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Solo el 16% de los jóvenes se emanciparon en 2020: “El mayor problema es encontrar trabajo estable con condiciones que permitan una vida cómoda”

Solo el 16% de los jóvenes españoles lograron independizarse en el 2020

Madalina Panti

25 de agosto de 2021 22:46 h

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La alta tasa de paro juvenil, los salarios bajos o el encarecimiento del precio del alquiler han retrasado considerablemente la salida de los jóvenes de casa de sus padres. Luis Galán y su pareja Esther Rubio han decidido independizarse a los 23 y 21 años respectivamente, algo inusual en las cifras de emancipación españolas. Las circunstancias culturales hacen que España sea uno de los países con la emancipación juvenil más tardía de Europa con una media de 29,5 años según los datos de Eurostat en 2019, por debajo de la media europea de 26,2 años. Además, el Observatorio de la Emancipación sitúa el porcentaje de personas emancipadas entre los 16 y los 29 años en el 15,8%, unas cifras que no se daban desde 1999. 

Aún con estas incógnitas, jóvenes como Luis o Esther siguen prefiriendo arriesgarse a iniciar un nuevo proyecto vital desde cero, “en diciembre vimos una buena oportunidad para pasar más tiempo juntos, aunque es algo que hemos pensado muy bien y porque tenemos unos ingresos fijos que nos permiten hacerlo”, incide Galán. Aparte de la presión directa o indirecta de los padres, la independencia a la hora de tomar decisiones es el mayor aliciente de muchos para salir del nido: “se echa de menos a la familia por la costumbre de vivir allí y verlos a diario, pero es bonito empezar otra etapa y ver cómo vas avanzando en cosas que hace unos años ni te planteabas”, apunta el joven. 

Las facturas, el alquiler y la comida se convierten en gastos compartidos, aunque en su caso también se han sumado a las ayudas a la emancipación de vivienda del Ayuntamiento de Zaragoza para las personas entre 18 y 30 años que cumplan ciertos requisitos económicos. Este año, la convocatoria se ha alargado hasta noviembre y en junio ya se habían aprobado 193 solicitudes. “El año pasado recibimos cerca de 500 solicitudes y solo se aprobaron 270. Este año creemos que llegará a más porque se ha duplicado el presupuesto hasta los 740.000 euros”, recalca Manel Gracia, técnico del Servicio de Juventud del Ayuntamiento. 

Las cantidades oscilan desde los mil hasta los dos mil euros y se piden de manera individual, lo cual beneficia a los pisos compartidos. Además, las mujeres predominan en estas estadísticas, son 176 frente a 94 hombres, una tendencia común a otras convocatorias porque “el salario de los hombres es más elevado y ocupan puestos más altos por lo que en parejas lo solicitan ellas porque ellos no pueden”, apunta el técnico. 

Empleos precarios y pandemia

En la mayoría de casos la independencia va unida a la inserción en el mercado laboral aunque los jóvenes se enfrentan a un panorama lleno de trabajos precarios o jornadas parciales. David Sierra, de 24 años, trabaja como vendedor y reponedor a tiempo parcial y opina que, al margen de las altas exigencias de vivienda, “el mayor problema es encontrar trabajo estable con condiciones que permitan una vida cómoda, hay gran cantidad de dificultades para poder vivir en un techo con seguridad y tranquilidad vital”. El Informe sobre la juventud en España en 2020 informa que la tasa de desempleo en España es de un 40,1% para menores de 25. Esta situación encabeza la lista de desempleo juvenil, seguida de Grecia (35%) o Italia (20,7%) aunque muy alejada de  países como Alemania (6,1%). 

Por su parte, la COVID-19 ha complicado la situación para este colectivo, ya que ha elevado la cifra de jóvenes en paro y también la inseguridad para abandonar el domicilio familiar. “Hasta con pisos compartidos, muchos han tenido que volver desde su universidad u otras ciudades a casa de sus padres y ha retrasado que vivan solos”, comenta Gracia. 

En muchos casos, aunque se encuentren inmersos en el mercado laboral, retrasan su decisión porque no pueden permitirse cubrir todos los gastos. Para Irene Ibáñez, una soriana de 24 años, independizarse ha supuesto el paso a la vida adulta. Aunque ha compartido piso en dos ocasiones, es la primera que se enfrenta a hacerlo sola y reconoce que es difícil incluso teniendo un trabajo estable: “no es muy común conseguir un contrato indefinido y con el sueldo mínimo o prácticas remuneradas no puedes irte a vivir solo o compartir piso, sobre todo si es un trabajo temporal ya que un alquiler requiere de compromiso”, explica la joven. Por esta situación, Juan, nombre ficticio, con 26 años y trabajo en el sector de las comunicaciones desde hace año y medio, no contempla hacer las maletas pronto, “quiero hacerlo pero viviría apurado y no hay mucha estabilidad como menor de 30 años, muchos que siguen en casa hasta edades avanzadas”, aclara. 

Encarecimiento de la vivienda

Aunque Zaragoza no se considera una ciudad especialmente cara para poder vivir en comparación con núcleos como Madrid o Barcelona, sigue habiendo una brecha entre el sueldo de una persona joven y los precios de mercado de los alquileres. Para Luis y Esther supone un gasto de un 25% aún compartiendo piso, al igual que para David que se eleva hasta el 30%, “si me propongo ahorrar tengo que prescindir de ciertas cosas”. 

Irene Ibáñez explica que consume la mitad del sueldo sin incluir los gastos fijos, internet y algo de ocio, “hasta ahora no he tenido trabajo ni dinero para poder vivir sola y ahora voy justa, sin poder ahorrar para tener un colchón o caprichos”, admite. 

En menor medida, algunos de ellos contemplan la posibilidad de adquirir una hipoteca en un futuro, “los alquileres son excesivos en el núcleo urbano o lo que queda dentro de los cinturones, quiero terminar con la deuda del coche y valorar los ahorros e intentar ver si puedo pedir hipoteca para comprar un piso de acorde a mis necesidades”, plantea Juan. 

El apoyo económico y no económico familiar puede contribuir a ayudarlos a encontrar el equilibrio. Sierra reconoce que los suyos siempre insisten en ayudar, “me traen algo de comida cuando vienen o asumen los gastos que tienen que ver con la salud, como psicóloga o dentista y sé que se sienten mejor echándome una mano”, declara. Los padres de Irene también podrían asumir responsabilidades, “soy muy privilegiada porque ellos pueden pagarme algún imprevisto así que no suelo pedir ayudas porque hay gente que las necesita mucho más”, aclara. 

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