería, “los insultos”, la falta de voluntad negociadora y los engaños de este señor y de Justicia. Así que sacan un documento sobre el que está impreso con marca de agua “confidencial” en el que desde el ministerio se les aceptaron unas reivindicaciones en abril. No lleva fecha, pero llegó desde un mail oficial. En San Bernardo algunos silban diciendo que nunca lo han visto, pero existe una nota de prensa del 4 de abril que informa de que Justicia “impulsará la vinculación de las retribuciones de los y las LAJ a las de la carrera judicial”.
Un culebrón.
La cuestión de fondo es la llamada “cláusula de enganche”, o traducido, que los LAJ quieren que su sueldo se fije en un porcentaje “enganchado” al de los jueces. Hablan del 83% del sueldo de un juez, lo cual en mi opinión es una exageración. Ya les digo yo que por un 17% de diferencia no trae cuenta ni hacer la oposición de judicatura ni poner sentencias ni asumir su responsabilidad. Como ven, en el fondo de la lucha, sí late cuán cerca de los jueces deben estar los LAJ y cuán lejos del gestor y otros funcionarios. Lo mismo que es objeto de pleito si deben estar representados por sindicatos —como los funcionarios— o debe reconocerse el potencial negociador de sus asociaciones —como con los jueces—.
La fiera de San Bernardo, “Tontxu”, se ha manifestado aquí y allá, con mas o menos fortuna, como un negociador thatcheriano, a la espera de que este cuerpo de funcionarios se acabe debilitando en la huelga según vayan descendiendo los emolumentos a fin de mes por el descuento de los días de lucha. Desde el otro lado lo bandean a su manera, usando los moscosos y los días de vacaciones y asuntos propios para paliar económicamente los daños. Pero lo cierto es que han de sentarse a negociar y que la estrategia de maceración del secretario de Estado es arriesgada y puede resultar contraproducente. Desde luego es inédita en el sector de la Justicia. A mí nunca me ha desagradado del todo la idea de que este ministerio escape a las maneras onanistas y que tenga políticos con conocimiento de la Justicia en sus despachos pero no juristas devenidos políticos estacionales. Son mis cosas.
Lo más sensato es que, establecida la tensión narrativa, comiencen las negociaciones. Desde el ministerio van a ir paso a paso —no en vano, el tiempo juega a su favor y en contra de las nóminas de los huelguistas— y por eso han convocado para esta semana a los jefes de todos los huelguistas y más tarde tendrán que sentarse con el comité de huelga. Los salchuchos derivados de la huelga van a empezar a ser desastres mayores con el avance del tiempo y a no mucho tardar los que guardan silencio respetuoso —abogados, jueces, ciudadanos afectados— van a empezar a sumarse al lío. Así que la cuestión de medir los tempos no se les puede ir de las manos ni a unos ni a otros.
El secretario de Estado tiene una extraña habilidad con el esparadrapo que el otro día me mostró. Tal vez vaya siendo hora de que la utilice para restañar las heridas que está provocando su estrategia de la sal en la llaga. Los huelguistas, con su lógico programa de máximos, tendrán que sentarse a rebajar sus expectativas y lograr un acuerdo que les reconozca el enganche pero que no sea una soga del ahorcado para la Administración. O sea, lo de todas las huelgas, sean de brazos o de togas caídas.
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