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La ciudad después de la pandemia

Los vecinos de Cardenal Cisneros han decidido adornar su calle de manera festiva. Para preservar la ciudad. La fraternidad de balcón a balcón. | ÁNGEL ALDA

Ángel Alda

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Lunes, 27 de abril de 2020. Los virus adoran a las ciudades, las grandes aglomeraciones, los estadios de fútbol, las fiestas populares. Son así, que le vamos a hacer. Las ciudades están acostumbradas a la defensa pero ante enemigos visibles. Para estos bichos somos pan comido.

Los paleoantropólogos suelen afirmar que en los tiempos de nuestros antepasados, los cazadores recolectores nómadas, la gente estaba más sana. Que cuando la revolución neolítica y la dedicación humana a la labranza y la ganadería el ser humano enfermó. Nacieron nuevas enfermedades. Se perdió calidad alimentaria y el cambio de actividad física nos convirtió en seres más débiles y frágiles. Pero la humanidad descubrió las ciudades y con el tiempo el deporte y la cultura de masas. Y la medicina que aliviaba nuestros males. Hoy sabemos que la ciudad es fuente de calidad de vida. No para todos y no de la misma manera. Ya saben ustedes lo que es la estadística.

Las ciudades han sufrido pestes y las seguirán sufriendo. Y no todas ellas proceden de virus importados. Alguna de esas pestes como la contaminación del aire y de las aguas provienen de nuestro mismo modelo de vida. La ciudad consume y nos consume. El buen negocio consiste en reconocerlo y optar por aquello que sea mejor para todos. Por eso la ciudad inventó la democracia. Pero la democracia es un invento sutil. Exige participación pública. Exige reflexión ciudadana.

Hemos visto estos días como nuestra atmósfera está limpia. Como la fauna y la flora prosperan. Pero todo eso ha sido flor de un día. Dicen que la distancia social se va a cargar la eficiencia del transporte público y dicen algunos de nuestros dirigentes que tenemos que dar prioridad al coche particular. Es más seguro, dicen. Volverán los humos, las calles insufribles. Todo por el resurgimiento económico.

Yo me niego a aceptarlo. Creo que hay otro modelo de vida. Un modelo de ciudad más lenta, más reposada. Caminar, ir en bici. Fraternizar. Consumir menos. Cuidar unos de otros. Ayer la ciudad recuperó una de sus glorias. Los niños en la calle. Eso son los logros que necesitamos. Una ciudad llena de coches contaminantes y ruidosos, con libertad de aparcamiento, con aceras empequeñecidas y despeatonalizadas, como quieren algunos, no es una ciudad deseable. Sería el triunfo final del Coronavirus.

Ustedes mismos.

Hasta mañana.

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