Microplásticos, esos falsos nutrientes que acaban con las aves marinas en Canarias

Ave mordiendo un plástico en el mar.

Alba Morales

Las Palmas de Gran Canaria —
27 de septiembre de 2020 16:07 h

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La elevada concentración de plásticos en el archipiélago canario está poniendo en peligro a las aves marinas, especialmente a la pardela cenicienta. La adhesión de fitoplancton y otros organismos a los elementos plásticos y cuyo olor es similar a su alimento se encuentra detrás de una situación que ya ha sido señalada por el Grupo de Ecofisiología de Organismos Marinos (Eomar) como una de las consecuencias de la contaminación por plástico.

Alicia Herrera Ulibarri es investigadora del grupo Eomar del Instituto Ecoaqua, adscrito a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y enfocado desde 2015 en el estudio de “la contaminación por plásticos, sobre todo por microplásticos, aquí en Canarias”. Entendiéndose microplásticos como piezas de plástico con un “tamaño menor a 5 milímetros”, este grupo de la ULPGC se ha dedicado en los últimos cinco años a investigar su presencia en playas, “en la superficie del mar y en el contenido estomacal de peces” y la existencia de contaminantes químicos en los microplásticos. 

Y, ¿qué ocurre con la pardela cenicienta? Especie protegida y afincada no solamente en Canarias, es un ejemplar de pardela, una “de las especies de aves marinas más afectadas” ya que poseen quimiorreceptores que detectan el dimetil sulfuro, “este olor a mar”, especifica Alicia Herrera. Este es, junto a la confusión visual con su alimento, uno de los motivos que señala la investigadora para la amenaza medioambiental que sufren estas aves. “Hay estudios publicados que apuntan a que, a los microplásticos, los plásticos en general en el mar, se le van incrustando organismos, lo que se conoce como biofouling”. Este olor se asemeja al de su comida y provoca que se alimenten “guiándose por estas señales químicas”.

Enredos, asfixias, amarramientos... Existen diferentes peligros asociados al plástico, pero la ingestión es la que más destaca en estos casos. “Su sensación es que han comido, pero realmente lo que están comiendo no tiene ningún nutriente, y muchas veces mueren de hambre con el estómago repleto de plástico. Eso pasa mucho en las aves”. Herrera añade además las características físicas como causante de las muertes. “Tienen el buche muy grande y la cloaca muy pequeña. Eso significa que pueden comer plásticos de gran tamaño pero, al no digerirse, no lo pueden defecar con lo cual se acumula”. Plásticos que pueden ser de cualquier tipo, como bolsas, redes de pesca o fibras sintéticas de la ropa y que, según señala la investigadora, evidencia que “cualquier elemento se convierte en un potencial peligro para las aves”. 

Este potencial peligro se traslada a datos y previsiones en diversas investigaciones. Un estudio de 2012 realizado en Canarias recoge, por ejemplo, que el 83% de los pollos de pardela cenicienta “que se estudiaron tenían microplásticos en el estómago”. Alicia Herrera señala este número como consecuencia de la transferencia de los padres a los pichones, provocando que haya de media “ocho fragmentos de plástico por individuo”. En un sentido general, un estudio de 2015 “estima que el 90% de las aves marinas a día de hoy han ingerido plásticos” y esta cifra asciende hasta el 99% estimado para 2050 donde prácticamente el 100% “de las especies de aves marinas habrán tenido plástico en su estómago y el 95% de los animales lo habrán comido en algún momento de su vida”.

Niveles tan elevados como estos provocan que “cientos de miles de aves mueran al año como causa del plástico, de la contaminación por plástico”, recuerda Alicia Herrera. Muertes que reducen el número de individuos y de nacimientos y que, sumadas a las presiones por la mano del hombre, “causan un daño ecosistémico bastante grave en algunos casos”, como podría ser la desaparición. Para “especies vulnerables o en peligro de extinción”, como es la pardela, la contaminación por plástico, junto con la presión turística o la contaminación química, puede ser el detonante que acabe con ellas. A esta amenaza por plásticos también se enfrentan animales como tortugas, cetáceos y peces. Fue en estos últimos ejemplares con los cuales Eomar llevó a cabo un estudio donde, de las 120 caballas analizadas, “el 78% tenía algún tipo de microplástico en el estómago”.

La existencia de estos elementos en el interior de los organismos marinos no es fortuita. Con el incorrecto descarte de residuos en vertederos y a través de los ríos, el plástico “termina llegando al mar” en tal cantidad que “se estima que llegan unos 8 millones de toneladas de plástico todos los años”. La industria pesquera, con redes de pesca muchas veces descartadas o perdidas en el océano, y la agrícola son dos fuentes más del vertido de elementos “que pueden permanecer 150 o hasta 400 años en el mar”.

