El Museo Reina Sofía se pone a la cabeza de los colectivos vecinales que exigen a Almeida un plan conjunto de emergencia social
El Reina Sofía aparece como un miembro más de Museo Situado, la asamblea de colectivos y vecinos del barrio de Lavapiés que tiene por objetivo desarrollar proyectos culturales en común que incidan en el territorio cercano y de la que recientemente ha salido un manifiesto de denuncia que exige al Ayuntamiento de Madrid un plan de emergencia social que contribuya a la construcción de un modelo de ciudad más justo y de un espacio común para habitar.
Un miembro más que, sin embargo, actúa de legitimador y de altavoz de unas reivindicaciones y de unas realidades que con demasiada frecuencia se han tratado de ocultar o de minusvalorar desde Cibeles: no es lo mismo desmentir a una despensa solidaria de barrio, a una asociación de mujeres o a colectivos migrantes, que a todo un museo nacional.
Traducidas a varios idiomas, las exigencias de estos colectivos, termómetros de lo que está pasando en la ciudad y de unos desajustes agravados por la situación de pandemia, han tenido hasta repercusión internacional gracias al Reina Sofía, mientras que han sido ignoradas totalmente por los responsables municipales, a quienes se le hicieron llegar por registro.
La participación del museo en este manifiesto puede haber sorprendido a más de uno por lo rotundo del posicionamiento, pero resulta totalmente coherente con los movimientos que la institución lleva realizando desde la llegada a la dirección de Manuel Borja-Villel y hablan de su entender la práctica museal como una práctica crítica y de una apuesta por habitar los museos y no sólo visitarlos.
“No hay futuro sin cultura, pero tampoco hay cultura sin futuro. Una institución cultural no puede desconocer o ignorar las necesidades de las personas de su entorno inmediato”, recoge dicho manifiesto.
Ana Longoni, directora de Actividades Públicas y del Centro de Estudios del Reina Sofía, especializada en el cruce de arte y política en América Latina y fundadora de la Red Conceptualismos del Sur, es el enlace del museo con la realidad del barrio en el que se encuentra. Hablamos con ella de cómo el Reina Sofía se halla en un proceso de mirar más hacia las estrechas calles de Lavapiés que a la milla de oro del arte de la que forma parte destacada junto con el Prado y el Thyssen.
Cuando, recién llegada al cargo y a España desde su Argentina natal, Longoni se encontró hace tres años con la convulsión que la muerte del mantero Mame Mbaye estaba provocando en el entorno del museo, vio claro que éste no podía permanecer al margen de lo que estaba pasando a escasos metros de sus puertas y comenzó un acercamiento hacia los numerosos colectivos sociales y vecinales que trabajaban en Lavapiés. Juntos iniciaron una labor de “agujerear el museo”, abriéndolo a sus vecinos y a sus realidades.
“La institución se volvió más porosa, faltaba comunicación sobre lo que pasaba dentro, sobre cómo se entra y se accede a un espacio que es público. Tuvimos la voluntad de abrir puertas, ventanas y túneles allí donde no los había y es algo que creo que se ha ido logrando”.
A lo largo del tiempo, el museo se fue ganando la confianza de los colectivos de vecinos a través de escuchar y de responder a demandas concretas: primero se logró que personas sin papeles pudieran tener un carnet de usuarios de la biblioteca del centro, algo que los habilitaba a usar ese espacio y que, además, generaba un documento público que les permitía acreditar que están en Madrid, útil a la hora de tramitar la residencia. Más tarde, se recuperó para el barrio el jardín del museo, que “se ha aprendido a usar y a sentirlo como propio”. Luego, se instauró una asamblea mensual que hasta delibera sobre los recursos que la institución puede dedicar a este programa y crea un presupuesto participativo. “Ha sido un proceso de construcción común de esa confianza y de esa capacidad de acción compartida”, indica Longoni
“El museo está lleno de exposiciones, de prácticas artísticas y de discurso teórico en torno a lo común, pero, ¿cómo se ejercita esa dimensión de lo común en el entorno más inmediato?” Ese fue el punto de partida de Museo Situado y en marzo de 2020 llegó la pandemia.
“El año de la pandemia fue clave y Museo Situado ha estado más activo y vital que nunca. La crisis sanitaria ha sido especialmente grave en el barrio de Lavapiés y, sobre todo, en los sectores más vulnerables, gente sin papeles, los que han perdido sus trabajos y carecen de posibilidad de subsistencia… Museo Situado adquirió un sentido más perentorio y urgente en torno a la situación de padecimiento que sigue viviendo mucha gente”.
