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La economía desplaza a la ideología en la estrategia diplomática de la nueva Cuba
Los acuciantes problemas económicos de Cuba se prevén claves en la diplomacia del nuevo Gobierno, con prioridad en la búsqueda de alianzas financieras frente a las afinidades ideológicas que han definido los pactos internacionales de la isla durante décadas.
Si Fidel Castro puso en el mapa a Cuba por su enfrentamiento con Estados Unidos y su apoyo militar a varias independencias africanas, su hermano Raúl abrió el abanico multilateral de la isla con la mira puesta en atraer capital extranjero, pero también buscó “reinsertar” y reforzar las relaciones del país en su marco natural, América.
A solo dos días del 18 de abril, cuando comenzará la sesión para constituir la nueva Asamblea Nacional que designará al próximo presidente, pocos tienen dudas de que el elegido será Miguel Díaz-Canel, número dos del Gobierno desde 2013.
Ahora, el sucesor de los Castro hereda un escenario complicado, con problemas económicas empeoradas por la crisis en Venezuela, los errores internos de gestión, el fallido deshielo con EEUU y un enquistado enfrentamiento con la Organización de Estados Americanos (OEA), empeorado tras la llegada de gobiernos conservadores a los principales países de la región.
Como antes ocurrió con los subsidios de la URSS, los envíos petroleros de Venezuela, principal aliado de la isla, han sostenido la economía cubana desde hace más de una década, pero en los últimos dos años se han reducido a la mitad.
“Cuba evidentemente tiene que continuar lo que Raúl ha hecho en la diversificación de sus relaciones económicas externas, no puede seguir ni repetir una dependencia de un solo cliente principal”, señala el exdiplomático cubano y analista Carlos Alzugaray, quien recordó que el propio Castro es crítico con la “vieja mentalidad”.
Esa mentalidad supone dar por hecho que las alianzas ideológicas y gubernamentales traerán consigo frutos económicos.
“Eso no ha pasado”, afirmó Alzugaray, quien citó las estrechas relaciones políticas con China, que no han supuesto “grandes inversiones” del gigante asiático en Cuba, donde su presencia es casi anecdótica en comparación con otros países latinoamericanos.
Alzugaray recordó que la lentitud de las reformas económicas del Gobierno y la paralización del sector privado son señales “que reciben los mercados de que aquí las cosas marchan muy lento”.
Un ejemplo de la preponderancia de economía sobre ideología es que uno de los últimos encuentros oficiales de Raúl Castro haya sido con el ministro de Exteriores de Arabia Saudí, un país en las antípodas ideológicas de Cuba.
Para el catedrático de la Universidad de Texas Arturo López Levy, la futura política exterior cubana será continuista “dado que se enfrenta a un contexto internacional que no cambia y se retienen las bases programáticas de la política exterior de Cuba dictada por los intereses y valores del Partido Comunista”.
En ese contexto, sigue siendo esencial la relación y “resistencia” hacia EEUU, “que ha tenido y tendrá la prioridad en la atención de cualquier equipo gobernante en tanto el embargo se mantenga”, considera.
También Alzugaray cree que el sucesor de Raúl Castro continuará la senda respecto a EEUU de su antecesor, quien “en cuanto asumió el poder empezó a tener una relación internacional de un tono más pragmático que el de Fidel”.
Relaciones especiales con Rusia y China
Pero la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y unos misteriosos problemas de salud de diplomáticos estadounidenses en La Habana torcieron el rumbo del deshielo y a corto plazo no parece que las cosas vayan a mejorar, ni que la relación con Cuba sea una prioridad de la política exterior del líder republicano.
Más allá del vecino del norte, para López Levy “es de esperar que, como balance a la difícil relación con Washington, Cuba siga buscando relaciones especiales con las grandes potencias rivales China y Rusia”.
Es patente el renovado interés de Rusia por su “socio” de antaño, reavivado por el ahora estancado acercamiento entre la isla y EEUU, y, aunque es improbable que Moscú vaya a respaldar a La Habana sin contraprestaciones, esa relación “es hoy para Rusia un símbolo de proyección extracontinental y estatus”, sostiene el experto.
Sin embargo, ninguno de los dos analistas cree que por ahora vaya a producirse un alejamiento de Venezuela.
Con Europa se abre un nuevo escenario tras la reciente firma del primer tratado entre Cuba y el bloque comunitario, que pone fin a la limitante “posición común” que durante dos décadas supeditó el diálogo político a los avances en derechos humanos.
Precisamente con la Unión Europea, y también con Canadá y Japón, “existen importantes potenciales para una relación más fluida si la reforma económica toma vuelo”, opina López Levy.
En cuanto a América Latina y África, señala que “son escenarios en los que Cuba disfruta de un capital importante de buena voluntad con cantidades modestas pero significativas” pese a la reducción desde 1989 de la exportación de servicios profesionales a esas zonas.
La reaproximación de Raúl Castro a América ha pasado por una firme apuesta por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), en contraste con su frialdad hacia la OEA, de la que Cuba fue suspendida poco después de triunfar la Revolución.
Aunque ese veto se levantó en 2009, Cuba no se plantea un pronto retorno a la OEA debido a las discrepancias de La Habana con el secretario general de esa organización, Luis Almagro, en temas como Venezuela y la disidencia cubana.