Desde que comenzó a consumirse comercialmente en la década de 1950, y cuya producción se situaba en los 2 millones de toneladas, el plástico ha aumentado hasta los 380 millones actuales. Nueva producción a la que se añade “el 79% de todos los residuos que se produjeron desde 1950” y que “aún permanece en el ambiente”. Estos datos, señala Alicia Herrera, han propiciado la estimación de que en 30 años haya “12.000 millones de toneladas de plástico en los vertederos y en la naturaleza”.

Naturaleza como el Archipiélago Chinijo, zona de aves “vulnerables o en peligro de extinción, como la pardela cenicienta”, o Playa Lambra en La Graciosa reflejan este peligro. Con 300 gramos de microplásticos “por metro cuadrado de arena en la playa” y flotando en la Bahía del Confital “un millón de partículas por kilómetro cuadrado”, son de las zonas con más contaminación del planeta si se compara con la literatura.

Reducir la producción y el consumo

¿Cuál es la solución para este problema? “Reducir la producción de plástico, reducir el consumo”. La investigadora sintetiza así las vías para terminar con esta cuestión medioambiental y reseña que Latitud Azul, una asociación formada por varios científicos marinos egresados de la ULPGC, ya ha redactado “un proyecto para la instalación de fuentes de agua en espacios públicos”, todo un éxito, en palabras de Alicia Herrera, en la Facultad de Ciencias del Mar de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. El impulso de acciones como esta responde, como considera Herrera, a una preocupación que crece tanto entre la ciudadanía como entre las autoridades y que debe canalizarse “en medidas concretas y en acciones concretas que nos lleven a solucionar el problema. Porque realmente el problema tiene solución si actuamos ya”.

La Estrategia Canaria del Plástico y la prohibición de los plásticos de un solo uso son dos de las iniciativas del Gobierno de Canarias que, aunque “están muy bien, son insuficientes”. La investigadora afirma que aún no han comenzado con las acciones que se plantearon, como instalar fuentes, reducir en las oficinas públicas y privadas los plásticos de un solo uso... “Y está muy bien, pero dada la gravedad de la situación creo que tenemos que ser más ambiciosos con las medidas. Es decir, tan urgente y tan grave el problema que tenemos que actuar ya y de forma drástica”.

“No solo concienciación sino también empezar a tomar iniciativas, acciones, medidas que directamente puedan suponer una reducción significativa del plástico”. Así defiende José Antonio Valbuena, consejero de Transición Ecológica, Lucha contra el Cambio Climático y Planificación Territorial del Gobierno de Canarias, las decisiones que se han adoptado para frenar esta amenaza. Unido a la concienciación, en la que la institución insiste tras haber puesto ya el acento sobre el mismo tema en otras ocasiones porque “los problemas se olvidan y la gente piensa que se han resuelto”, la Consejería tiene varios frentes normativos abiertos.

El jueves pasado se cerró el plazo para la consulta pública previa ciudadana sobre la Ley de Economía Circular. En esta materia, “uno de los elementos clave va a ser precisamente la reducción de plástico”, pero no el único. Alcanzar objetivos entre actores públicos y privados para manejar vertidos y residuos con una segunda vida, como establece el informe relativo a la consulta, es otro propósito de la futura Ley. Ley de la que, según José Antonio Valbuena, se espera tener en la primera mitad de 2021 un primer borrador. Situación similar a la del Plan Insular de Residuos de Canarias 2020-2026, más conocida como Pircan, que se encuentra en exposición pública hasta el 30 de septiembre. Aumentar la reutilización y el reciclaje o reducir las emisiones contaminantes son dos de los objetivos principales de un Plan que el consejero se plantea que estará aprobado a comienzos de 2021. Siguiendo los pasos de estas convocatorias, su departamento también está trabajando sobre “un Decreto para la eliminación del plástico de un solo uso”, siguiendo con lo fijado por la Unión Europea.

La Estrategia para el Plástico en Canarias, dirigida a reducir el consumo o al buen uso de estos residuos entre otras actuaciones, es otro de los frentes. Aprobada desde los primeros meses de 2020, ahora se está “en la línea de ir haciendo el desarrollo normativo para el cumplimiento de esa Estrategia”. 

Sobre la mesa se encuentra asimismo la actualización de los Planes Territoriales de Residuos con los que cuentan los cabildos y cuyos objetivos se enfocan en los vertidos ilegales y su impacto en el entorno, la prevención, el reciclado, la creación de programas I+D+i para gestionar los residuos,... “Entendemos que el año que viene tienen que estar perfectamente alineados y actualizados tanto la Ley de Economía Circular como los Planes Territoriales insulares”, reconoce José Antonio Valbuena. Razón por la que su consejería ha asumido su redacción para que todos los documentos estén “en el mismo punto de partida” frente a un problema que nos seguirá acompañando, al menos, en los próximos años.

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