Pesca andaluza: un naufragio de 40 años agravado por la subida del combustible
La pesca era poca y parió la abuela. La flota estaba a pique de un repique, preparando la parada del día 21, a la que se sumarán los pescadores de Galicia, Cantábrico y Andalucía, cuando estalló el paro patronal de la plataforma de transportistas y los piquetes impidieron que salieran los camiones con el pescado de los puertos que estaban intentando apurar estos últimos días, a pesar de los precios del combustible. Si a todo ello se suman los barcos en paro biológico –en La Línea de la Concepción, por ejemplo–, el paisaje resulta desolador.
José Carlos García, técnico de pesca y portavoz de la cofradía de Sanlúcar de Barrameda, entra y sale de las reuniones entre armadores y pescadores, que se suceden durante los últimos días: “Estamos en una calma tensa, como suele decirse–. De aquí al 21, unos más o unos menos, iban a seguir saliendo a faenar. El siguiente paso es el del paro del día 21, pero no sé si lo del transporte se va a solucionar. A lo mejor, algunos barcos de pequeño porte pueden salir de aquí a entonces”.
Agobio y preocupación
El martes, hubo reunión en el Ministerio. Con la secretaria general de Pesca, la gallega Alicia Villauriz Iglesias, que conoce de cerca la problemática del sector allí. Las flotas se parecen pero no se parecen. A todas les hermana ahora la lucha por los precios del combustible. Al ministro, Luis Planas, un andaluz cunero de Valencia con larga experiencia previa en la Junta de Andalucía y en Europa, le tocará mover ficha la próxima semana.
Allí, estuvo Basilio Otero, presidente de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores: “¿La actitud del Gobierno? La vemos colaborativa, pero llevamos tiempos de juego diferente. Ellos hablan de utilizar al nuevo FEMPA –arguye en relación al Fondo Europeo Marítimo para la Pesca y la Acuicultura–, pero eso supondría irnos a diciembre o enero del año siguiente. Nosotros les insistimos en que utilicen armas como rebajas en las cuotas de seguridad social y en las tasas portuarias”.
Los muelles andaluces vuelven a padecer una tormenta perfecta, pero el ojo del huracán está situado, hoy por hoy, en los precios del combustible
Los muelles andaluces vuelven a padecer una tormenta perfecta, pero el ojo del huracán está situado, hoy por hoy, en los precios del combustible: “Cuando estábamos en pandemia, teníamos a 0,210 céntimos el gasoil; ahora por encima del euro. Antes, salíamos a navegar por 200 euros y ahora nos cuesta 1.500. Esto hace que todo el dinero lo tengas que invertir en gasoil. Si eso no se pudiera amortiguar o bajar, al menos que nos bajen el IVA, las cotizaciones... algo que nos haga respirar. Eso es lo que estuvimos hablando con el Ministerio”, afirma Macías. “Ya nos hemos reunido con nuestros armadores y pescadores. La gente está bastante agobiada y preocupada. No se le ve una solución a corto plazo”.
La preocupación llega ahora hasta los mercados, donde –sobre todo en las ciudades del interior— los puestos de pescado aparecen vacíos. Como aparecen semivacíos desde hace años los muelles de Algeciras, que fue un emporio pesquero, junto con Barbate, donde aún resiste parte de la flota del Estrecho. El desguace o el traslado de barcos ha sido brutal. La tragedia ha escrito toda una metáfora del lado oscuro del sector, desde el naufragio del 'Nuevo Pepita Aurora', en 2007, a 14 millas de Barbate, con pescadores que seguían cobrando medievalmente a la parte, al del algecireño 'Rúa Mar', a comienzos de 2020, y, según la fiscalía, cargado de droga, como algunos otros que se dedicaron a pescar fardos de hachís cuando llegaron las vacas flacas.
