Teatro Monumental: cuando Rosendo hacía cola para ver a Rory Gallagher y el PCE pedía la unidad popular
Paseando por la calle Atocha llama la atención, a la altura de Antón Martín y frente al grupo escultórico El Abrazo, la portada sobria del Teatro Monumental, llamado así porque en su momento fue el más grande de la ciudad.
En realidad, una fachada que nada tiene que ver con la original, de inspiración regionalista. Tras sucesivas reformas a lo largo de sus cien años de historia, se podría decir que solo queda del primer coso la ordenación en planta y que la fachada actual data de la reforma del año 72.
El Monumental Cinema, que es como se llamó al principio, fue diseñado por el arquitecto Teodoro Anasagasti, que utilizó por primera vez el hormigón armado en una obra de nuestra ciudad ajena a la ingeniería civil.
En la web Cines de Madrid se relata una divertida anécdota relacionada con su inauguración:
“Una mañana como otra cualquiera del frío mes de Octubre de 1923, caminaban hacia la obra, el Sr. Teodoro Anasagasti arquitecto del edificio y algunos compañeros, cuando en un cartel vieron que se anunciaba la apertura inminente del que sería el cinematógrafo más grande de la capital, el Monumental Cinema. ¿Sería posible? ¿Quién habría mandado colocar aquellos carteles? ¿Cómo iba a abrir este edificio en el que aún falta trabajo para al menos tres meses?
Cuando llegaron a la obra el trabajo era inusitado, todos corrían de un lado para otro, el pintor, el carpintero, el cerrajero, el electricista, todos marchaban con la ambición de acabar lo antes posible. El presidente del consejo, el Sr. Ricardo Urgoiti, se encontraba en la obra acompañado de sus consejeros y secretarios. ¡Desengáñense ustedes, esta es la única forma de acabar! En dos días este local estará rebosante de gente, así que sea como sea tiene que estar acabado“.
En el Monumental Cinema convivieron desde el principio las películas con la música por su gran aforo (entre 3.000 y 4.000 localidades, según las versiones) y su buena acústica. Ya en 1923 comenzaron los conciertos dominicales del maestro Arbós y su Orquesta Sinfónica de Madrid, que pretendía llevar la música a las clases populares a precios asequibles.
La Orquesta Nacional de España, creada después de la guerra, actuó en el Monumental hasta que en 1966 se trasladó al Teatro Real. El edificio recuperará en 1988 su tradición musical cuando la Orquesta Sinfónica y Coros de RTVE lo toma como sede al cerrar el Teatro Real para ser reacondicionado como ópera. Sufre entonces una importante reforma que le da su configuración actual.
En 2017 parte del techo se desprendió, cayendo sobre el patio de butacas. Por suerte, el teatro se encontraba cerrado y hoy en día sigue ofreciendo los conciertos de la Orquesta y Coro de RTVE.
El Monumental y el comunismo
De la tradición musical del lugar informa una placa del Ayuntamiento que recuerda el estreno de una obra del ucraniano Serguéi Prokófiev en 1935: el Concierto para violín n.º 2 en sol menor, opus 63. El prestigioso músico, que estrenó en las mejores óperas de Europa y colaboró en el Iván el Terrible de Eisenstein, perdió la confianza del régimen estalinista por formalista y su mujer, la madrileña Lina Llubera, fue recluida en un gulag durante ocho años tras ser acusada de espía.
Más allá de lo periférico y circunstancial del nexo anterior, el teatro tuvo relación con el PCE. Durante los años de la Segunda República y la guerra fue, como otros cines y teatros, un espacio político de primer orden, en este caso especialmente ligado a la biografía del partido. El 2 de junio de 1935 tuvo lugar allí un importante mitin por la unidad de la izquierda –que acabaría en el Frente Popular de enero del 36– en el que el dirigente José Díaz empezó su discurso diciendo “Camaradas: Obreros socialistas y anarquistas, antifascistas todos: os saludo cordial y fervorosamente, en nombre del Partido Comunista”.
En el Monumental tendrían lugar otros mítines importantes durante la guerra y a ese escenario volverían los comunistas durante la Transición: en 1977 con los Marcelino Camacho, Carlos París o Víctor Díaz Cardiel.
