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Viaje a Casares, la cuna del andalucismo donde casi siempre gana la izquierda

Busto de Blas Infante en Casares, N.C.

Néstor Cenizo

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“Si no lo ves, Casares es difícil de explicar”. Benito Trujillano cita al periodista en el Puerto de la Cruz, una peña que domina el pueblo, que a su vez mira desde abajo la Sierra Crestellina, la más occidental de la provincia de Málaga. Trujillano es investigador por vocación, casareño hasta el tuétano y, desde diciembre, cronista oficial de este pueblo “anidado como un aguilucho sobre lo alto de un avanzado peñón”, según dejó escrito Blas Infante.

“Mira. Aquí no hay encefalograma plano”. Señala los riscos que dominan el paisaje, y las casas que se apiñan y se agarran al suelo para no caer a lo más hondo, y explica que esto, que siempre fue así, generó un régimen de extracción agraria en el que el 95% de los casareños eran jornaleros sin tierra explotados por cinco o seis familias burguesas.

Luego cuenta que contra todo eso se levantó, contra pronóstico, Blas Infante, un casareño de familia rica, con un futuro esplendoroso si hubiera querido ser ministro de la CEDA, por ejemplo, y no le hubiera dado por defender a los pobres y poner las bases del andalucismo. “Un desclasado”. A Blas Infante se le conoce por andalucista, pero también dice el cronista que aquí lo que importa al votar es la conciencia social, y que este recorrido histórico que acaba de hacer, tan prolijo que se remonta a los íberos, explica en gran parte por qué en cada elección aquí gana la izquierda.

Que es, al fin y al cabo, lo que hemos venido a entender.

Un voto a la izquierda que solo Gil quebró

A mediodía, unos carros motorizados remontan las cuestas empedradas camino del barrio de El Castillo. Llevan bolsas con nombres escritos a rotulador: son menús personalizados para los mayores. Estas cosas del comer explicarían, según Trujillano, el apoyo incuestionable a IU, que gobierna aquí con mayoría absoluta. Tan solo perdió en el año 2000, cuando el GIL desembarcó en el municipio.

En cambio, no flaqueó el apoyo cuando el anterior alcalde, Juan Sánchez (el más joven de España cuando accedió al cargo, en 1979), fue detenido por sus vínculos con la mafia rusa y luego condenado en firme por el Tribunal Supremo (en 2018) por fraude, cohecho y blanqueo. “Se condena a las personas, no a las ideas”, recalca Trujillano.

También está la historia. El cronista explica que la orografía de Casares condicionó un régimen agrario de alquerías y un aislamiento que solo se rompió en 1934 con la primera carretera. A la Casa de Arcos la sustituyeron en el siglo XIX cinco o seis familias, a las que se sumarían los Larios, Juan March o la familia de García Lorca, que mantuvieron las mismas fórmulas de explotación jornalera. “Por eso, cuando los jornaleros han podido votar, han votado a la izquierda”, explica. La historia también habla de tradición anarquista, de fusilamientos y fosas comunes, de represión franquista. “Este pueblo ha escuchado de sus padres historias que hacen temblar”. También Blas Infante murió asesinado, ejecutado en el kilómetro 4 de la carretera de Sevilla a Carmona de varios tiros a bocajarro.

Todo eso dejaría un poso que decanta los votos a la izquierda, no solo en las municipales. En las generales y autonómicas de la última década PSOE e IU se alternan en la victoria. En 2018 ganó Adelante (la coalición en la que figuraba IU, encabezada por el casareño Guzmán Ahumada), con el 30,5% de los votos. En su despacho, el alcalde Pepe Carrasco echa cuentas: “Hay un voto fijo de unos 600 votos a la izquierda, que en las municipales se multiplica por la proximidad de las personas”.

Javier Quero, uno de los dos concejales del PP, cree que el voto también se explica porque el ayuntamiento ejerce de “agencia de colocación”, tanto en puestos públicos como recomendando contrataciones a empresas privadas. “Hay miedo a decir que no eres de izquierdas”, asegura. También recuerda que en 2011, el PP se impuso tanto en las autonómicas como en las generales, y cree que la inercia ganadora del PP andaluz también podría tener reflejo ahora. Asegura que le han llegado encuestas que vaticinan la victoria popular en Casares.

También hay datos que podrían estar anticipando cierto cambio. Este es un municipio con tres grandes núcleos, además de los diseminados: el casco urbano, Secadero y la costa, por donde crece Casares. En el pueblo, con población envejecida, la victoria de Adelante fue incontestable, con el 40% de los votos. Pero en la costa, con una población más joven, mayoritaria (en torno a 5000 censados) y con menos arraigo, el apoyo cayó al 18% y Ciudadanos fue el más votado, seguido de PP y Vox. “Espero que la gente joven, por influencia de sus padres, haga un razonamiento de su voto”, comenta Trujillano.

Blas Infante, el símbolo omnipresente que aún no es Hijo Predilecto

Casares tiene 7.342 habitantes según el INE, muchos de los cuales viven de la extracción del corcho y de un par de carpinterías que trabajan en el mercado internacional. La construcción también tira lo suyo, sobre todo en la costa. Hay un hotel de lujo y un club de golf con un restaurante estrella Michelin. Los carteles anuncian próximos conciertos: Muchachito Bombo Infierno e Ismael Serrano, en la plaza Marcelino Camacho.

