Educación y prevención contra la violencia de género

Hace 20 años (28 de diciembre de 2004) que en España se aprobó Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. No cabe duda de que fue un gran avance en la lucha contra la violencia de género, reconociéndola como un problema social y de salud pública y, además, se establecieron medidas para la protección y asistencia a las víctimas.

Conmemoramos el 20 aniversario de esta ley con un sabor agridulce y nos exige reflexionar sobre los logros alcanzados, los desafíos que aún persisten y la necesidad urgente de un consensuado Pacto de Estado que refuerce nuestro compromiso con la igualdad y la erradicación de la violencia de género.

Es preciso reconocer que, desde la implementación de la ley, se han conseguido avances significativos que han permitido ofrecer un apoyo más integral a quienes sufren esta violencia. Se ha logrado hacer visible el problema de la violencia de género, en la aportación de recursos específicos, la creación de centros de atención a las víctimas, líneas de ayuda y programas de formación para profesionales.

Desde nuestra perspectiva, lo más significativo de la ley es que se ha contribuido a un cambio en la percepción social, promoviendo un mayor reconocimiento de la violencia de género como una violación de los derechos humanos. Sin embargo, a pesar de los avances, la violencia de género sigue siendo una realidad alarmante. En efecto, las estadísticas reflejan un aumento de las denuncias de casos, lo que podría indicar que más mujeres se sienten empoderadas para hablar y buscar ayuda.

Sin embargo, este aumento también puede ser un reflejo de la persistencia del problema. En efecto, según datos del Ministerio de Igualdad, en 2023 se registraron más de 30.000 denuncias por violencia de género, y se estima que muchas mujeres no se atreven a denunciar por miedo, vergüenza o desconfianza en el sistema. Es evidente que, la falta de recursos adecuados, la escasez de refugios y la necesidad de una atención psicofísica especializada son algunos de los obstáculos a los que se enfrentan las víctimas.

La violencia de género no solo afecta a las mujeres, sino que, lamentablemente, también incide en los niños y las niñas que son testigos de estas situaciones. Se ha demostrado que, la normalización de la violencia en el hogar puede perpetuar ciclos de abuso y desconfianza que se transmiten de generación en generación. Los niños y las niñas que crecen en entornos donde la violencia es habitual pueden interiorizar estas conductas como algo normal, lo que aumenta el riesgo de que se conviertan en futuros agresores o víctimas. Lógicamente, es crucial abordar la violencia de género desde una perspectiva educativa y preventiva, comenzando desde la infancia.

La violencia de género ha encontrado, en la era digital, nuevas formas de recrecer, lo que ha dado lugar a un fenómeno conocido como violencia digital. Este tipo de violencia incluye el acoso en línea, la difusión no consensuada de imágenes íntimas, el control y la vigilancia a través de dispositivos electrónicos, y el uso de plataformas digitales para amenazar o humillar a las víctimas.

Nos preocupa especialmente la violencia digital, al producirse, en la mayoría de los casos, en espacios donde las víctimas se sienten más vulnerables. Insistimos en que las redes sociales, los mensajes de texto y las aplicaciones de mensajería instantánea se han convertido en herramientas que los agresores utilizan para ejercer control y manipulación. Todo ello, afecta la salud mental de las víctimas y, además, puede tener repercusiones en su vida cotidiana, afectando a sus relaciones, su trabajo y su bienestar general.

Es urgente combatir la violencia digital y la violencia de género en general, por ello es fundamental implementar programas educativos que aborden estos temas desde una edad temprana. La educación debe centrarse en la promoción de relaciones saludables, el respeto mutuo y la igualdad de género. Además, resulta fundamental que tanto niños como niñas aprendan a identificar comportamientos abusivos y a entender la importancia del consentimiento en todas las interacciones, ya sean en persona o en línea.

El alarmante aumento de la violencia digital exige que se enseñe a los jóvenes sobre el uso responsable de la tecnología. Todo ello incluye no solo cómo proteger su privacidad y seguridad en línea, sino también cómo ser conscientes del impacto que sus acciones pueden tener en los demás. La educación en este ámbito puede ayudar a crear una cultura de respeto y empatía, donde la violencia, en cualquiera de sus formas, no sea tolerada.

Razonadamente, reivindicamos un consensuado Pacto de Estado contra la Violencia de Género para abordar este grave problema de manera integral y efectiva. Para ello, es fundamental que todos los partidos políticos se unan en un compromiso firme para erradicar la violencia de género, garantizando los recursos suficientes para implementar programas de prevención, atención y protección a las víctimas, y elaborar políticas efectivas.

Insistimos en la necesidad de incluir la educación en igualdad de género y prevención de la violencia en los currículos escolares desde una edad temprana. Esto ayudará a formar una sociedad más respetuosa, inclusiva, solidaria y tolerante. Lógicamente, se deben realizar planteamientos holísticos que aseguren la existencia de servicios accesibles y de calidad para las víctimas, incluyendo líneas de ayuda, refugios y atención psicofísica.

Además, se precisan evaluaciones periódicas del Pacto de Estado para analizar las políticas implementadas y mejorar las estrategias, según la realidad objetiva de los problemas que se vayan produciendo, poniendo siempre en el centro la importancia de la prevención y la educación temprana.