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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Gobiernos de la paz y gobiernos de la guerra

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

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La guerra de Ucrania ha obligado al Gobierno español, una vez más, a tomar partido entre guerra o paz. La opción elegida, con el apoyo de la amplia mayoría de partidos en el Congreso, ha sido constituirse en un Gobierno de la guerra. Explicaré, en primer lugar, cuál es la diferencia entre lo que llamo un Gobierno de la guerra o de la paz y, al final, por qué la apuesta por la guerra merma, siempre, la salud democrática de todo Estado.  

Para empezar podemos decir que existen dos grandes diferencias entre un Gobierno de la guerra y uno de la paz: una es el relato desde el que se entiende y presenta públicamente el conflicto. La otra es la adopción de políticas económicas belicistas o pacifistas. 

Respecto a la primera diferencia, un Gobierno de la guerra parte de un relato moral o ético de lo bélico, mientras que un gobierno de la paz debe hacerlo desde un relato materialista. 

El relato ético de la guerra establece una oposición entre “buenos” y “malos”, asociando a cada uno de los polos como portadores de valores morales puros y opuestos: democracia y autoritarismo. El envío de armas a Ucrania se relata y justifica, por un lado, en nombre del estado de necesidad: la necesidad, no posible de afrontar con otros medios, de defender la democracia y los derechos humanos de la población de Ucrania frente al ataque ruso. Y, por otro lado, en nombre del Derecho: como juicio de  sanción y reparación de la Justicia. El envio de armas y sanciones son asimilados a un procedimiento judicial donde un tercero imparcial (nosotros) que encarna el valor universal Justicia ayuda a sancionar a un culpable reestableciendo la razón. Cuando el conflicto en cuestión se plantea en estos términos morales no hay posibilidad de neutralidad, no se puede ser neutral ante la injusticia y la tiranía. Lo único que uno puede hacer es constituirse en Gobierno de la guerra y si dices lo contrario eres cómplice de la barbarie. Este es el relato imperante, hoy, en España y los países de la UE.

Sin embargo, ubicar el debate de la guerra en el campo moral es tramposo. Una guerra no es un conflicto que transcurra en el reino de la ética, ni que pueda actuar como una sanción de Justicia. La única manera honesta de entender y presentar una guerra, como la que se está dando, no es la ética o moral sino la materialista. Ninguna guerra es moralmente justificable. Desde el momento que las armas que envías no servirán para destruir ni a Putin ni a los otros verdaderos culpables de las muertes sino para bombardear y matar a más población inocente (soldados adolescentes rusos, población ucraniana, de Crimea, del Donbass, etc.) ésta no puede ser nunca un método para restablecer la democracia ni los derechos humanos, tan solo para vulnerarlos. Hay una antinomia ontológica entre el medio de guerra y cualquier fin democrático o de justicia. Tampoco ninguna guerra puede presentarse como un juicio de sanción para restablecer la Justicia. Ninguna guerra, señala el jurista italiano Luigi Ferrajoli, tiene ninguno de los caracteres que debe tener un juicio de sanción: su no aplicabilidad a los inocentes, la formal verificación del ilícito sancionado, su irrogación por parte de un juez tercero, la predeterminación legal de sus presupuestos, sus formas y medidas, etc. 

Así pues, el único análisis y presentación honesta de la guerra no es moral sino material. En el contexto mundial actual, toda guerra entre potencias capitalistas imperialistas (USA, UE, Rusia, etc.) y sus brazos armados (OTAN, Ejército ruso, etc.) no es un conflicto entre buenos y malos, entre democracia y autoritarismo, sino una lucha de intereses económicos y geopolíticos, entre Capitales y sus Estados, a golpe de misiles. El conflicto de Ucrania es una guerra interimperialista entre el bloque transnacional globalista anglo-norteamericano y el bloque ruso-chino que pretenden hacer de este país un muro que impida (los primeros) o un puente que conecte (los segundos) la articulación económica, comercial y política entre Europa, Rusia, China y la India. Entender y presentar la guerra así es la condición necesaria para poder ubicar el debate en un escenario material de guerra interimperialista donde la no intervención, la neutralidad y el carácter de no alineado no solo es una opción real y legítima sino también obligatoria para cualquier gobierno progresista. 

La segunda diferencia, es que un Gobierno de la guerra apuesta por una política económica belicista y uno de la paz por una pacifista. Las guerras se hacen con armas, la política económica de un Gobierno de la paz trata de impedir que las personas usen dichos instrumentos para matarse y el mejor modo de impedirlo es no fabricarlos ni venderlos. Ello se hace mediante una política del desarme que deje de tener al sector armamentístico como uno de los sectores económicos estratégicos del Estado. Al igual que la lucha contra el tabaco consiste en obstaculizar la venta del mismo mediante elevados impuestos y no autorizar fumar en cada vez más espacios, la lucha contra la guerra consiste, entre otros aspectos, en no fabricar ni vender armas. La política del Gobierno español es, no obstante, toda la contraria. La fabricación y licencias gubernamentales de exportación para la industria armamentística española, donde ya existen más de 520 empresas, no han parado de crecer en los últimos años y su valor supera hoy el de las de aceite de oliva o vino de las que España es líder mundial. En la década 2010-2019, las compañías españolas incrementaron sus exportaciones de armas un 295%. En 2020, el Gobierno autorizó exportaciones de armas por más de 48 millones euros a países de la OTAN y la UE, pero también a  Arabia Saudí, Emiratos Árabes o Turquía, quienes masacran población civil en Yemen, Kurdistán y Siria. Los gobiernos que invierten y autorizan las exportaciones  armamentísticas son gobiernos de la guerra, en tanto invierten y autorizan la muerte.

En resumen, a diferencia de un Gobierno de la paz que hace un análisis materialista de los conflictos internacionales y apuesta por políticas de desarme, un Gobierno de la guerra es aquel que combina un relato ético-moral tramposo de justificación de la guerra junto a una política económica de fabricación y venta de armas, y esto es lo que hace hoy, igual que ayer, el Ejecutivo español. 

Ello nos lleva a la cuestión final. La apuesta por la guerra es otro factor que cuestiona todavía más la llamada “democracia plena” española. Durante mucho tiempo, la democracia ha sido pensada, única y exclusivamente, como forma interna de la vida política, como forma de redistribución de derechos y deberes en el interior del Estado. La democracia interna de los Estados y su política exterior han sido consideradas como autónomas. Ello ha hecho que los Estados del norte global pudieran combinar su sistema de gobierno democrático-liberal en lo interno con una política externa colonial de saqueo, violencia y vulneración de derechos en relación a otras comunidades o pueblos, sin que por ello dejaran de ser calificados como democracias plenas por nadie. Empieza a ser hora de superar esta concepción parcial de la democracia entendida, única y exclusivamente, como forma de constitución interna de la vida política, para entender que tan importante son, para la existencia de un Estado democrático, las formas de relación interna imperantes entre sus nacionales como las formas de relación exterior con otros Estados y pueblos. No puede haber democracia si en algunas de estos dos tipos de relación (interna o externa) no hay una plena garantía de los derechos de todas las personas y gobiernos que apuesten por la paz y no por la guerra.

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