La protesta para salvar La Popular se convierte en una defensa de la cultura en Chamberí: “La avaricia rompe el barrio”
Ain't No Mountain High Enough. No hay montaña lo suficientemente alta, ni obstáculo lo suficientemente difícil de salvar. Con la excepción quizá la de la especulación inmobiliaria. La manifestación contra el cierre de la Escuela Popular de Música y Danza, alma musical de Chamberí, ha hecho honor a la historia del lugar y a una de las canciones interpretadas por alumnos del centro durante la jornada. El número 22 de la calle Trafalgar y todo el costado de la plaza de Olavide con la que hace esquina se han convertido este miércoles en un hervidero de personas entre las que se mezclaba la indignación, la reivindicación y la pasión por la música.
Nydia Molina y Patricia Monasterio, directoras de La Popular desde su apertura en 1996, han vuelto a sentir el calor del barrio durante una jornada en la que cientos de personas se han concentrado para exigir la continuidad del centro, en medio de actuaciones musicales de estudiantes actuales de la escuela. Cinco jóvenes repletos de rabia y talento que representaban a los 400 alumnos que pueden perder de un curso a otro una de las principales referencias culturales del distrito.
En este difícil contexto, ni a Nydia y Patricia ni a los 20 empleados que se quedarían sin trabajo les han faltado apoyos desde que trascendió la noticia. El fin de un proyecto que era para sus dos creadoras y directoras más bien una vida. Una trayectoria que parecía encaminada a continuar, después de salvar crisis económicas y hasta una pandemia, hasta que el 30 de abril recibieron un mensaje de la propiedad de un edificio del que les obligan a marcharse antes del 1 de julio de 2024.
“De momento aguantamos. Esto que nos están haciendo a nosotras y al barrio es inhumano”, ha declarado Nydia en conversación con Somos Chamberí. Cuenta que siguen negociando con la sociedad inmobiliaria, Promociones Algara Gómez S.L., la compañía que les comunicó de la noche a la mañana que no les renovaba el contrato y debían irse. De nada servía que estuviesen al corriente de un alquiler elevado (casi 4.000 euros al mes), o que ellas mismas hubiesen asumido hace 28 años la reforma de un inmueble que transformaron de droguería a referencia musical en dotaciones, instalaciones y docencia. De lo que se encontraron a lo que han construido hasta hoy solo continúa una cosa: el nombre La Popular.
Y ese espíritu popular se ha dejado sentir a lo largo de la tarde, con un barrio volcado en la defensa de su música y su arte. En las pancartas de los asistentes podían leerse mensajes como “música y cultura para todos”, “no nos quitéis la música”, “la codicia especulativa expulsa del barrio a vecinas y tejido social” o el potente “la avaricia rompe el barrio”.
Los manifestantes, entre los que había alumnado, familias, exestudiantes o vecinos de la zona, han gritado “no al cierre” y han lanzado proclamas coreando que “la cultura no se vende”. Nydia y Patricia han leído una breve declaración agradeciendo el respaldo (“hemos visto caras que no veíamos desde hace 20 años”, comentó Nydia) y mostrando su rechazo a un modelo que “destruye la esencia del barrio”. Patricia ha citado a Cervantes y su Quijote al recordar que “donde hay música no puede haber cosa mala”.
Todavía confían en una solución por complicada que se antoje. Por lo pronto, no se han marchado en la fecha en la que les obligaba la propiedad [1 de julio] e incluso han proseguido con unos campamentos de verano que ayudan en la conciliación laboral de vecinas y vecinos.
Entre la multitud se encontraban historias como la de Mario y Óscar, dos hermanos criados en Chamberí que pasaron 12 años en La Popular. Recibieron clases primero de solfeo y más tarde de guitarra y saxo (en el caso de Mario) y de guitarra y violonchelo (en el de Óscar). “Tenemos mucho recuerdos de infancia”, dice Mario con nostalgia.
“Ellos ya no viven aquí, son mayores y están trabajando. Pero cuando me enteré pensé de inmediato que teníamos que venir”. Son palabras de su madre, Ana, que considera “una pena” que “todo el barrio está ya vendido al turismo”. Afirma que los vecinos se sienten “desubicados, desplazados y maltratados” y llama la atención sobre la falta de centros educativos públicos. María del Mar, otra vecina, lamenta que Chamberí se haya convertido en “un barrio de paso en el que ya solo van a quedar bares y terrazas”.
La cita ha contado con la participación del Sindicato de Inquilinas de Madrid y otros bloques en lucha de Chamberí, un distrito asolado por el interés de fondos buitre que desean instalar cientos de apartamentos turísticos en decenas de bloques. Jesús, uno de estos residentes afectados, ha protagonizado un encendido y emocionante discurso en el que ha expuesto que “ser de un barrio es criarte en él, pertenecer una familia y un colectivo, no especular con nuestro futuro”. Cree que con este tipo de operaciones “muere Chamberí y muere Madrid”. Por todo ello, aboga por “dar una respuesta unidos contra el asesinato de nuestra cultura y nuestros barrios por parte de quienes nos impiden ser castizos”.
La manifestación ha creado tal interés y alborozo, con una mezcla de proclamas críticas y música en directo, que en un momento dado se han acercado hasta ella una pareja de turistas curiosos. Han pasado unos minutos tratando de dilucidar en qué consistía el asunto, intentando traducir pancartas o cánticos. Al poco tiempo se han marchado con la música a otra parte, cubriendo el expediente de presenciar un hecho curioso mientras Chamberí, sus vecinos y su cultura se desintegran a causa de la especulación que se vale de dicha curiosidad para arramplar con todo a su paso.
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