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Aurelio dice adiós a su quiosco de prensa en Lavapiés tras 60 años de negocio: “Somos una pequeña familia”

Aurelio, en el quiosco de Lavapiés.

Guillermo Martínez

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Aurelio Izquierdo tiene 63 años y desde los 11 conoce a la perfección el quiosco de prensa que le ha visto crecer, a él y al barrio. Ubicado en Lavapiés, entre el parque Casino de la Reina y el Mercado de San Fernando de Madrid, este lunes, 2 de diciembre, será el último día que abra las puertas metálicas. Más de seis décadas de negocio familiar quedan atrás tras un mensaje que, apesadumbrado, colgó hace una semana: “Os echaré de menos. Un abrazo para todos”. El negocio, que un día llegó a sostener a dos familias, ya no da para más.

Apostado en la pequeña ventana desde la que cobra los pocos periódicos que cada día vende, unos 30, Aurelio continúa saludando con normalidad a los clientes que todavía se acercan a este enclave, lugar de reunión no oficial en el que se dan cita cada vez menos personas del barrio. “Yo empecé ayudando a mi padre a hacer las devoluciones. Cuando crecí y conseguí un trabajo a medio jornada, venía las tardes a seguir trabajando con él”, recuerda con cierto tono lastimero.

Mucho han cambiado las cosas. Desde hace años, Aurelio ni siquiera abre por las tardes. “No merece la pena, así que a las 12.30 horas he cerrado”, dice. “Cuando lo dejó mi padre, mi hermano y yo nos quedamos al frente. No era muy boyante, pero daba para dos sueldos modestos”, rememora el quiosquero. El negocio siempre ha ido hacia abajo, así que los hermanos decidieron que fuera Aurelio el que siguiera con él. “Esto es muy esclavo. Abro los siete días de la semana, todas las mañanas desde las 8.00 horas, todos los festivos”, relata.

No solo le ocurre a él. La venta de prensa callejera ha decaído poco a poco. Tanto, que Aurelio se ha visto en una situación insostenible. El cartel anunciando su marcha, aunque para la jubilación todavía le queden algunos meses, ya ha levantado la curiosidad de algunos interesados: “Me preguntan por cuánto lo traspaso, pero me llama la atención que casi ninguno se ha interesado por cuánto se gana en el quiosco. Yo les digo que no es buena idea invertir en esto”. El suyo, además, es de los pocos quioscos de prensa en la capital que todavía no se han dejado llevar por la venta de otros productos que también reportan beneficios, como recuerdos de la ciudad, bebidas, bolsas o bufandas de equipos de fútbol.

Por otra parte, el futuro de los quioscos de prensa en Madrid pasará por una renovación de las licencias en 2029, cuando caducan todas ellas. “El ayuntamiento quiere que la infraestructura como tal esté homologada, porque no todos los quioscos son iguales. El que entre tendrá que dejarse aquí unos 30.000 euros solo en un mueble nuevo”, vaticina Aurelio poniendo la vista en el futuro del negocio.

Unos 500 euros al mes

No son pocos los clientes que se le acercan y preguntan por su marcha. Se les ve apenados, algo resignados ante la dinámica que está adquiriendo el barrio. “Aquí viene gente todos los días a comprar su periódico. Si no viene un día, nos damos cuenta y, al siguiente, le preguntamos qué ha pasado. Somos una pequeña familia”, prosigue el quiosquero.

En los buenos tiempos, y Aurelio los conoció a fondo, muchos de los compradores adquirían hasta dos periódicos, uno de información generalista y otro deportivo. “Ahora hay solo dos clientes que hacen eso. La gente lee cada vez menos prensa, y mucho menos escrita. Los jóvenes con algo más de poder adquisitivo han dejado el barrio y los mayores tampoco es que tengan una pensión que les permita comprar el periódico todos los días”, opina el vendedor de prensa.

A día de hoy, apenas vende 30 periódicos cada jornada de trabajo, aunque también gana dinero con la publicidad del exterior del mueble. “Este no ha sido un lugar malo para tener un quiosco, pero ahora ya sí lo es. No es un espacio muy transitado, como sí puede ser la glorieta de Embajadores. Aquí viene mucha gente los domingos a tomarse el aperitivo al Mercado, pero solo a eso, a nadie se le ocurre comprar el periódico”, se queja. En total, las ganancias que le reporta el quiosco están en los 500 euros al mes.

A pesar de la conmoción que vive estos últimos días, Aurelio se muestra afable y cansado a partes iguales. “Se me están haciendo muy largas estas últimas jornadas. Tengo 63 años y algunos achaques, y también ganas de dejarlo”, concede. Este estado, por otra parte, no es óbice para que la nostalgia se apodere de él: “Se va parte de mi vida. Aquí he estado con mi padre, luego con mi hermano… Pero viene el frío, y lo mejor es irse”, afirma, sin atisbo de dudas.

Madrid y la agonía de los quioscos de prensa

La situación en la capital no es demasiado halagüeña tampoco para sus colegas. Más de 290 quioscos de la ciudad están integrados en la Asociación de Vendedores de Prensa, con una media de edad que supera los 50 años. Javier Galindo es el secretario de la organización, lleva desde 1994 vendiendo periódicos en Las Ventas y admite que “estos quioscos no tendrían razón de ser si no fuera por la venta de prensa”.

Aun así, Galindo aprecia una considerable bajada de las ventas. “Se ha dado un choque generacional muy grande entre la gente algo mayor, que mantiene la rutina de comprar el periódico, y los jóvenes, que no compran en papel”, sostiene desde su quiosco. Él es uno de tantos vendedores que sabe que no puede vivir únicamente de los periódicos. “Lo complementamos con otros artículos como paraguas o libros de literatura, o algunos nos convertimos en puntos de entrega de paquetería y devoluciones de Amazon”, afirma.

El secretario de la Asociación de Vendedores remarca que cada uno de ellos debe leer bien el contexto en el que está para que el negocio siga siendo fructífero. En su caso, cercano a un colegio, se preocupa de tener siempre algunos productos atractivos para los más pequeños. En cuanto a prensa, vende unos 50 periódicos al día, y el quiosco le reporta unos 1.200 euros al mes.

Por otra parte, Galindo tampoco es demasiado pesimista. Desde su punto de vista, a veces se victimiza al colectivo. “Yo sé que estamos atravesando un momento muy complicado y difícil. Estamos tocados, pero no hundidos”, desarrolla. Y añade: “Quizá dentro de un tiempo la gente se dé cuenta de que informarse por las redes sociales es hacerlo de manera muy sesgada y vuelva a recurrir a la prensa”. De todos modos, si eso llega a suceder en algún momento, ya habrá sido tarde para Aurelio. “A saber en qué se convierte mi quiosco de toda la vida. A lo mejor vengo dentro de un tiempo y habrá hasta desaparecido”, concluye.

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