“Para defender la pesca tuvimos que aprender diplomacia”
Al sindicalista algecireño Miguel Alberto Díaz, fundador de la Coordinadora contra la Droga, la heroína le mató a un hermano que era pescador, cuando amanecían los años 80 del pasado siglo. En su nombre y en el de pescadores bragados como Rafael Montoya, que fue legendario patrón mayor de la cofradía de Algeciras, secundó la huelga que puso patas arriba al puerto algecireño cuando moría dicha década: “Nos tiramos nueve meses bloqueando el puerto de Algeciras para que no pasara el pescado marroquí. Y logramos nuestras reivindicaciones en gran medida. Rafael Montoya, que me llamaba sobrino, me decía que no le tuviera miedo a los golpes de mar, que los de tierra eran peores. A Marruecos, se han llevado hasta las metalgráficas, no digamos la pesca. Llegaron a exigir a los pesqueros que no descargaran en Ceuta. Ya no voy por el muelle. Donde antes había 300 barcos, ahora hay 20”.
“Aquí, para defender la pesca, tuvimos hasta que aprender diplomacia. Queríamos que los pescadores faenaran detrás del Peñón, en esas aguas que están en litigio con Gran Bretaña. Y Abel Matutes nos dijo que llegáramos a un acuerdo pero que no lo firmáramos. Y así estuvieron pescando durante trece años”.
Ahora, desde veinticinco años atrás, hasta ha cambiado de sitio el muelle pesquero de Algeciras, vencido por el cemento y asfixiado entre terminales de contenedores. Hoy, la flota andaluza apenas llega a 1.500 barcos y esa era la cifra que concentraba tan solo el litoral gaditano en la época de las vacas gordas. Primero, desde siempre, los convenios con Marruecos para distribuir las licencias al norte y al sur de Cabo Nun, que es donde se encontraban los antiguos caladeros saharauis. Luego, la incorporación española a la Unión Europea, que limitó las capturas, en muchos casos, porque los caladeros propios se habían esquilmado.
Un “declive real”
“Desde la entrada de España en la Unión Europea, el descenso en el número de barcos ha sido brutal –son palabras de Macías–. De 19 o 20.000 barcos que había en España, ahora no llegan a 10.000. En Andalucía, el chorreo a la baja ha sido igual. En el cerco se están yendo muchos barcos de la pesquería. La pesca viene sufriendo un declive real. No hay una apuesta de la Unión Europea ni de España para favorecer al sector. Ahora, cuando se habla de economía azul, solo se piensa en parques eólicos marinos. Más azules que nosotros, pocos sectores hay”.
Hubo un tiempo en que las diplomacias se echaban un pulso para establecer el cupo de pescadores marroquíes que debía enrolarse en los pesqueros españoles. Luego, costó trabajo encontrar compatriotas que quisieran embarcarse, dado que –luego dicen que el pescado es caro—los salarios ya no eran suficientemente atractivos como para jugarse el pellejo en alta mar: “Sigue costando trabajo encontrar tripulaciones –admite Basilio Otero–. Un poco, en parte, porque no hemos sabido publicitar bien nuestro sector. Hay sueldos más que buenos y no lo hemos sabido publicitar. La administración no es que tampoco lo ponga fácil a la hora de ser marinero. Para encontrar empleo en otros sectores, basta con enseñar el DNI. Aquí, hacen falta cursillos, el título de marinero pescador, una formación básica. Es decir, tiempo y dinero”.
En Barbate, por ejemplo, la crisis del combustible afecta no menos que a 200 familias, como recuenta Tomás Pacheco, presidente de su Asociación de Armadores. De ahí que los diez barcos que comprende su flota de cerco fueran los primeros en amarrar. Y, de hecho, la flota lleva en realidad sin faenar desde que iniciaron la escalada los precios del gasoil porque la pesca de sardinas, jureles y boquerones no compensa el desfase que ha supuesto la subida del combustible. De ahí también que, sin necesidad de piquetes, decidieran sumarse a la huelga del transporte. Por sus depósitos circula el mismo crudo. Y a los mismos (altísimos) precios.
Para colmo, mientras en ese mismo litoral se inicia la campaña del atún, sus pescadores comparten otro enemigo, el alga invasora, que se ha convertido en su mayor captura, lejos de las abundantes cajas que antes almacenaban urtas, erizos, salmonetes, pajeles, bodiones, brótolas o doradas, las especies autóctonas de ese mar entre dos aguas. Y como nada humano les es ajeno, la pandemia y sus restricciones también les perjudicó, especialmente a los palangreros, víctimas también del cierre de la restauración. Pero esa es otra historia.
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