“Tras la muerte en Lavapiés del bangladeshí Mohammed Hussein con COVID, lanzamos la campaña 'Intérpretes para sanar', en la que pedíamos que en los hospitales haya intérpretes de lenguas como el bengalí y el wolof a través de un libro de Dani Zelko, un artefacto poético y político. También organizamos foros hablando de trabajos domésticos y cuidados, de bancos de alimentos e iniciativas comunitarias, de la cuestión de las fronteras europeas y la situación de los migrantes en medio de la pandemia, de la sexualidad y el deseo en pandemia… Fue una puesta en común de lo que estamos viviendo”.
Por otra parte, Museo Situado se cargó de sentido cuando se empezaron a cerrar todos los espacios de asuntos sociales y culturales donde la gente hacía cosas, asegura Longoni. En respuesta, se abrieron las instalaciones del Reina Sofía para dar cabida a una escuela de español para migrantes, a otra escuela de derechos, para hacer talleres de formación en distintas lenguas sobre cuestiones sanitarias, para un taller de danza… Según Ana Longoni, son “iniciativas claves para habitar el museo de otras maneras. El museo es un espacio de lo común, un espacio de todas, concreto y cotidiano”.
Pasado el tiempo, de una de las asambleas mensuales de Museo Situado surgió la idea de lanzar el manifiesto de denuncia tras el análisis de la realidad. Fue hijo de una “escritura colectiva, de 15 días de idas y vueltas a muchas manos, con diferentes versiones que concluyeron con este texto que concentra una serie de saberes previos de mucho activismo. Hay saberes puestos en común, confluyendo, que es la clave de toda la propuesta”.
Manifiestos como éste se han escrito muchas veces, pero lo que tiene de novedoso es que el Reina Sofía se involucra en él y aprovecha su visibilidad y legitimidad para dar repercusión a unas demandas que de otro modo tendrían escasísimo eco.
“Los colectivos están muy exhaustos después de un año de sostener las debilidades del sistema. La alianza de una gran institución con pequeños colectivos en situación precaria y vulnerable logra que estos puedan aprovechar recursos. Varios están recibiendo pedidos directos de servicios sociales para que acojan casos que correspondería atender a la Administración”.
Sobre la repercusión del texto, dice Longoni que 65 colectivos se han adherido a él y no sólo de Madrid. “Empezó a circular internacionalmente, algo que me parece como un síntoma de que eso que estamos describiendo aquí y que es tan local también está pasando en muchos lugares del mundo. Que la gente se indentifique con ese manifiesto aunque esté lejos de Lavapiés me parece que habla de una crisis compartida y común y, sobre todo, de una retirada del Estado respecto a su responsabilidad pública ante una situación de emergencia, de catástrofe”.
“Vamos a ver qué recorrido tiene este manifiesto. Hicimos una convocatoria abierta a todos los firmantes para recoger situaciones similares de otras ciudades y barrios y armar una red más amplia. Surgieron iniciativas para imaginar acciones creativas y artísticas que puedan acompañar el activismo actual y una comisión de seguimiento de la presentación del manifiesto, de exigencia de una respuesta. Vivimos un momento llamativo de toma de posición colectiva”.
“Esperamos al menos que se atienda la demanda concreta de crear mesas sectoriales. Nos parece útil para dar escucha institucional a demandas concretas sobre lo que está pasando”.
El manifiesto pide al Ayuntamiento que dialogue con los colectivos sociales organizados “que están supliendo de hecho a los Servicios Sociales, ausentes o inactivos, allí donde estos no están sabiendo o pudiendo llegar”. Reclama espacios y recursos públicos cogestionados, realiza propuestas específicas sobre educación, salud, regularización de personas migrantes, vivienda, trabajo…
En el papel del Reina Sofía en todo este movimiento reivindicativo “hay una lógica muy fuerte volcada a las redes, volcada a pensar que el museo es más allá de sí, un museo desbordado y que puede actuar e intervenir en colaboración con otros agentes muy diversos por fuera de los límites geográficos de la institución”.
“Por parte de la dirección del museo, de Manuel Borja y de Mabel Tapia, existe una confianza completa y una apuesta por este tipo de redes, acompañan y siguen bastante todo este proceso que, al mismo tiempo, conlleva una negociación constante. Hace más de 10 años se trabaja en algo que llamamos Museo en Red, pensar una nueva forma de institucionalidad que tenga que ver con la construcción de lo común y que ha implicado alianzas con distintas redes a nivel del estado nación y también a nivel internacional. Museo Situado es la dimensión de red de trabajo con lo inmediato”.
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