Violencia en el fútbol juvenil: entre educar deportistas y crear Ronaldos
Acudir a un partido de fútbol se está empezando a convertir en otro “espectáculo” más allá del simple placer de disfrutar de los marcajes, esquemas de juego, jugadas y goles. Cada vez son más, lamentablemente, las noticias sobre insultos a colegiados y jugadores, clubes sancionados por gritos racistas o expulsiones en el terreno de juego por actitudes casi delictivas, pero preocupa especialmente que muchos de estos casos se den en competiciones en las que intervienen chicos que aún no han cumplido los 16 años, y que no parecen apreciar el componente educativo que el deporte tiene implícito.
El último caso, al menos que se conozca, lo ha denunciado esta semana el colegio de árbitros de Córdoba, que se queja de dos agresiones a colegiados producidas este fin de semana en sendos partidos de categorías inferiores en el municipio de Peñarroya (Córdoba) y en el campo de la barriada de Fátima, donde en diciembre ya fue agredido otro árbitro por el presidente de un club.
El delegado provincial de los árbitros cordobeses, Pedro Benítez, manifiesta que el árbitro, Rafael Gómez, que dirigió el partido de Segunda División prebenjamín disputado en el estadio de Fátima entre el Salvador Allende y el San Lorenzo, fue “cogido por el cuello antes entrar al vestuario por un padre del equipo local”. Encima, es un chico menor de edad cuya afición por el deporte en forma de arbitraje le ha llevado a esta situación.
Esta vez fue, presuntamente, un directivo de un club, aunque hay veces que la violencia se palpa en la hectárea que cubre el terreno de juego. Normalmente, los jugadores se agarran al manido “son cosas del fútbol” para hablar de las barbaridades que se dicen y se hacen durante el partido, pero en ninguna de las 17 reglas que rigen el fútbol actual se contempla como una norma, por ejemplo, llamar hijo de puta a un contrario, escupirle o desquiciarle con insultos para desconcentrarle.
No es que pase solamente en los partidos de categorías inferiores. Simplemente es que, como hay menos gente y es más fácil acceder al terreno de juego, se dan más casos. Pero si uno se mezcla con el público de cualquier estadio de Primera División, tarde o temprano surge el ejemplar padre de familia que insulta a los rivales o al árbitro con la vena del cuello a punto de explotar.
“Educan a seres humanos no a cristianos ronaldos”
Especialmente preocupante es cuando los jóvenes entran en esta dinámica. El pasado 11 de abril era suspendido un partido en San José de la Rinconada (Sevilla) por una multitudinaria tangana en el campo por un insulto racista a un jugador del CB Ramón y Cajal de Ceuta. El colegiado sevillano Miguel Ángel Fernández Delgado decretó la suspensión del encuentro tras una entrada del ceutí Zakaría a un rival que reaccionó llamando al jugador del Ramón y Cajal “puto moro de mierda”, según refleja el acta del encuentro.
El 27 de abril de 2013, un entrenador de fútbol ceutí fue sancionado con 8 meses sin ejercer sus funciones tras haber golpeado a un jugador del equipo adversario en un partido de infantiles, por lo que también fue denunciado por el padre del menor ante la Comisaría de la Policía Nacional. La propia Federación de Fútbol de Ceuta puso en conocimiento de la Andaluza la agresión sufrida por el entrenador ceutí José Antonio Asián meses atrás Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), el pasado domingo, así como los cánticos racistas que el equipo del AD Ceuta viene soportando en sus desplazamientos.
En 2010, el asistente Daniel García, trabajaba en la banda en un partido de Regional Preferente en Huelva. Llevó a los tribunales a un espectador que se pasó todo el partido dedicándole frases tales como “me voy a cagar en tus muertos, en los de tu padres y en los de tu madre; hueles a mierda; hijo de puta; te voy a cortar la cabeza y voy a jugar con tu cabeza al fútbol”. Su hermano -el del asistente- tomó también la determinación de acudir a la Guardia Civil al final del encuentro de Regional entre el Cruceño y el Pozo del Camino onubenses, con frases que aguantó como “te voy a matar y te voy a rajar como a un cochino”. Una perla final aguantó el árbitro lepero Méndez Toscano, en el transcurso del partido de categoría regional disputado entre el Trigueros y el San Telmo. “Mariconazo, te voy a dar dos estacazos o hipopótamo”, fueron algunas de las frases que soportó. La multa al aficionado fue de 6 euros durante 15 días.
Lo malo es que no siempre se queda todo en un insulto y en ocasiones se pasa a lo físico, como le ocurrió el 29 de noviembre de 2007 al onubense Luis Miguel Galván Blanco, que denunció que fue agredido con una patada en la cara por parte de un aficionado que presenciaba el partido La Orden-Trigueros de la Regional Preferente onubense.
En Lepe, el 14 de noviembre de 2007 tres jugadores juveniles del CD San Roque de Lepe fueron sancionados con un total de 47 partidos por agresión a un colegiado en la localidad onubense de Manzanilla, y castigados a arbitrar partidos de categoría inferior mientras cumplan su sanción deportiva. Y así, muchos ejemplos.
¿Tiene todo esto una solución? No lo ve tan fácil Fernando Pérez, periodista gaditano que cada fin de semana dirige “La Gran Jugada”, el único que recorre todos los partidos de fútbol andaluces desde Tercera a Primera División. Este periodista gaditano explica a eldiario.es/andalucia que, lamentablemente, “la violencia juvenil en el fútbol no acabará mientras los padres no sean conscientes de que educan a seres humanos, y no a cristianos ronaldos”.
El escenario perfecto para descargar la agresividad
Saber qué pasa por la cabeza de una persona que llega a conseguir antecedentes penales por casos como los citados es complicado, por eso hay que recurrir a profesionales, como al psicóloga Mónica Dorado, que entiende que “hablando metafóricamente, el fútbol es un balón de oxígeno social, alcanzando niveles terapéuticos para algunos aficionados. Esto llega incluso a sintonizar con parte del estadio, alimentándose de la agresividad de aficionados cercanos”.
Porque, “aunque el deporte genera muchos beneficios para la salud mental de los que participan, en muchas ocasiones es el escenario perfecto para desatar la agresividad tanto física como verbal de jugadores y aficionados. La violencia en el fútbol no es un hecho aislado y sí un patrón común que se ha ido desarrollando con el tiempo. Este tipo de actitudes se suele desarrollar desde edades tempranas. La violencia en el fútbol se origina en la propia sociedad y su comportamiento; una sociedad que se expresa en las gradas con frustración, enfados y agresividad que acumulan en su vida cotidiana y que en ningún otro espacio público se permite, pues con toda lógica correrían peligro de ser expulsados del recinto”.
Esta psicóloga, que tiene su gabinete en la localidad onubense de La Palma del Condado, recuerda que “el autocontrol emocional en nuestra sociedad es una parte esencial de nuestro día a día. En muchas ocasiones, es en los campos de fútbol cuando existe una emoción lúdica dejando escapar comportamientos que en otros lugares no tendríamos. Hemos construido una sociedad capaz de satisfacer todas las necesidades materiales, estables y duraderas. Sociedades donde el trabajo cotidiano suele ser repetitivo y donde todo está previsto, de forma que la estimulante aparición de un partido de fútbol donde dar rienda suelta a esa agresividad contenida es un escenario perfecto para la aparición de la violencia”.
“En esencia, la violencia es un comportamiento aprendido, por tanto, tanto medios de comunicación como clubes, escuela, familias y aficionados deben de fomentar el buen comportamiento en el campo y erradicar cualquier muestra de violencia”, concluye.