Los setenta y el rock melenudo: cuando Rosendo hizo cola para comprar la primera entrada de Rory Gallagher
En los años setenta, el Monumental se convirtió en una de las sedes del rock de la ciudad. En 1972 Miguel Ríos graba varias actuaciones en el teatro para sacar el que posiblemente sea el primer concierto de rock grabado en directo en España, Conciertos de Rock y amor. El artista granadino ya se atrevía a hacer alusiones políticas al público como “que se enteren en la Puerta del Sol que estamos vivos”, según ha contado en alguna entrevista.
En 1975 empiezan a abrirse paso en la cartelera algunas producciones musicales controvertidas, como el Jesucristo Superstar de Camilo Sesto, y en el Teatro Monumental se estrena Hair, que tuvo un gran éxito pese a que muchos advertían que el prometido desnudo integral del espectáculo hippie quedaba literalmente ensombrecido por la oscuridad del escenario.
Hacia mitad de la década solo había en Madrid tres escenarios donde poder ver grupos internacionales del rock progresivo que se abría paso: Alcalá Palace (King Crimsom, por ejemplo); la discoteca M&M, ubicada en Diego de León (tocó, entre muchos, Nico) y el Monumental, donde ya había actuado Santana en 1973 y llegó en 1975 Rory Gallagher.
Organizar grandes conciertos de rock en el Madrid de la época no era tarea sencilla, como se desprende de las palabras del promotor Gay Mercader, recogidas en la página del músico Salvador Domínguez:
“Aquí no había nada. Por no haber no había ni escenarios, que eran de fiesta mayor, de setenta centímetros de alto, algo ridículo. Evidentemente, imagínate algo así. Por otra parte estaba el tema del Régimen, que yo ignoraba porque venía de París. Desconocía el nivel de represión de la dictadura. Quizá por esto hice lo que hice...
En un concierto en el cine Monumental de Madrid nos dijeron que los amplificadores no podían estar en la boca del escenario, porque si no vendría el comisario para prohibírnoslo personalmente. Esto, naturalmente, me espoleaba aún más, y les decía: `bueno, que venga ese comisario, a ver qué pasa“.
El primer concierto de Rory Gallagher en nuestro país, grabado y emitido por Televisión Española en dos partes, se celebró el 7 de marzo del 75 y tuvo influencia notable en toda una generación de músicos incipientes de la ciudad. Entre ellos, podemos contar a un joven Rosendo Mercado, que ha contado que era tan fan del guitarrista que hizo cola para ser el primero en poder comprar la entrada del concierto. Pocos años después, coincidiría con el irlandés en un estudio de grabación de Londres, donde había acudido a grabar con Leño, y este les invitaría a unas latas de cerveza calientes.
En el Monumental tocarían también algunos de los pioneros patrios, como Asfalto aquel mismo año, pero las cosas no eran sencillas para los melenudos. Un asistente al concierto de Gallagher lo comentaba en la página Rockliquias: “ Y a la salida, como siempre, cuatro o cinco Land Rovers con los grises desplegados a lo largo de una hilera paralela a la entrada del teatro”.
Las cosas tampoco se pusieron mucho más fáciles con la muerte de Franco ese mismo año. En 1978 el diario El País reseñaba las dificultades que el rock tenía para encontrar escenarios a propósito de la negativa del Monumental de albergar un concierto de Jaume Sisa: “ocurre que tras el cierre de la discoteca M&M hace unos meses y el reciente del Alcalá Palace, debido a los conciertos de rock que allí se celebraban, han conseguido amedrentar al resto de los empresarios hasta tal punto, que prefieren dejar de ganar dinero antes que contar en sus recintos con manifestaciones musicales tan peligrosas”. Los conciertos grandes tenían que mudarse a recintos deportivos como el pabellón del Real Madrid o esconderse en colegios mayores como el San Juan Evangelista, Johnny.
Cine, política, música –clásica y rock, a veces ambos sinfónicos– , en eso se han ido cien años de vigilar una calle tan populosa como la de Atocha y ofrecer, de puertas hacia dentro, sus butacas a los madrileños.
1