La toma de Granada
En 1986 Amin Maalouf publicó en francés Leon el Africano, una magnífica novela que narra las andanzas de uno de los musulmanes expulsados de su Granada natal tras la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos. El escritor libanés se inspiró en un personaje real, el viajero y erudito Hasan bin Muhamed al-Wazan (1488-1554), que, tras recorrer el Mediterráneo, terminaría en Roma al servicio del Papa y con el nombre que da título a la novela. La historia está contada en primera persona, como si fueran las memorias de su protagonista, y, al final de su párrafo introductorio, este dice: “Mi sabiduría ha vivido en Roma, mi pasión en El Cairo, mi angustia en Fez, y en Granada vive aún mi inocencia”.
Hace ahora treinta años, Maalouf fue uno de los firmantes de un manifiesto que reclamaba que la fiesta granadina del 2 de Enero, conmemoración de la toma de la ciudad por los Reyes Católicos en 1492, se desprendiera de su casposo y excluyente carácter nacionalcatólico y adoptara otro más abierto y plural, más acorde con una Granada y una España ilustradas y democráticas. Promovían el manifiesto personalidades locales como Carlos Cano, Miguel Ríos, Luis García-Montero y Antonina Rodrigo, a las que nos adherimos decenas de otros granadinos e intelectuales amigos de la ciudad de la Alhambra como Antonio Gala, Ian Gibson, Yehudi Menuhin, José Saramago, Juan Goytisolo y Maalouf.
En un tono sereno, cortés, razonable, el manifiesto instaba al Ayuntamiento a que la fiesta local del 2 de Enero dejara de celebrar al ritmo de trompetas y tambores la victoria del año 1492 de los cristianos castellanos y aragoneses frente a los moros andaluces. Proponía en su lugar que se festejara la reconciliación y la convivencia en paz y libertad de las diversas culturas vinculadas a la ciudad. Se reclamaba una jornada integradora, en la que nadie se sintiera agraviado y excluido.
La reacción del Gobierno local, del Partido Popular, fue colérica: los firmantes del llamado Manifiesto 2 de Enero éramos, en el mejor caso, bobos o extravagantes, y, en el peor, partidarios de la islamización de la ciudad. El muy conservador alcalde Díaz Berbel dijo con guasa cateta: “El que quiera ponerse un turbante que vaya a la cabalgata de los Reyes Magos”. En su álbum El color de la vida, le respondió espléndidamente Carlos Cano antes de morir de una dolencia cardíaca en diciembre de 2000. “Yo tan contento en mi elefante, con mi chilaba y mi turbante”, decía, entre otras sabrosuras, el tema Moros y cristianos.
Acabo de cumplir 70 años y sé que hay cosas que no veré. La incorporación al Siglo de las Luces de la burguesía de la “tierra del chavico” es una de ellas. Todos los años, y este recién comenzado 2025 también, la plataforma Granada Abierta que anima el periodista Paco Vigueras recuerda en la plaza Mariana de Pineda esta propuesta de reconversión del 2 de Enero que ya tiene treinta años. Cabe añadir que sin el menor éxito en las instituciones locales ni entre la mayoría de la población. Al contrario, cada vez más embravecida, la ultraderecha local convierte esta jornada en una exhibición de españolismo rancio, integrismo católico y demagogia barata. Para los ultras, si deseas que esta fiesta sea celebrable por católicos, protestantes, judíos, musulmanes, masones, budistas y descreídos de cualquier pelaje, es que eres un agente del Califato y también de ETA.
Escribo desde La Alpujarra, separado de mi Granada natal y su vega por la Sierra Nevada. La Alpujarra fue el último refugio de aquellos moriscos granadinos que vieron con horror como los Reyes Católicos no tardaban en violar las Capitulaciones que había firmado con Boabdil. Primero con la expulsión de los judíos, enseguida con la prohibición de la lengua, la religión y la cultura de los musulmanes. Los Reyes Católicos y Torquemada querían un país uniformado.
Yo no soy ni moro ni cristiano. Detesto que pretendan imponerme una identidad única. Nacional o racial, en el caso de los fascismos; religiosa, en el de los fundamentalismos. Soy granadino, andaluz, español, europeo, mediterráneo, latinoamericano y pirata del Caribe. “Todas las plegarias me pertenecen, más yo no pertenezco a ninguna”, como dice el protagonista de Leon el Africano.
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