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Desde el pasado 24 de mayo, buena parte de la sociedad ha empezado a gritar por soleares que sus representantes institucionales están cambiando, y también a activar el modo “recuerdo” -e incluso “olvido”- de la corbata con su traje, del sobre con sus firmas, de la puerta giratoria con sus enchufes, y del devenir de banqueros con sus familiares. El carrusel de corruptelas y privilegios empieza, muy poco a poco, a desaparecer, dejando en su desbandada nidos vacíos y cajones negros, pero también un nuevo aire que se cuela por ventanas y puertas, que ya no quieren girar más.
Ya no es hora de seguir jugando al “y tú más” y al “yo mañana haré”. Eso no es para nosotras, no es para quienes nacimos queriendo empujar y hacer real el cambio, para quienes recordamos las letras del abuelo, soñando con esa mañana, la hermosa mañana que mi abuelo siempre quiso ver y que, por fin, se empieza a adivinar. Esa hermosa mañana que, durante tantos años, muchos han querido envenenar para disfrazarla de lluvia, de gris, de nubes. Nubes como las de mi pueblo, que no nos dejan ver lo que ocurre más allá del horizonte, que querían impedir que saliéramos a las calles y llenáramos las plazas, pero que no han podido tapar la verdad. La utopía era ese destino tan lejano como real, era el mañana hacia el que estamos caminando.
Ese mañana es el 20 de diciembre, un diciembre que quiere llenar las calles de primavera, en el que la ciudadanía sea de verdad y para siempre la única protagonista de la acción política, y en el que todas cantemos que por fin “Sí, se puede”. Mientras crecen en nuestro país la desigualdad social, la corrupción y los recortes de nuestros derechos y servicios públicos, el patriotismo español se ha reducido a los goles de Iniesta y a los mates de Gasol. El único patriotismo sincero y legítimo es la unión del pueblo, y ahora tiene una gran oportunidad de demostrarlo desbordando las urnas, orgulloso de defender lo suyo, lo nuestro, lo de la gente y será entonces, solo entonces, cuando podremos hablar de una verdadera y real regeneración democrática.
En mitad del amasijo navideño de luces consumistas y artificiales, no olvidaremos que tenemos a nuestro alcance el botón de la regeneración. Ese es el horizonte, el mismo que hasta ahora era solo una utopía. La cueva de Alí Babá puede convertirse en un espacio de protagonismo real de los ciudadanos, donde el debate y el conocimiento popular sea un modo de vida. Los sobres sólo contendrán propuestas de consulta ciudadana donde el único requisito para opinar será ser persona, sobres donde la honestidad en la gestión de los recursos de todos y el respeto a sea lo que prime, sobres firmados y destinados a alguien como tú, personas que solo persiguen la justicia social, y que puede que lleven coleta, sean indios defensores de su tierra que luchan contra la invasión anticonstitucional o simplemente se les tilde de radicales por el simple hecho de ser jóvenes y defender algo tan necesario como la paz.
Rescatemos a las personas, sus derechos y su dignidad. Consigamos hacer lo que la primavera lleva queriendo hacer tantos años y aquel poeta murió sin ver. Volvamos a los días de luces infinitas y días cerezos en flor. Días de cambio. Días que, ahora sí, están en nuestras manos.
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