Últimamente, la potencia simbólica de Blas Infante ejerce también un poderoso atractivo turístico. Según la concejala Rocío Ruiz, la Casa Natal recibía del orden de 12.000 visitas anuales antes de la pandemia. Muchos son chavales de colegios e institutos, pero también hay visitantes, que hay quien viene a conocer este pueblo blanco con vistas al Estrecho por curiosidad andalucista.

Blas Infante se ha convertido en uno de los pilares de la economía casareña y resulta difícil esquivarlo. “Satanizado en vida”, según Truillano, ahora cobra tintes de santo laico. Hay un Centro Cultural Blas Infante, donde se celebra un festival de nuevo cine andaluz, y el colegio es Blas Infante. Un busto suyo domina los bares de la Plaza de España desde la calle Molinos. Hay carteles con citas de su obra escrita y un “centro de interpretación abierto”, que revela los detalles de su vida y los hitos del andalucismo. Sobre un banco, una reproducción de un boleto recuerda la vez que la ONCE le dedicó un sorteo.

Aquí nació, el 15 de julio de 1885, el notario y pensador a quien el Parlamento Andaluz reconoció Padre de la Patria Andaluza, y llama la atención que, entre tanto recuerdo, Casares no le haya nombrado Hijo Predilecto. Lo hará en un Pleno institucional el próximo 5 de julio. La petición cuenta con el apoyo de personalidades del andalucismo como Javier Aroca, Pilar Távora o Manuel Ruiz Romero. “Vamos tarde, es cierto”, admite el alcalde.

Trujillano, firmante de la petición registrada el 9 de mayo, niega intención electoralista en el momento elegido. “Ni caí en la fecha”. Luego aclara que lo propuso en febrero, y que todo tiene que ver con el proyecto de ampliación de la Casa Natal de Blas Infante, que se va a reformar. Cuando culmine la obra, la Casa Natal podrá acoger lo que hasta ahora no tiene: documentos, cartas, fotos y enseres personales, procedentes de la herencia de Enrique Iniesta, escolapio y biógrafo del casareño, y donados hace unas semanas por Fernando Navarrete.

“Ahora vamos a tener la pluma con la que escribía cuando era auxiliar del registro”, cuenta con emoción. “Es nuestro gran proyecto, porque a veces se transmite que nació aquí de forma accidental y nunca más se supo”. Blas Infante vivió en Casares hasta que recibió su primer destino de notario, con 24 años.

El menú andalucista el 19J

El último texto de Infante fue A todos los andaluces, un alegato a favor de la autonomía política de Andalucía. Si viviera, podría sorprenderse con el extenso menú de andalucismo de las papeletas en las próximas elecciones: Nación Andaluza, Andaluces Levantaos, Adelante Andalucía y Por Andalucía. Con matices e intensidades diversas, casi ningún partido rechaza hoy la etiqueta andalucista o la memoria de Blas Infante, no solo autor de su corpus doctrinal sino impulsor de la propia bandera andaluza en la Asamblea de Ronda de 1918. Solo Vox reniega del andalucismo, aboga por el desmontaje del Estado de las Autonomías y desprecia abiertamente a Blas Infante, a quien Santiago Abascal calificó la semana pasada de “pobre hombre”. El casareño vaticinó que algunos le odiarían sin haberle leído.

La cuestión, claro, es saber qué es el andalucismo, y eso nunca ha sido fácil de resolver. Menos aún, cuando una cuestión de calado identitario aparece a las puertas de una cita electoral, lo que multiplica el riesgo de que se aborde con altas dosis de teatralidad. De repente, el andalucismo de cada uno se ha convertido en uno de los ejes para decantar el voto entre candidaturas de izquierdas.

“La opción andalucista está difuminada”, opina Manuel Hijano, profesor de la Universidad de Málaga y patrono de la Fundación Blas Infante. Sin embargo, Adelante Andalucía se presenta bajo el lema “Un poder andaluz para una Andalucía en defensa propia” y dedica casi 20 páginas de su documento político constituyente a perfilar su vocación andalucista y lo que significa. “Teresa Rodríguez se ha sabido rodear de algunos grupos andalucistas, y con eso le quiere dar unos tintes. Pero creo que es una operación estética”, dice. En el otro lado del tablero está la coalición Por Andalucía. Desde algunos círculos se desliza desde hace tiempo que su candidatura es de un andalucismo impostado o, al menos, “tutelado por Madrid”. “Todo el mundo sabe que es IU”, destaca Hijano.

En la cuna del andalucismo, ese debate se ve lejos. “A mí me disgusta que vayamos divididos. Todos estamos aquí por Andalucía. Yo no me siento nacionalista, pero sí me siento defensor de Andalucía y nuestra gente”, dice el alcalde Carrasco, que no teme que otras candidaturas resten votos a Por Andalucía. “Aquí el izquierdismo predomina sobre el andalucismo”.

“Este pueblo es profundamente de izquierdas, y lo que venga de Málaga, Sevilla o Madrid nos coge muy lejos”, concluye Trujillano. “Nos duele que el andalucismo se haya convertido en un medallero olímpico. Blas Infante es de todos los andaluces”. ¿También de la derecha? “Por supuesto. El gran problema de Blas Infante es que no se le ha leído”, lamenta, convencido de que en el pensamiento del casareño más ilustre caben todos. Aquí el motivo del voto habrá que buscarlo en cualquier otro sitio. 

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