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A vueltas con la soberanía de Olivenza (sin escuchar a los oliventinos)

Imagen de archivo de la localidad de Olivenza.

Alberto Santacruz/EFE

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La reclamación del ministro de Defensa de Portugal, Nuno Melo, sobre la soberanía lusa del municipio pacense de Olivenza, donde los oliventinos y sus descendientes pueden adquirir la nacionalidad portuguesa y los rótulos de sus calles están en ambas lenguas, supone otro capítulo en el libro histórico de “tira y afloja” en torno a esta cuestión.

“Olivenza es portuguesa, naturalmente. Y no es ninguna provocación”, ha dicho Melo al ser cuestionado por los periodistas en Estremoz, a unos 60 kilómetros de la frontera con Badajoz, donde ha aseverado aseveró que el Estado portugués no reconoce esa localidad como territorio español.

Esta reivindicación no es nueva. Es algo recurrente aunque espaciada en el tiempo, como también lo son las voces que defienden que esta localidad, de unos 12.000 habitantes, debe seguir tal y como es, un núcleo de culturas fusionadas, “mistura” como dicen los portugueses, y un municipio de larga historia de soberanías. “Las muchachas de Olivenza no son como las demás, porque son hijas de España y nietas de Portugal”. Así reza una popular jota extremeña que resume a la perfección el sentir de este pueblo fronterizo, cuyos habitantes hacen uso, cada vez más, del derecho a contar con la doble nacionalidad española y lusa.

A mediados del siglo XX en Olivenza el idioma que se escuchaba en las calles era el portugués, aunque ese vínculo transmisor que se había mantenido durante siglos se ha ido rompiendo al morir las generaciones mayores, por lo que hoy en día hablan portugués más de 1.500 oliventinos, fundamentalmente los ancianos, pero también los más jóvenes, que se han beneficiado de las medidas de impulso para mantener en el municipio el conocimiento de la lengua lusa.

Apellidos como Pinto-Amaya, Andrades, Piris, Silva o Sousa proliferan entre los vecinos de Olivenza, cuyas calles, gracias a la iniciativa de la asociación Alem Guadiana, han recuperado la doble señalización española y portuguesa en el casco antiguo. A pesar de esta armonía, las declaraciones de políticos y altos cargos de España como de Portugal siempre la han removido.

Si se viaja hasta 1999, el entonces embajador de Portugal en España, Antonio Martíns da Cruz, dijo que la reclamación por parte del Ejército portugués de la población fronteriza de Olivenza “es una cuestión que no tiene actualidad diplomática”, después de que algunas voces del ejercito luso apuntaran que España debería haber devuelto esa población.

Tres años después (2002), el entonces líder socialdemócrata José Manuel Durao Barroso afirmó que la cuestión sobre la soberanía de Olivenza no debía obstaculizar las excelentes relaciones entre España y Portugal. “Hay que ser objetivos, realistas y pragmáticos. Hoy esa cuestión no es de manera ninguna prioritaria”, afirmó.

Sin embargo, ese mismo año, el que fuera coronel del Estado Mayor del Ejército Portugués, Américo José Guimaráes Fernandes, opinó en Badajoz que Olivenza era “una parte integrante del territorio portugués” aunque matizó que la última palabra sobre este asunto la deben tomar los oliventinos.

No obstante, el coronel e historiador matizó que las relaciones actuales entre ambos países “son de hermanos” y apuntó que la influencia de Portugal en la historia de España ha sido tan grande como la del país hispano en el luso, a la vez que insistió en que Portugal “jamás fue una amenaza para la integridad de España”.

Un año después, el tema adquirió carácter internacional cuando se divulgó que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense incluía la cuestión de la soberanía de Olivenza en sus fichas sobre Portugal y España.

“Esto lo ha dicho la CIA -señaló el alcalde-, un organismo muy prestigioso pero, en mi opinión, un poco riguroso y un tanto distraído, y que casi nos obliga a inaugurar la Feria con trajes de camuflaje”, afirmó el alcalde Ramón Rocha en la inauguración de un evento taurino.

Sobre esta misma cuestión, el ya ministro portugués de Asuntos Exteriores Antonio Martins da Cruz dijo que la cuestión de Olivenza está congelada, no debe reabrirse “y no figura en la agenda política” con el país vecino.

El ministro, en declaraciones difundidas por los medios de comunicación portugueses, rechazó la posibilidad de emprender cualquier diligencia diplomática y opinó que “tenemos que actuar cautelosamente con los asuntos que pueden comprometer las relaciones con uno de los mayores socios económicos de Portugal”. “El problema de Olivenza -dijo el ministro luso- está congelado desde el Tratado de Viena, de 1815”, que España no aceptó, y Martins da Cruz sólo admitió que el diferendo podría resolverse entre ambas naciones en otro momento.

En 2004, El exembajador de España Máximo Cajal presentaba su libro 'Ceuta y Melilla, Olivenza y Gibraltar. ¿Dónde acaba España?', en el que plantea la necesidad de que España reconozca abiertamente la existencia de un problema con Portugal a causa de Olivenza.

Según expuso, Olivenza es española, “aunque sólo sea por razones geográficas”, pero manifestó que sería bueno que España tomara conciencia de ello y buscara alguna fórmula que aliviara ese malestar, porque “admitir la existencia del problema denotaría cierta sensibilidad”.

Declaraciones y consideraciones sin escuchar a los oliventinos.

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